Cuando se cumplen 50 años de la llegada de los primeros humanos a la Luna, en 1969, el satélite parece haberse vuelto a poner en el punto de mira de varias potencias, y lo que parecía impensable hace unos años, también de varias empresas privadas.

La llegada de Armstrong, Aldrin y Collins en el Apolo 11 supuso el punto culminante a una carrera espacial que se daba en un contexto muy distinto al actual. La antigua Unión Soviética y Estados Unidos llevaban décadas librando su particular batalla tecnológica en el contexto de la Guerra Fría. Una huida hacia delante que solo se cerró con las icónicas imágenes de la bandera de barras y estrellas rígida para simular que ondeaba en la Luna.

Hoy los actores han cambiado y las intenciones por volver a pisar el satélite también. Ya no se trata solo de un movimiento simbólico -que también- sino de posicionarse de forma estratégica de cara al futuro de la exploración espacial y la posible obtención de recursos lunares. Estados Unidos tiene la intención de volver a pisar el satélite en 2024, mientras que China mostró su autoridad en enero al situar por primera vez un rover en la cara oculta de la Luna, al tiempo de que ya hay empresas tanteando la posibilidad de ofrecer viajes turísticos en el futuro. La carrera hacia la Luna está hoy, seguramente, más abierta que nunca.

Pasado y futuro de la exploración lunar

Estados Unidos: regreso en 2024 si el presupuesto se lo permite

Existe la pregunta recurrente de por qué el ser humano no ha regresado a la Luna si se consiguió con elementos técnicos mucho más rudimentarios que los actuales. Y la respuesta es la misma que puede ser el gran hándicap de Estados Unidos para regresar próximamente: dinero.

Tras el Apolo 11 con Armstrong y Aldrin, otros diez astronautas norteamericanos volvieron a pisar la Luna como continuación del mismo programa, el último de ellos Eugene Cernan en 1972. Desde entonces el elevado coste y las pocas expectativas de obtener mayor información o valor con nuevas visitas ha dejado a la Luna como un hito al que no se ponía demasiado intención en repetir.

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George W. Bush intentó en 2004 retomar la idea de regresar a la Luna financiando el llamado proyecto Constelación, pero tras la llegada a la Casa Blanca de Barack Obama este se vio obligado a recortar sus presupuestos debido a la crisis mundial galopante con la que inició su mandato. Ahora, bajo la Presidencia de Donald Trump, las intenciones norteamericanas por volver a la Luna se han reestablecido.

En marzo de este año el vicepresidente Mike Pence ordenó a la NASA llevar a cabo la denominada misión Artemisa (hermana de Apolo en la mitología griega) con el objetivo de llevar de nuevo tripulación norteamericana a la Luna -esta vez incluyendo también mujeres- para 2024, adelantando la previsión anterior de 2028. La NASA quiere realizar estas nuevas misiones de forma gradual a bordo de la nave Orión en colaboración con la Agencia Espacial Europea.

Orión
Recreación de la Orión junto a la Deep Space.

La Orión -renombrada también como MPCV- ya realizó en 2014 un primer vuelo de prueba no tripulado a la alta órbita terrestre, y los planes de la NASA son que para 2020 se haga un primer viaje hasta la órbita lunar ya con tripulación. Finalmente, tras varios vuelos más, la misión concluiría en 2024 con nuevos humanos alunizando en el polo sur del satélite, donde las reservas de agua se estima que son abundantes.

Sin embargo, hay algunos analistas que creen que el plan de Trump es demasiado precipitado por la falta de fondos y de tiempo. Sin ir más lejos esta semana el Presidente se veía obligado a pedir al Capitolio un reajuste presupuestario de 1.600 millones de dólares para mantener en los plazos previstos del proyecto Artemisa, fondos que de adjudicarse deberán ser retirados de otras partidas. Jim Bridenstine, actual gerente de la NASA, comentó en una entrevista a The New York Times que “el regreso a la Luna ayudará a volver a posicionarse a Estados Unidos como referente espacial”, al tiempo que estimaba que toda la misión rondara los 20.000 millones de dólares.

¿Cómo podríamos vivir en la Luna?

Los planes de Estados Unidos con respecto a esta misión pasan además de forma fundamental por construir una nueva estación espacial, la Deep Space Gateway, en colaboración con los mismos socios que la ISS; esto es, la ESA, el Roscosmos ruso, la JAXA japonesa y la CSA canadiense. Esta nueva estación, que se quiere que esté operativa en una primera fase en el próximo lustro, serviría para prestar asistencia en viajes hacia destinos más alejados, con la vista puesta en Marte, así como conexión futura con la llamada Moon Village, proyecto también colaborativo de la ESA de lo que podría ser una primera base permanente en suelo lunar.

De China a la India o Israel: otros muchos actores implicados

China es sin lugar a dudas el principal rival de Estados Unidos en esta carrera por la Luna. El gigante asiático ya marcó a qué nivel juega cuando en enero de este año consiguió que la sonda Chang'e 4 instalara un rover en la cara oculta de la Luna.

