El pasado 30 de julio, medios de comunicación de todo el mundo se hicieron eco de las declaraciones de la modelo Shanina Shaik, al anunciar la cancelación definitiva del famoso desfile de Victoria's Secret.

La marca de lencería llevaba ya varios años luchando con las críticas iniciadas por su exposición constante de un modelo de mujer prácticamente inalcanzable. Esto no solo podría suponer problemas de salud para las propias chicas que se enfundaban las alas sobre la pasarela, sino también para todas aquellas que puedan llegar a pensar que ese es realmente el canon perfecto de feminidad y que, por lo tanto, deberían ponerse como objetivo llega hasta él. A pesar de todo, la decisión de finalizar el evento también ha generado un sinfín de protestas, especialmente en las redes sociales, donde muchas personas se han quejado de que este tipo de iniciativas puedan demonizar la imagen de la mujer delgada. La polémica está servida, ¿pero quién tiene razón?

¿Cómo es la mujer perfecta?

Esta es una pregunta inicialmente subjetiva, que además sufrirá variaciones dependiendo de la época y el lugar en el que se formule. Lo explica a la perfección en su libro Palabras para desnudar un espejo la psicóloga y profesora de la Universidad de Jaén Silvia Moreno.

En el capítulo 5 se describe cómo, desde muy pequeñas, las mujeres de todo el mundo aprenden que hay características físicas que son mejor valoradas por el grupo, pero que no son las mismas en todas las regiones del globo. Por ejemplo, en una tribu de Sudán las mujeres se afeitan la cabeza y las cejas para ser más atractivas, mientras que en Occidente se valoran más las melenas abundantes. Ocurre lo mismo con la ropa e incluso con el peso.

Por supuesto, todo esto depende también de la época. Es algo que puede observarse en el caso del bronceado, pues hace unos siglos era considerado sinónimo de pobreza, mientras que en la actualidad está tan codiciado por hombres y mujeres que algunos incluso ponen su salud en peligro, exponiéndose al sol sin protección adecuada para ello.

El peligro de la teoría de la comparación social

Si centramos la atención en el modelo occidental, por lo general la mujer perfecta es joven, guapa, caucásica, alta, delgada, pero con pechos voluptuosos. Es una imagen a la que estamos continuamente expuestos a través de la moda, pero también de otros muchos medios. Basta con poner la televisión y observar los anuncios que se emiten durante un intermedio. Desde los spots de perfumes hasta los de productos de limpieza, en todos las mujeres que aparecen suelen seguir el mismo patrón.

Esto lleva a que, como espectadoras, muchas mujeres entiendan que esta es la imagen deseable y que, por lo tanto, deberían intentar parecerse a ellas. Dicha premisa da lugar a la Teoría de la comparación social, expuesta en los años 50 del siglo pasado por el psicólogo Leon Festinger. Según él, las personas crean su identidad personal a través de comparaciones con los demás, en atributos y cualidades específicas. Esto puede aplicarse al físico, pero también a otras cualidades, como la inteligencia o el nivel económico. En todo caso, pueden establecerse comparaciones de dos tipos: al alza, si la comparación se hace respecto a alguien considerado como superior, y a la baja, en el caso contrario. Como es lógico, las primeras generan una gran frustración, mientras que las segundas dan lugar a sensaciones opuestas, de bienestar y satisfacción. Y es aquí donde empieza el problema, ya que en la televisión, las revistas o internet no suelen darnos las dos opciones de comparación en lo referente al aspecto físico, pues la mayoría de mujeres que aparecen en estos lugares tienen imágenes muy cuidadas, de modo que siempre será al alza, con la frustración y el malestar que esto supone.

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Aquí empieza el reto de intentar parecernos a ellas, muchas veces a través de pequeños actos tan arraigados que se realizan de forma casi inconsciente. “Cuando nos maquillamos, nos ponemos ropa bonita o calzamos tacones no lo hacemos por nosotras, sino para que nos vean bien, no hay más que ver que si estamos en casa llevamos ropa cómoda y vamos descalzas o en zapatillas”, explica Silvia Moreno a Hipertextual. “Ojo, esto no es algo malo. En realidad es adaptativo, pues es una forma de buscar la aprobación del grupo”. El problema, como también añade la psicóloga, es que a veces los modelos con los que nos comparamos son difícilmente alcanzables y eso genera aún más frustración. No olvidemos que no deja de tratarse de una desmesurada comparación al alza.

Además, la percepción individual de lo que es “normal” o “perfecto” cambia. Esto es algo que ha comprobado el equipo de investigación de Silvia Moreno en repetidas ocasiones. “Cuando preguntamos a una mujer cuál cree que es el peso ideal, el 80% de las encuestadas contesta una cifra inferior a lo que ellas pesan, incluso si ellas se encuentran en normopeso o infrapeso”.

Más teorías

El problema derivado de la comparación social se une a otro, representado por la conocida como Teoría de la auto-objetivación.

La objetivación fue descrita en 1997 por Fredrickson y Roberts en su artículo Objectification Theory y se describe como la tendencia a considerar a las mujeres únicamente como cuerpos sin agencia ni personalidad, que existen solamente por y para el placer de otros. Inicialmente se plantea como un hábito social, de terceros, pero el caso de la auto-objetivación va mucho más allá, pues establece que son las propias mujeres las que participan en esta cosificación de su persona.

“Esto se ve especialmente en chicas muy jóvenes”, narra la psicóloga al otro lado del teléfono. “Por ejemplo, puede verse en las fotos de Instagram, en las que muchas posan de una forma sexualizada, sin ni siquiera darse cuenta”.

