Dicen que algo que se aprende cuando eres pequeño no se olvida nunca. Desde luego, los niños son verdaderas “esponjas de conocimiento”, que asimilan conceptos con gran facilidad y en muchos casos los retienen para el resto de sus vidas. Por eso es tan importante que durante esa etapa reciban una educación acorde a su edad, pero sin información falsa.
Por desgracia, en algunas ocasiones al intentar simplificar los conceptos se puede caer en falsos mitos y datos equivocados, que serán arrastrados en la mente de los niños año tras año, como un mal vicio difícil de abandonar. Esto es lo que ocurre en muchos libros de texto, tanto de educación primaria como secundaria. De hecho, cada vez es más frecuente encontrar en redes sociales quejas de usuarios que alucinan al toparse con ciertos conceptos mientras ayudan a sus hijos o a otros niños allegados a estudiar la materia. Lógicamente, en muchos casos se trata de erratas, fruto del despiste. Sin embargo, en otras ocasiones supone la difusión de información falsa o anticuada, relacionada especialmente con la biología, aunque también con otras materias. Estos serían algunos de los errores más repetidos.
Incoherencias en la pirámide alimentaria
Uno de los primeros datos que aprendemos en el colegio, en lo que a nutrición se refiere, suele ser la pirámide nutricional. Como su propio nombre indica, se trata de una pirámide, en la que los alimentos se clasifican en grupos, situados desde la base hasta el vértice superior, en función de la regularidad con la que deben tomarse: los de consumo habitual abajo y los de consumo ocasional arriba del todo. Aunque la primera de estas pirámides se desarrolló en los años 70, la que solemos ver con más frecuencia fue la que desarrolló en 1992 el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos. Con el tiempo ha sufrido varias revisiones, en las que se ha ido dando importancia a factores más allá de la alimentación, como el ejercicio físico. Sin embargo, en 2011 se dejó un poco a un lado, después de la aparición del esquema MyPlate, un diagrama ideado por científicos de la Universidad de Harvard que representa qué proporción de cada grupo de alimentos debe incluirse en un plato. Concretamente, se indica que la mitad deben ser vegetales y frutas, un cuarto alimentos a base de granos integrales y el otro cuarto proteínas saludables.
Pero esta evolución en la educación nutricional no se manifiesta en la mayoría de libros de texto a día de hoy. De hecho, normalmente sigue predominando la pirámide inicial, en la que se sitúan en la base los lácteos y las harinas refinadas, mientras que para encontrar la fruta y los vegetales es necesario subir un escalón. Este es un error grave, según la mayoría de expertos, pues no solo se está dando información falsa a los niños, sino que se les están dando unas pautas incorrectas para su alimentación, que a la larga podrían afectar a la salud.
Ojo con el azúcar
Siguiendo con el delicado tema de la nutrición, es importante que los niños tengan claros qué azúcares son saludables y cuáles no. Quizás en primaria sea muy pronto para hablarles de metabolismo y azúcares libres, pero tampoco se debería caer en afirmaciones como la que mostraban desde azúcar.org en su cuenta de twitter hace apenas un mes. En la publicación mostraban la fotografía de un libro de 5º de primaria, en el que se explica que el cerebro necesita glucosa para funcionar (hasta ahí bien) y que por eso en la dieta no pueden faltar alimentos como el azúcar, las patatas, las legumbres, los cereales y alimentos derivados de estos como el pan, las galletas o la pasta. Ni rastro de la fruta, cuando se trata de la fuente de glucosa más sana a la que se puede recurrir. Además, es bastante grave afirmar que no deben faltar en la dieta alimentos como las galletas, cuando se trata de productos que normalmente contienen un alto contenido en grasas y azúcares libres, poco saludables.
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Errores en la percepción de sabores
Recientemente, la divulgadora y neurobióloga Conchi Lillo publicaba en su cuenta de Twitter la imagen de un epígrafe del libro de ciencias naturales de su hijo, de 4º de primaria. En él aparece el típico mapa de los sabores de la lengua, que la mayoría de nosotros estudiamos en el colegio. El problema es que llevamos muchos tiempo estudiándolo mal, ya que este esquema fue desmentido hace más de cuarenta años, en un estudio publicado por la investigadora Virginia Collings, en Perception & Psychophysics. Desde entonces se sabe que las papilas gustativas no están especializadas en distintos sabores, como se especifica en el mapa tradicional, sino que se distribuyen por igual por toda la lengua y cada una de ellas puede diferenciar todos los sabores. Es cierto que puede haber pequeñas diferencias en la sensibilidad, pero sin seguir patrones concretos.
