Desde incluso antes de la desaparición de los televisores y monitores 'de tubo', la tecnología LCD ha venido mejorando de forma continua. Tras alcanzar una relativa madurez a principios de la pasada década, el OLED se ha ido postulando como sustituto de facto por su mejor reproducción del color, con un mayor contraste y negros más profundos.

No obstante, el codiciado OLED mantiene algunos inconvenientes como una producción limitada –con precios todavía altos– o limitaciones técnicas –como la persistencia en la imagen, o su limitado brillo– que están permitiendo de nuevo a los paneles LCD adelantarles de nuevo por la derecha en algunos entornos.

Es gracias al MiniLED, que minimiza el impacto de la retroiluminación única de las pantallas LCD, lo que permite eliminar de un plumazo buena parte de estas desventajas e incluso acuñarlas como fortalezas propias. Veamos cómo lo han conseguido y por qué es tan brillante el presente de las pantallas LED en su camino hacia un microLED todavía en desarrollo.

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Del LCD al OLED, y vuelta

Con unos primeros intentos algo flojos en desde el apartado más técnico, el OLED ha ido desplazando a las pantallas IPS. No lo ha conseguido, dicho sea, en todos los segmentos de producto. Sí vemos que este tipo de pantallas dominan en los smartphones y televisores de gama más alta. Y aunque este ha ido cayendo con los años, su relativo elevado coste lo mantiene todavía un paso atrás de las propuestas LCD clásicas a características similares en el rango más bajo del mercado.

Pixels en una pantalla
Vlad Tchompalov | Unsplash

En un panel LCD, el cristal líquido es básicamente una serie de capas que dejan pasar, o bloquean, la luz procedente de su parte trasera. Esta retroiluminación puede ser tecnológicamente muy distinta, y tradicionalmente ha sido de una sola pieza. Si bien algunos televisores de gama media ya cuentan con retroiluminación lateral, o Edge-Lit, donde sí es posible atenuar el brillo localmente, esta técnica de iluminación tiene un rendimiento bastante limitado.

Esto es relevante porque la capacidad para bloquear la luz trasera en un panel LCD sigue siendo, incluso en las generaciones más avanzadas, limitada. Esta persecución de contrastes cada vez más altos recibió con los brazos al OLED. Esta tecnología, basada en diodos orgánicos, revolucionaba el funcionamiento de los paneles, activando cada pixel –cada subpixel, siendo precisos– de forma independiente.

Las pantallas con retroiluminación uniforme llegan, típicamente y bajo los mejores paneles, hasta contrastes de hasta las vecindades del 5.000:1. Ratios ya muy buenos, pero irremediablemente lejos del inmejorable contraste en ambientes oscuros que aporta el OLED, pudiendo activar completamente un pixel a la par que manteniendo el adyacente totalmente apagado.

Pero ese contraste local tan inmejorable y característico del OLED o sus grandes ángulos de visión llegan de la mano de algunos inconvenientes que no han podido salvarse completamente con el paso de los años. Entre ellos tenemos, además del mencionado coste, unos brillos limitados; un gran consumo en la representación del blanco, pues hay que activar cada punto; el marcado de la pantalla, característico con el uso o la presencia de inhomogeneidades en su iluminación.

Ya asoma desde hace algunos años MicroLED como el futuro de las pantallas, y a varios niveles. Tanto en términos de calidad de imagen como en brillo máximo, alta densidad de pixels –si bien no estamos ahí todavía– y eficiencia energética. Todas estas ventajas, todavía son superadas por el elevado coste y los bajos volúmenes de una etapa inicial en la que el proceso de fabricación es todavía muy largo y costoso.

