Desde tiempos inmemoriales, una de las mayores obsesiones del ser humano ha sido encontrar la forma de que podamos vivir más años. Desde el emperador chino Qin Shi Huang, que depositó todas sus esperanzas en las supuestas propiedades del mercurio, con lógicos y contrarios resultados, hasta la actualidad, han sido muchos los intentos de formular ese ansiado elixir de la vida. Afortunadamente, hoy en día disponemos de la ciencia, gracias a la cual hemos podido conocer poco a poco los entresijos bioquímicos del envejecimiento y, con ellos, buscar formas de ponerle freno.

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Entre los objetivos más estudiados para ello se encuentran los telómeros. Estas estructuras, ubicadas en los extremos de los cromosomas, sirven como una especie de tapón protector, que impide que se pierda material genético importante en las sucesivas divisiones de la célula. A medida que estas van teniendo lugar, los telómeros se van acortando, por lo que su longitud es un claro indicador del envejecimiento de una célula: cuanto más envejece, más cortos son, hasta que llega el punto en el que ya no puede reproducirse, entra en senescencia y muere. Sabido esto, el esfuerzo de muchos científicos es encontrar una forma de ralentizar este acortamiento. Entre ellos se encuentra el grupo de telómeros y telomerasa del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), dirigido por María Blasco. Y son precisamente ellos los autores de un nuevo estudio, publicado hoy en Nature Communications, en el que muestran cómo han logrado el nacimiento de un grupo de ratones con telómeros más largos, sin necesidad de modificar su genoma.

Una casualidad que dio para mucho

Todo empezó en 2009. El equipo de María Blasco estaba trabajando con células IPS, que son líneas de células adultas a las que se les ha devuelto la pluripotencia o capacidad de generar un organismo completo.

Al cultivarlas, comprobaron que después de varias divisiones los telómeros se mostraban el doble de largos de lo que sería normal en ese caso. Las células IPS, a pesar de ser adultas, se comportan como las embrionarias, por lo que decidieron comprobar si ocurría lo mismo en estas. Y así fue. Observaron que en estado de pluripotencia las células exhiben en sus telómeros ciertas marcas bioquímicas que facilitan su alargamiento a través de una enzima, llamada telomerasa.

Esta enzima juega un papel esencial en la lucha contra el envejecimiento celular. De hecho, el mismo grupo del CNIO desarrolló hace unos años una terapia génica que propiciaba que los ratones vivieran un 24% más de tiempo, sin desarrollar cáncer, gracias a una modificación en su genoma que promovía su síntesis.

No obstante, el hallazgo de 2009 abría las puertas a la posibilidad de conseguir telómeros más largos, sin necesidad de manipular el material genético. Solo era necesario investigar si esas células embrionarias podían evolucionar hasta dar lugar a un ratón completo.

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El trabajo resultante de esta idea se publicó en 2016, también en Nature Communications. En él tomaron algunas de estas células madre embrionarias con telómeros hiperlargos y las inyectaron en un conjunto de mórulas (una de las fases por las que pasa el embrión), que después siguieron un proceso normal de transferencia embrionaria. De este modo consiguieron ratones sanos con telómeros más largos, capaces de vivir más de tiempo que el resto. No obstante, era necesario tener en cuenta que se trataba de quimeras o, lo que es lo mismo, no todas sus células poseían en su núcleo estos cromosomas con extremos más largos. Solo ocurría en un porcentaje de ellas que iba del 30% al 70%. Por este motivo, podría ser que su estado de buena salud se debiera a que el resto de células, en condiciones “normales”, se impusieran sobre el resto.

Por eso es tan importante el estudio publicado hoy, ya que es la primera vez que generan ratones con un 100% de sus células con telómeros hiperlargos. Los roedores resultantes están totalmente sanos, tienen una menor probabilidad de desarrollar cáncer y viven hasta un 13% más, ya que sus células se dividen con normalidad, pero manteniendo siempre ese alargamiento extra. Además, están más delgados, porque acumulan menos grasa, y muestran un menor envejecimiento metabólico, con niveles más bajos de colesterol y una tolerancia más alta a la glucosa y la insulina. Además, al disponer de “tapones protectores” más largos, el daño al ADN a medida que envejecen es menor. Incluso cuentan con una mejor función de sus mitocondrias, las cuales juegan un papel muy importante también en el proceso de envejecimiento.

El envejecimiento no es gradual, pero hay un punto de no retorno

Desde su hallazgo, se ha pensado que la obtención de telómeros más largos podría propiciar el desarrollo de tumores, al facilitar que las células puedan dividirse un número mayor de veces. Sin embargo, este estudio sin precedentes muestra que no es así y que, además, resulta también muy beneficioso a nivel metabólico. Y para ello, como explican los autores en un comunicado de prensa, ha bastado “con alargar el tiempo en que las células embrionarias se mantienen en pluripotencia”. Obviamente, no es lo mismo hacerlo en ratones que en humanos, pero no por eso deja de ser un hallazgo único en la lucha contra el envejecimiento. El objetivo no es vivir eternamente, pero sí hacerlo más tiempo y con mejor salud. Ya hubiese querido Qin Shi Huang saber algo así.