A finales de 2018, Samsung se adelantó a la industria desvelando el primer televisor comercial en 8K en lo que es hoy la punta de lanza de su gama más alta en varios frentes. Esta es mi experiencia tras probar a fondo el QLED Q900R de 65 pulgadas.Todavía en fase de adopción del contenido en 4K en varios frentes, saltar a una resolución cuatro veces mayor casi parece una broma de mal gusto. Por suerte, esta resolución no viene sola. La carencia en contenido nativo tiene, como veremos, cierto remedio gracias al procesado de la imagen que estrena esta generación de televisores.

Samsung continúa adelante con su apuesta por lo que llaman, desde hace ya varios años, QLED. Su alternativa al OLED –dueño histórico de la gama más alta de televisores– brilla cada vez más, también en sentido literal. Mientras esperamos a que llegue MicroLED –que avanza año a año– de forma comercial, parece que el LCD LED y sus puntos cuánticos no encuentran techo y continúan allanando el camino.

Ya lo vimos el año pasado con el Q9FN y es que la iluminación por zonas o el Direct Full Array mejora el contraste global de la imagen. Permite así en este modelo alcanzar unos 3000 nits de brillo máximo –que suben a 4000 en las versiones de mayor pulgada, que es precisamente la cifra a la que se masterizan buena parte de los títulos en HDR hoy –, dando rienda suelta al contenido en HDR.

Las TV QLED 2019 de Samsung ya están disponibles: estas son las diferencias entre los modelos

Contenido que no es tan abundante con este rango dinámico ampliado y en alta resolución, por lo que nos preguntamos si realmente merece la pena invertir en un modelo 8K, o si realmente esta resolución aporta algo útil. Mientras tanto, os dejamos con los repasos de los modelos de 2018 y 2017, y algo más abajo con un resumen del catálogo QLED de 2019 y sus diferencias principales.

Probamos la Samsung QLED Q9FN de 65″: por fin a la altura (o por encima) de OLED

https://hipertextual.com/2017/12/samsung-qled-q7f

Perfil del Samsung QLED Q900R
David Ortiz.
Con esta generación de televisores, Samsung no sube únicamente su precio, que parte ahora de unos oficialmente actualizados 4.300 euros para el tamaño en 65 pulgadas que he tenido la oportunidad de probar durante unos meses. La marca está convencida de que el futuro de la pantalla en el hogar es la gran pulgada, y eso se nota en esta generación. La subida al 8K viene acompañada por un aumento de 10 pulgadas en toda la línea, del rango de 55 a 75 del pasado año a la nueva horquilla de 65 a 85.

Puestos a comparar, es más que justo poner los 4.000 euros por los que podemos encontrar fácilmente este televisor en tienda frente a los 2.000 del Q9FN de 2018. En cualquier caso, al nivel de sus competidores con OLED, pues Samsung apuesta contra ellos con esta línea QLED.

La Q900R y su chasis

Bordes de Samsung QLED Q900R
David Ortiz.

Cambio del panel a uno en 8K y reseteo de nomenclatura en su línea QLED mediante, lo cierto es que esta Q900R no difiere demasiado de la del año anterior. Al menos en el apartado estético. Tenemos unas líneas predominantemente rectas, elegantes, y una tele que no compite, ni de lejos, por ser una de las más finas del mercado. Y no es algo malo.

Sí es algo más fino con sus 34 mm de grosor –por los 39 de aquel–, pero como ya digo es un compromiso en toda regla en aras de una mejor calidad de imagen y sonido, como veremos. La tecnología detrás de la imagen repite en su fundamento, cuando se mantienen unas 480 zonas de Direct Full Array, que permite un mayor contraste de la imagen sin la iluminación Edge LED de generaciones anteriores. A esto se le suma el recubrimiento Ultra Black, que reduce los reflejos en la pantalla, que será especialmente útil la mayor parte del tiempo: cuando hay luz en la estancia.

Pata del Samsung QLED Q900R
David Ortiz.

El cambio más grande a nivel de diseño se lo lleva su peana, que sustituye la anterior de un único apoyo por un par de patas de aluminio que podemos situar a dos anchuras diferentes. Estas, además, encuentran cobijo en unas hendiduras en su parte trasera. Así, si decidimos colgar el televisor en la pared será tarea imposible perderlas. Samsung incluye todo lo necesario para hacerlo si así lo preferimos, aunque harán falta cuatro manos para manejar este bloque de nada menos que 30 kg de peso.