No obstante, algunos fabricantes ya cuentan con productos finales para el mercado corporativo –dispuesto a pagar más por pantallas de un tamaño monstruoso– que empiezan a preparar el terreno para su llegada a las gamas de consumo. Samsung presentó recientemente en el CES 2020 sus nuevos modelos de TVs MicroLED en toda una variedad de tamaños que parten de las 75 pulgadas. Apple, por su parte, ya desarrolla esta tecnología, y la podríamos ver tan pronto como en el próximo Watch de 2020, de la mano de TSMC.

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Mientras tanto, hay una gran innovación sobre las pantallas LCD LED que está abriendo una brecha en un dulce punto intermedio más que interesante.

MiniLED, los beneficios de una tecnología del presente a la espera de MicroLED

Así, mientras el OLED se encuentra en lo que los especialistas en el área como LEDinside denominan "un cuello de botella tecnológico", y en el periodo en el que el MicroLED comienza a articularse como la alternativa, es el MiniLED el que estamos viendo cada vez más productos que rinden. Tanto desde un punto de vista técnico, como económico.

Direct Full Array

Para esto no hay más que ver la cantidad de televisores que ya mejoran desde hace varios años su rango dinámico gracias al uso de paneles con Full Array Local Dimming. Estos utilizan de decenas a cientos de zonas con iluminación independiente, pudiéndose apagar por completo en aquellas áreas donde se represente el negro. Siguen, no obstante, teniendo la limitación del tamaño –cuantas más zonas mejor, aunque más costoso será–, al mantener un contraste local limitado al nativo del panel.

Samsung utiliza estos sistemas de retroiluminación, a menudo denominados FALD –por sus siglas–, en sus televisores QLED de gama más alta como el Q900R, con del orden de 500 zonas, pero crecientemente también en las medias. Otros fabricantes como Sony, LG o Vizio también implementan estos sistemas para mejorar el contraste sin salir del LCD.

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También son comunes en los monitores de gama más alta, tanto para gaming como profesionales. Recientemente hemos visto algunos monitores promocionar brillos superiores a los 1.000 nits, Como el último de Acer, presentado en el pasado CES, que promete picos de brillo de hasta 1.400 nits, gracias a su iluminación con cerca de 1.200 zonas independientes.

Fue Apple quien se adentró en los monitores de alto rendimiento para el nicho audiovisual, con su Pro Display XDR. Lo hizo introduciendo una resolución 6K, brillo máximo de 1.600 nits y retroiluminación con cerca de 600 zonas que permiten conseguir negros más negros y blancos más deslumbrantes, para sumar en la experiencia HDR.

De nuevo, aunque el OLED cumpliría en la mayoría de estos usos, utilizar MiniLED aporta buena parte de las ventajas sin comprometer tanto el apartado de precio. Tanto, que estamos empezando a verlos también en portátiles. Como el último presentado por MSI, que lleva 240 zonas de retroiluminación al formato en movilidad y que arranca como una de las tendencias en portátiles para 2020.

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Tanto es así, que ya se espera que Apple haga uso de esta técnica de iluminación también en sus iPad Pro y MacBook Pro este mismo año. Así lo afirmó recientemente el reconocido analista Ming-Chi Kuo, que ponía las previsiones en nada menos que de cuatro a seis productos de la manzana mordida en 2020 con MiniLED a bordo.

Y aunque las zonas de retroiluminación son todavía relativamente modestas en cantidad, el MiniLED todavía tiene recorrido. Así lo certifica TCL, uno de los mayores fabricantes de este tipo de paneles a nivel mundial, con su nueva tecnología MiniLED Vidrian. Desvelaban en el CES lo que según la compañía es "el primer televisor del mundo con retroiluminación mini-LED, con más de 25.000 zonas de retroiluminación de clase micrométrica".

Teniendo en cuenta que de momentolo emparejan un panel 8K, cuya resolución total es de unos 33 millones de pixels, vemos que cada uno de estos LEDs iluminaría dinámicamente bloques de unos 1.300 puntos. Sigue sin ser MicroLED, pero nos vamos acercando y lo veremos cada vez más y más hasta que este esté listo para dar el gran salto.