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De nuevo es algo fruto de la sobreexposición a imágenes de este tipo, que tienden a verse como normales. “Incluso en una noticia sobre un estudio acerca del sueño se puede encontrar la fotografía de una mujer guapa y delgada en la cama, quizás con una pose sugerente”.

También los hombres

Los hombres también sufren las consecuencias de la comparación social y la exposición a ciertos modelos en los medios de comunicación, aunque esto último no es tan evidente. Sin embargo, en su caso hay una clara diferencia y es que las comparaciones y las inseguridades suelen aparecer a partir de la pubertad. Esto se debe a que antes de ese momento no han recibido ningún tipo de mensaje que les induzca a querer parecerse a nadie. “El caso de las niñas es diferente, pues desde pequeñas recibimos regalos como maquillaje, bolsitos o muñecas para peinar, que nos hacen entender que es importante que nos arreglemos y nos vean bien”.

¿Qué papel juega Victoria's Secret en todo esto?

La imagen de modelos extremadamente delgadas era más grave en las décadas de los 80 y los 90, según cuenta Silvia Moreno. Afortunadamente, con el tiempo el boom del movimiento curvy, en el que se reivindica la presencia en los medios de las mujeres reales, ha llevado a que esta tendencia en las pasarelas vaya desapareciendo y solo perdure en casos muy concretos, como los desfiles de Victoria's Secret.

A raíz de las críticas recibidas por ello en temporadas anteriores, la firma había intentado ser más inclusiva, añadiendo a sus filas a modelos como la canadiense Winnie Harlow o la húngara Barbara Palvin. La primera, que también ha protagonizado spots de otras marcas, como Desigual, es famosa por lucir con orgullo su piel llena de marcas blancas a causa de una enfermedad cutánea, conocida como vitíligo. Es muy loable que incluyan a este tipo de mujeres en sus desfiles. Sin embargo, Harlow mide 1’75 metros y pesa 55 kilogramos, lo cual supone un índice de masa corporal de 18; que, según la calculadora del Centro para el Control y la Prevención de las Enfermedades, la situaría en una situación de bajo peso. En el caso de Palvin, la empresa decidió contratarla con la intención de añadir a sus ángeles a una modelo “curvy” o de “talla grande”. Sin embargo, la joven tiene exactamente las mismas medidas que la canadiense, por lo que cualquier parecido con una mujer realmente curvy sería pura coincidencia.

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Que todas estas modelos sean representadas como el prototipo de mujer deseada no hace ningún bien a quienes ya se encuentran bombardeadas en otros medios por imágenes que solo permiten las comparaciones al alza. “Como consecuencia pueden darse trastornos de la conducta alimentaria, pero estos no son los más frecuentes”, recuerda la profesora de la Universidad de Jaén. “Son mucho más comunes los casos de ansiedad y depresión, que en muchas ocasiones ni siquiera llegan a diagnosticarse”.

¿Qué pasa con las delgadas?

La decisión de cancelar el desfile ha generado todo tipo de críticas en redes sociales. Muchas mujeres se quejan de que de este modo se promueve la “delgadofobia” o, en el otro extremo, de que se incita a la obesidad. ¿Pero es esto cierto?

“Hay que tener en cuenta que las mujeres reales son las extremadamente delgadas también”, aclara Moreno. “Si se tiene de manera constitucional natural no es malo. Lo importante es la salud”.

En este punto cabe recordar que el índice de masa corporal es solo un dato orientativo, pues no todo en el peso es grasa. Se deben estudiar también otros factores como la masa ósea o el músculo. De hecho, hay mujeres que aparentan sobrepeso, pero que en realidad son más voluminosas por su constitución y, en realidad, están mucho más saludables que una persona mucho más delgada. Igualmente, hay mujeres muy delgadas que siguen una dieta adecuada y se encuentran en un estado perfecto de salud.

“El problema surge cuando tanto el sobrepeso como la delgadez no son genéticas, sino forzadas, en el caso de la obesidad por comer mal y no hacer ejercicio, y en el de la delgadez por obsesionarse con la pérdida de peso”.

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En definitiva, las personas tenemos por genética un margen en el que oscilamos y para salirnos de él, por arriba o por abajo, debemos hacer un gran esfuerzo, que no resulta saludable. “Somos como un péndulo”, explica la especialista consultada por este medio. “Se puede mover de un lado a otro, pero en el momento que se deja vuelve al centro”.

Cita como ejemplo el de algunas actrices, como Liv Tyler, que deben seguir dietas estrictas para representar algunos papeles, pero que en el momento que vuelven a la normalidad se muestran con mucho más peso. “Se suele decir que son unas dejadas o que se han abandonado, pero en realidad es simplemente que han dejado de forzarse”.

Todo esto lleva a que, independientemente de que haya o no un trastorno, la mayoría de mujeres tengan problemas más o menos agudizados de insatisfacción con su aspecto físico. Es algo para lo que el equipo de Silvia Moreno ha desarrollado Unica Project, un programa gratuito, compuesto por encuestas y ejercicios con los que se pretende que mujeres de todo el mundo puedan lidiar con su insatisfacción corporal o, incluso si no los tienen, con todos esos clichés que asumimos como normales.

Es difícil acabar con todo aquello que nos han enseñado durante décadas que es normal para la mujer. Quizás un buen paso para conseguirlo haya sido cortar las alas a los ángeles de Victoria's Secret. Al fin y al cabo, en este caso cortarlas podrá ayudar a muchas mujeres a volar más alto.

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