Esto es posible también gracias que en su parte trasera encontramos ranura para un único conector. Se trata del cable, tanto de alimentación como de datos, que nace del One Connect. Samsung repite idea, caja y diseño, para facilitar tener el televisor prácticamente libre de cables. Aquí se encuentran todos los conectores de este Smart TV, del Ethernet a los tres USB, o los cuatro puertos HDMI.

One Connect del Samsung Q900R
David Ortiz.

Y aquí no deja de haber algo de drama, pues que Samsung adelantara el 8K a consumo mientras el resto de fabricantes tiene una contrapartida relevante de cara a futuro. Al menos el QE65Q900RAT probado se queda en HDMI 2.0, pues todavía no contaba con la certificación del HDMI 2.1. Sus diferencias son notables, pues el último estándar permite la reproducción de contenido 8K a 60 fps, mientras que el que encontramos en este One Connect se queda en 30 los frames. Además, el HDMI 2.1 permitiría la reproducción 4K a 120 fps, la tasa de refresco nativa de este panel.

HDMI 2.1 llegará con soporte a 10K y vídeo HDR mucho más preciso

Bajo el capó de esta caja se encuentra el procesador estrella de Samsung, el Quantum Processor 8K. Sin nada que ver con la computación cuántica –simplemente se llama así porque empieza por Q y suena a 'futuro', sospecho–, el fabricante promete un procesado capaz de hacer maravillas de la mano de la IA en múltiples frentes. El habitual procesado y mejora de la imagen, la calibración del sonido en función del entorno, gestionar a Bixby –su asistente de voz– y por último su función estrella: aplicar sus algoritmos de escalado de imagen vía 'IA' o deep learning. Estos son el único punto de apoyo de Samsung frente al 8K, dada la evidente ausencia de contenido y la difícil gestión del mismo.

El 8K hoy

Trasera del Samsung QLED Q900R
David Ortiz.

Comencemos precisamente por ahí. Es esa resolución 8K de este Q900R el elemento que más costará de justificar, y esto se debe a varias razones. Para marcar esa diferencia necesitamos una de dos. Bien televisores más grandes que en el salto anterior, del 1080 a 4K, donde la mejora en detalle era inmensa y más que obvia. Eso, o bien situarnos mucho más cerca de la pantalla. A unos tres metros de este panel de 65 pulgadas es más que patente que ya nos estamos perdiendo información, y basta con acercarse a comprobarlo.

Esto, que permitiría acercarnos más al televisor, dependerá de la configuración del salón de cual y no es algo que todos podamos elegir tan alegremente. ¿La otra opción? Subir la diagonal de este Q900R a 75 u 85 pulgadas, con el drástico aumento en el coste que eso conlleva. Por tanto, la elección de este modelo 8K vendrá fuertemente condicionada tanto por la anchura de tu salón, así como la profundidad de tu bolsillo.

Eso, pasando de puntillas sobre –y asumiendo– el hecho de que el 8K tiene un aumento perceptible del nivel de detalle en el vídeo. Realmente lo tiene, aunque no veas el pixel –realmente, se trata de eso–. Pero se planta frente a los límites de la percepción que estamos a punto de rebasar. Hay quienes afirman que el 8K es la resolución llamada a quedarse, por su cercanía a la visión humana y por ende los beneficios ya marginales más allá. Que no sus costes, que siguen disparándose.

No lo dice cualquiera, sino que esta afirmación sale de uno de los ingenieros jefes al cargo del canal 8K de la televisión NHK japonesa, y de momento único en el mundo. En el país nipón sí tienen el objetivo de cerrar la emisión de los próximos Juegos Olímpicos en esta monstruosa resolución que, recordemos, pone cuatro pixels por cada uno del 4K o bien 16 veces mayor resolución que el Full HD tradicional. Y eso son 33.177.600 puntos –o 33,1 MP– que alimentar con información, dispuestos en 4320 filas y 7680 columnas. Por comparar, es más detalle del que la mayoría de las cámaras semiprofesionales, como la Sony α7 III, capturan... en fotografías.