Crédito: Administración Nacional del Espacio de China

China ya ha enviado cinco misiones distintas hacia la Luna en los últimos años. La primera, enviada al espacio el 24 de octubre de 2007, obtuvo los datos necesarios para crear el mapa 3D más preciso y con mayor resolución de la superficie de nuestro satélite, y los próximos las Chang'e podrían intentar volver a la Tierra transportando muestras de suelo lunar.

Poco se sabe más sobre sus planes o su presupuesto, aunque Space Foundation calcula que los chinos dedican unos 7.600 millones de dólares al año a la exploración espacial, algo menos de la mitad de lo que invierte la NASA. Con todo, su pujanza y sobre todo no depender de negociaciones políticas para destinar presupuestos como tiene que hacer Estados Unidos por su carácter dictatorial, sitúan a China como uno de los países que podrían jugársela y adelantarse al resto, y hay quien elucubra que intentando mandar a la primera mujer a la Luna antes que EE.UU.

El ‘alunizaje’ de Chang’e 4, el tercer hito espacial en cuatro días

Además del gigante asiático, hay varios países más implicados que han manifestado alguna intención de viajar a la Luna, aunque sea de forma no tripulada:

  • Rusia: según el Roscomos, existen proyectos para 2024 y 2028 de mandar sus propias misiones, aunque se pone en duda su capacidad económica para hacerlo. Mientras, colabora en misiones internacionales como la citada de la estación Deep Space.
  • India: el país hindú quiere demostrar su pujanza tecnológica consiguiendo situar una sonda en la Luna. De momento no lo ha conseguido. Su último intento, esta misma semana con el La Chandrayaan-2, acabó anulándose por problemas técnicos.
  • Israel: el pequeño país judío intentó gracias a una fundación sin ánimo de lucro llamada SpaceIL enviar un pequeño módulo de aterrizaje robotizado este mismo año, pero se estrelló. Habría sido la primera misión lunar privada que hace algo así.
  • Japón: el país nipón, que nunca ha descuidado su colaboración espacial, se encuentra actualmente trabajando con Toyota para crear un nuevo tipo de rover de altas prestaciones que también querría llevar en próximos años a suelo lunar.

La privatización de la carrera espacial

Sin embargo, como comentábamos, si en algo difiere la actual carrera por volver a la Luna de la de la Guerra Fría es, además de por los actores, por la presencia de empresas privadas.

La Crew Dragon de Space X en las instalaciones de la NASA.

Más allá las ideas de algunas compañías como Blue Origin de Jeff Bezos o Virgin Galactic de anunciar su intención de llevar a turistas al espacio más pronto que tarde, estas juegan un valor importante como posibles prestadoras de servicios para la NASA. Experiencias cada vez más satisfactorias, como las de los Falcon Heavey o su cápsula Crew Dragon de Space X llegando a la ISS, o el anuncio de Bezos este mismo año de que están construyendo su propio módulo lunar hacen pensar de su potencial a futuro.

Hay que tener en cuenta que desde 2011, momento en el que se clausuró los programas con transbordadores espaciales, la NASA tiene una gran dependencia de Rusia y sus Soyuz para poner a sus astronautas en órbita. Ahora, gracias a acuerdos con Space X o Blue Origin, estamos a la puerta de ver los primeros viajes espaciales comerciales para misiones de agencias estatales, algo que hará que de nuevo la NASA vuelve a ser completamente independiente de actores de otros estados, aunque no de estas empresas.

¿Y por qué volver a la Luna? Como 'parada' hacia Marte y fuente de recursos

La gran pregunta que quizá quede por responder aún es para qué. Para qué tantas naciones y empresas quieren llegar a la Luna. Algo se sabe ya seguro. El polo sur de la Luna parece rico en agua congelada, lo que da pie a asentar una base allí de la que obtener del líquido elemento oxígeno respirable e hidrógeno como combustible.

De conseguir que esto sea práctico y medianamente barato, la Luna se convertiría en una especie de estación de servicio con rumbo a otros lugares más lejanos, con la vista puesta lógicamente en Marte. Aún no tenemos una idea concreta de cuándo podremos pisar el plantea rojo, aunque algunas estimaciones de la NASA lo han situado en la década de 2040. Lo que está claro es que es imposible de predecir. Thomas O. Paine, jefe de la NASA durante las misiones Apolo, auguró tras la llegada en 1969 que para finales de los 80 el hombre habría llegado a Marte. Se adelantó un poco.

Además de esto, la Luna puede ser una fuente mayor de materiales finitos en la Tierra, como ciertos tipos de minerales, tierras raras o incluso Helio 3, la aventurada como próxima fuente de energía del futuro. Todo con los intereses económicos que puede derivar de ello, a pesar de que el Tratado del Espacio Ultraterrestre de 1967 diga muy claro que los posibles recursos celestes no pueden ser reivindicados por un estado al pertenecer al conjunto de la humanidad.