Fuera de Japón, donde ya llevan más de 5 años experimentando con esta resolución, las cosas son bien distintas. Para reforzar este lanzamiento y durante la recta final de la campaña electoral en España, Samsung anunciaba una colaboración con Atresmedia –uno de los mayores grupos de comunicación del país– para la grabación del debate electoral en 8K. El encargo, que se hizo con unos pocos días de antelación como cuentan en finalcutpro.es, prometía la grabación del debate a esta resolución, para su posterior subida a Vimeo.

El vídeo no era el original emitido por la cadena, sino otro grabado con cámaras adicionales, con evidentemente distintos. Se tomó unos cuantos días para llegar y, a día de hoy, todavía no ha sido procesado en la resolución prometida. Eso sí, podemos conformarnos con un pequeño resumen que sí llega a máximos. Es claro que la dificultad técnica está ahí, y tardará unos años en sortearse. De hecho, la propia Samsung pasó un pequeño clip en 8K a la prensa, y no era mucho más que un plano estático, con poco movimiento y generado por ordenador, que tuvimos que descargar a un USB. Espectacular en detalle, eso sí.

Actualmente, las fuentes de contenido nativo son más bien limitadas. YouTube y la mencionada Vimeo sí cuentan con soporte a esta resolución, aunque se trata más bien de unas pequeñas muestras que de contenido final. Por tanto, nos tenemos que conformar con el 4K y HDR del que los más grandes como Netflix o Prime Video hacen gala en sus producciones propias, a diferencia de HBO.

El 8K del Q900R

Quantum Processor 8K de Samsung
Este es el cerebro a bordo del QLED Q900R. David Ortiz.

Distinguir entre el 8K actual frente al que vemos en el último gama alta de Samsung tiene una razón de ser, y es la que hemos adelantado antes: su procesado. Con él, los coreanos –que reconocen abiertamente esa falta de contenido– aplican diversos algoritmos para mejorar la calidad de la imagen. Y justificar el temprano salto en resolución, claro.

Es donde entra en juego el Quantum Processor 8K y la mano amiga de la 'IA', que facilita el escalado desde múltiples ángulos de ataque:

- Creación de detalle: es el pilar del 8K, y es que por primera vez en un salto en la resolución no viene acompañado de un algoritmo de escalado que "estira" la imagen. El reto es idéntico al salto a 4K desde Full HD, donde la cantidad de detalle se multiplicó por cuatro. Ahora, además de agresivos algoritmos de interpolación de detalle, se generan mediante una red neuronal en el Quantum Processor 8K. ¿Qué quiere decir esto? Samsung utiliza un enorme banco de imágenes de alta resolución, que le ayudan a "inventar" ese detalle en base a situaciones parecidas. Esto no funciona únicamente con contenido 4K a 8K, sino que de hecho es mucho más impresionante verlo funcionar desde fuentes el Full HD e incluso resolución inferior, dando una capa de calidad a todo el contenido que ves, básicamente, porque ninguno será 8K.

- Reducción de ruido: no es la primera vez que se usa la el deep learning sobre imágenes generadas en tiempo real para reducir el ruido. Aunque en fotografías y vídeo sobre fuentes de calidad sí me resulta interesante conservarlo por la textura que da a la imagen, en vídeo de baja resolución y su proceso de escalado sí puede ser interesante. Es difícil aislar este efecto para comprobar su funcionamiento.

- Eliminación del dentado: al ampliar una imagen de baja resolución a otra que no lo es, aparecen con frecuencia patrones que no deberían estar ahí, como dientes de sierra en líneas oblicuas. El procesado de Samsung detecta estos defectos y suaviza los bordes. Es curioso que el efecto de esto en muchas ocasiones es el de tener una imagen menos borrosa, y de mayor resolución, aunque no lo sea.

- Restauración de bordes: no todo el contenido es igual, hay imágenes más "vectoriales" que otras, consideremos el caso del texto. Un procesado de escalado normal emborronaría los bordes como parte del proceso. Aquí, se detecta que algo es texto y se intenta que sea negro dentro de la letra y blanco fuera de él, pues no tiene sentido amplificar unos bordes grisáceos que no deberían existir.

https://www.youtube.com/watch?v=7gDrbFASxgk

El proceso es relativamente sencillo y similar en cada uno de los pasos. Alimentan una red neuronal con millones de imágenes con su 'defecto' particular, además de la imagen sin él, de forma que la red "aprende" cómo corregir o mejorar cada uno de ellos, y es capaz de hacerlo de forma local –por ejemplo, a un trozo de cielo con banding–. Este banco de imágenes se amplía periódicamente, y Samsung promete actualizar la "fórmula" –así le llaman ellos– que utilizan el procesador para mejorar la imagen. Este proceso final se realiza en tiempo real y sobre cualquier fuente de vídeo, ya sea en streaming o de una fuente externa.

No todo es machine learning, y hay una aplicación también impresionante de este Quantum Processor 8K. Cuando la fuente no es de mucha calidad, el procesado de Samsung elimina de forma impresionante el banding y reduce la presencia de macrobloques en fuentes de baja calidad, como el streaming. Aquí podemos introducir el capítulo 8x03 de Juego de Tronos, con su batalla de Winterfell y las quejas por la calidad de visionado. No es solo que se vea oscuro, sino que el bitrate de este episodio era muy bajo, perfecto para una muestra del poder de este procesado. A continuación se comparan un frame libre de spoilers con y sin la opción 'Vista digital nítida' activada, que podéis comparar con el oscurísimo frame original.

GoT 8x03

Uno de mis miedos con una televisión de tamaña resolución y tanta calidad es algo que vengo observando durante demasiadas generaciones de televisiones de alta gama. Suena contradictorio, pero uno no está viendo películas en Blu-Ray todo el día –es más, hoy no existen fuentes en resolución 8K, y con Samsung fuera del negocio parece un clavo más en el ataúd de los soportes físicos–, y me aterraba ver todo el contenido en Full HD y por debajo con demasiados defectos. Aquí no tenemos un panel demasiado bueno para un contenido mediocre, sino que con el escalado de este el efecto pasa casi totalmente desapercibido.

Hay un defecto que sí veo recurrente en multitud de fuentes, y que no ves hasta que lo ves, y que una vez detectado no puedes parar de buscar en escenas con movimiento, y no necesariamente deportivas. Se produce de forma local sobre transiciones, tanto laterales como verticales, cuando un sujeto enfocado está desplazándose sobre un fondo desenfocado. Básicamente, da la sensación de verse un *tearing* en esos contornos. Ocurre sobre todo tipo de fuentes, aunque no siempre, pero cuando la calidad original es mayor este es menos notorio.

La 'IA' se introduce también en el área del sonido, interpretando la pista y "mejorando" la calidad del audio según el tipo de sonido para hacerlo más agradable o intenso. Esto va desde las frecuencias de la voz, para hacerla más inteligible, a la música para reforzar sus graves. En cualquier caso, el espacio a altavoces de calidad en este Q900R es más bien limitado –ya vimos que es algo más delgado–, y mantiene una distribución 4.2 con 60 vatios RMS. Samsung todavía no sabe hacer magia, y el sonido que sale de ellos desde su base no iguala la experiencia que tenemos en imagen, especialmente a nivel de graves. Si quieres audio de calidad, toca ir a una solución externa como una barra de sonido, que las hay muy buenas, aunque sube de nuevo el precio.

Este QLED brilla

One Connect del Samsung QLED Q900R
David Ortiz.

Samsung eligió un buen nombre para el QLED, pues como he adelantado es camino que tomó la marca para sustituir el OLED, y a fin de cuentas se parece demasiado. En esta entrega con HDR10+ –es decir, con HDR dinámico, con metadatos escena a escena para extender sus capacidades todavía más– se suma a unos brillos brutales de hasta 4.000 nits. Este se queda, eso sí, en los 3.000 en la diagonal de 65 pulgadas probada, pero que sigue siendo un 50% más que el mejor de la clase de 2018. Todo este brillo no se entrega de forma continua ni sobre el panel al completo.

De cara a 2019, Samsung hace algunos progresos de cara competir con el OLED allí donde más le duele a este, que es en su visualización de los tonos oscuros. No es, eso sí, por la vía directa de mejorar los dichosos negros, sino por la capacidad de desplazar toda la iluminación hacia un rango más amplio que hace que junto al Direct Full Array se echen menos en falta en la mayoría de escenas. Pero no se queda ahí. Hay dos ventajas históricas de la tecnología LCD frente al OLED. Una es su capacidad de brillar. La otra es su resistencia al quemado en las zonas más trilladas, efecto inevitable en los diodos orgánicos.

En cuanto al Full Array, algunas reseñas más técnicas de este panel apuntan a algo que yo no he percibido en exceso. Para reducir el blooming característico de las pantallas LCD, como el que se daba hace generaciones de estos paneles –entonces con iluminación lateral– hacia las bandas negras de una pantalla es contraatacar con un 'antiblooming' que va en la dirección opuesta: oscureciendo ligeramente los bordes del contenido para preservar esos tonos oscuros fuera de él. Esto se debe a la todavía limitada cantidad de bloques tras el Full Array, que están en torno a los 500. Con esta animación de Vizio nos hacemos una idea de cómo funciona.

Direct Full Array

Pero también hay otro gran flanco en esta generación que suple, de forma mucho más inmediata, otra de las ventajas del OLED. Samsung implementa una lámina intermedia –entre la iluminación del panel y el LCD como tal– que focaliza la luz y permite una mayor direccionalidad del color y ángulos de visión más críticos. Teorías a un lado, comparando modelos nuevos frente a los de años anteriores como tuve oportunidad durante el pasado Euroforum, la mejora es más evidente: en los nuevos paneles directamente desaparece la imagen lateralmente, sin un ángulo claro en el que empeore de forma brusca. En cualquier caso, y por mucha lámina antirreflejos que lleve, a estos ángulos o bien apagamos la luz o la iluminación ambiente dominará la escena.

Como en toda reproducción multimedia, los hay que prefieren una experiencia más fiel a la original y otros que quieren que este televisor de más de cuatro mil euros ser perciba como tal sin importar qué. Para esto, el Q900R cuenta, como ediciones anteriores, con el modo Película, que es el único que hace respetar el color original y el que más se acerca a los estándares de calibración del espacio DCI-P3 al que apunta. Para mi, la decisión en este sentido está clara y busco más la fidelidad.

Con el resto de características de mejora de la imagen, dependerá fuertemente de la fuente de contenido de la que esté bebiendo el televisor. Si es más robusta, con mayor calidad, no le harán tanta falta algoritmos de mejora de la imagen, pero si es de streaming de fuentes como HBO o de vídeos de YouTube –que en su mayoría no pasan del 1080, y con una compresión que también pone palos en las ruedas– se acabarán agradeciendo y bastante.

En este Q900R, me ha llamado la atención su más que hambriento consumo energético, dándole una 'D' en su calificación de eficiencia. Este puede dispararse por encima de los 300 W, lo que hará que tanto el One Connect –no la encierres– como el panel se calienten sensiblemente. A pesar de ello, apenas se oye el ventilador de su caja funcionar, y aunque es cierto que todavía no estamos a pleno verano y es un extra de calor que bombear al exterior a tener en cuenta.

Por último, Samsung reconoce el espacio que tienen estas televisiones como enorme ventana al mundo del videojuego. Así, reconoce automáticamente cuando conectamos la mayoría de periféricos, incluyendo consolas. En el caso de estas se activa un modo de **input lag reducido** a la sexta parte, de 90 ms a en torno a unos 16 ms. Por comparar, esto se corresponde prácticamente con un frame de juego a 60 fps. Cuenta además con soporte a Freesync, la tasa de refresco variable de AMD, aunque no con G-Sync, la propia de Nvidia. Como nota curiosa, apuntar a la intención de Sony por lanzar la próxima PlayStation 5 con soporte a esta resolución 8K.

La experiencia interactiva

Interfaz del Samsung QLED Q900R
David Ortiz.

El software detrás de las Smart TV de Samsung es tan completamente propio como reconocido en la industria. Basado en Tizen, no hay grandes cambios a nivel de usabilidad, con algunas aplicaciones preinstaladas que apenas lleva unos segundos despedir. Siendo nuevo en este entorno, ciertamente no me costó prácticamente nada hacerme a él y moverme por las distintas aplicaciones y opciones, en un entorno simple y rápidamente familiar.

Prácticamente cualquier servicio multimedia que se precie tendrá aplicación compatible, y en general las más populares funcionan de forma estupenda. Esto mejorará todavía más cuando llegue finalmente iTunes a estas Smart TV, seguramente a tiempo de Apple TV+.

De nuevo, tenemos controles por voz algo limitados con los que podemos interactuar con el televisor a través del micrófono incrustado en su mando, el Premium One Remote. A la espera de Bixby 2.0 que haga más potente la navegación vía voz, sí hecho en falta al menos algo más de tacto en los botones de un mando Bluetooth idéntico al de la generación anterior que apenas mejora, pero con una excusa: ya es muy bueno. Repite también Ambient Display, los fondos de pantalla para decorar el salón cuando no estén en uso, que se vitaminarán también pronto. En el Q900R, eso sí, me genera mis dudas por su elevado consumo energético.

Premium One Remote del Samsung QLED Q900R
David Ortiz.

Este queda ampliado fuertemente por la aplicación Quick Connect, especialmente además si le damos uso desde un teléfono Galaxy –desde el que podemos escribir en los campos de texto, evitando las interminables sucesiones de clics–. Esta, que sirve de centro de mando de la domótica de la marca, permite utilizar su pantalla para controlar el televisor. En cualquier caso, se echa en falta alguna forma más orgánica de desplazarse tanto dentro de los vídeos como a través de menús con muchos ítems seleccionables, en los que el claqueteo se puede hacer pesado.

Es todo un logro la inmediatez con la que está disponible el televisor, prácticamente al pulsar el botón. Eso sí, alguna vez que otra se toma hasta una decena de segundos para ser totalmente operativo. En cualquier caso, es mucho menor que el tiempo que tomaban los televisores de antaño e insuficiente para despistarte con otra cosa.

Samsung QLED Q900R
David Ortiz.

Conclusión

Los televisores 4K son ya relativamente asequibles y es natural que la industria se abra paso a nuevos estándares. Este nuevo salto no es, ni de lejos, tan obvio al ojo humano en la mayoría de situaciones y, aunque lo fuera, no hay demasiado contenido que pueda exprimir todavía ese potencial. Samsung rompe el círculo vicioso del 8K –de que no haya contenido porque no hay tecnología que lo soporte y que no haya –, alguien tenía que hacerlo.

Llega, eso sí, de una forma algo prematura y sin un HDMI 2.1 que permita usar fuentes HDR una vez estas lleguen al mercado, pues hoy son inexistentes. Por otra parte y a fin de cuentas, se podría decir que tanto da –al menos, en parte–, pues el soporte físico es cada vez más residual. Se recurre además de forma dominante al streaming, con evidentes vicios todavía hacia contenido de calidad mediocre, así como a series o películas que llevan ya unos cuantos años disponibles.

Por suerte, Samsung ata estos cabos gracias a su escalado con inteligencia artificial y otras técnicas de procesado más tradicionales que arrojan un visionado final que parece de un remasterizado, todavía eso sí con ligeros fallos como el de los bordes en movimiento. Esta mejora, que es mucho más evidente cuanto menor es la calidad original del vídeo, es opuesta a la que siguen los precios. Por tanto, el mero paso de 4K a 8K quizás salga algo más caro de lo que quieras –o puedas– permitirte.

Por suerte, toda la línea QLED de 2019 cuenta con este escalado, que es a fin de cuentas la gran atracción del Q900R, y es probable que queramos mirar a uno de estos modelos más asequibles y en 4K. Este se suma a una creciente calidad de la tecnología LCD LED con quantum dots, que se pone hoy en la cima de los paneles no-OLED, y acecha en varias de las fortalezas de estos mientras MicroLED se pone a punto –y no es algo que vaya a ocurrir de forma inminente–.

Samsung tiene ya poco que demostrar en el resto de detalles que rodean la experiencia, con un diseño completamente hilado, un mando fantástico y una interfaz potente y sencilla a partes iguales. Lo mismo le ocurre a un catálogo de aplicaciones extenso y de calidad, con grandes fichajes también este año.

Pros

  • No hay vuelta atrás: el escalado mediante deep learning es sin duda el alma de este televisor. También presente en el resto de propuestas de la nueva línea QLED, será el bastón necesario en el que se apoye la transición a las altas resoluciones.
  • El mando, la interfaz, el ecosistema. En definitiva: la experiencia. Es difícilmente superable, aunque esperamos con ganas los nuevos –y próximos– avances.
  • Su brillo máximo es impactante, llegando a ser cegador en ocasiones. La experiencia HDR es más real que nunca.
  • La calidad de imagen continúa robando argumentos al OLED. En esta entrega, sus ángulos de visión.

Contras

  • El 8K aporta, pero sin contenido que lo exprima realmente no encaja el golpe de su precio. Las opciones 4K parecen más razonables, manteniendo el procesado.
  • Un sonido que, sin ser malo, no llama la atención o al menos no a la escala de la imagen. Empuja a completar la experiencia con una solución externa.
  • El consumo energético es, probablemente, demasiado alto.

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