Pero el error no queda ahí, según ha contado Lillo a Hipertextual, ya que tampoco incluye el umami, un sabor para el que hace más de diez años que se descubrió que tenemos receptores. "Ni siquiera el mapa de los sabores está bien", añade la profesora de la Universidad de Salamanca. "Según la teoría inicial, el sabor amargo está en el fondo de la lengua, pero en este libro aparece el ácido".
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Por el momento Lillo no ha logrado que le contesten desde la editorial. "Es importante que se revisen este tipo de contenidos, porque mi hijo tiene una madre que es bióloga, pero no todos los padres tienen por qué saber detectar estos errores", expone. "Al final lo que puede ocurrir es que estos conceptos erróneos se queden arraigados y sea muy difícil cambiarlos". Por otro lado, también incide en la importancia del trabajo del profesor. "Aunque los conceptos estén en el libro el profesor no tiene por qué utilizarlos todos. Algunos propondrían muchas formas de trabajar el contenido en clase y desmentir los errores. Otros, en cambio, se ajustan estrictamente a lo que pone en el texto y no aceptan correcciones".
Los reinos de la naturaleza ya no son cinco
A raíz de la publicación de Lillo otros muchos científicos y divulgadores aprovecharon para comentar otros errores similares que han encontrado en libros de texto. Este es el caso del biólogo y director de la empresa de comunicación Laniakea Óscar Huertas, que apuntaba al típico error de clasificar los seres vivos en cinco reinos: animales, plantas, hongos, protistas y moneras. Esta fue, en efecto, la clasificación que permaneció vigente durante años. Sin embargo, con el tiempo se fueron detectando factores que hicieron necesario determinar una nueva. “El reino moneras es polifilético, por eso ahora se descompone en arqueas y eubacterias”, explica Huertas a este medio. “Ocurre lo mismo con los protistas, que también es polifilético”.
Por eso, hoy en día se establecen siete reinos: arqueas, eubacterias, protozoos, cromistas, hongos, plantas y animales. Esta clasificación definitiva es la que se establece en el Sistema del Catálogo de la Vida, desarrollado en 2015. Se podría permitir que no se llegue hasta ahí, al haber pasado un periodo de tiempo relativamente corto. Lo que resulta preocupante es que se sigan utilizando reinos tan desfasados como moneras o protistas. “No se habla de moneras desde la clasificación de Woese, de 1977, y los protistas no se llaman así oficialmente desde 1938”, aclara el divulgador científico. “No es que no se hable de CRISPR, que es nuevo, estamos hablando de un retraso considerable”.
Las pseudociencias irrumpen en las aulas, y no para bien
Uno de los ejemplos más peligrosos de errores en los libros de texto es la introducción de la homeopatía como un tratamiento útil. Y por desgracia es algo que ocurre, como se puede observar en el tuit que publicaba el año pasado el farmacéutico Alfredo Montero en su cuenta de la red social. En él se podía observar la foto de la portada de un libro de la asignatura de cultura científica, de 1º de Bachillerato, junto a otras dos imágenes de su contenido. En ellas, si bien se habla de las ideas de los defensores y los detractores de estas técnicas, se contempla la homeopatía como un tratamiento basado en “curar las enfermedades administrando al paciente muy diluidos productos que, sin diluir, provocarían síntomas similares a los que presenta”. Más grave todavía es el caso que mostraba también en Twitter la usuaria TeacherNerea. En esta ocasión, aparece la imagen de un texto en el que se deben subrayar las palabras, frases e ideas más importantes. Hasta aquí todo estaría bien si no fuera porque presenta la acupuntura y la homeopatía como “otras maneras de curarse”.
La homeopatía se cuela en el examen del MIR
Ante este tipo de textos es importante que los profesores que imparten las asignaturas refuercen el pensamiento crítico de los alumnos y les animen a leer más bibliografía sobre el tema, hasta comprender que realmente son técnicas sin eficacia, que pueden poner en peligro la vida de una persona, tanto directamente, como por abandono de los tratamientos que sí pueden curar enfermedades. No es grave que los estudiantes conozcan la existencia de estos “tratamientos”, lo grave sería que piensen que realmente sirven para algo.
Una errata que dio mucho que hablar
Los editores de libros de texto son seres humanos, por lo que también cometen errores que nada tienen que ver con falta de actualización de los conocimientos científicos. Simplemente, se puede escapar en algún lugar incorrecto una tilde, una hache, un signo de puntuación o incluso un dedo. Sí, sí, un dedo. Eso es lo que le pasó este verano en México, cuando algunos padres comenzaron a comprar el que sería el libro de matemáticas para el nuevo curso de sus hijos, de segundo de primaria. En la página 161 se explicaba la diferencia entre una cuarta y un palmo de un modo muy instructivo, con imágenes de una mano. Pero una mano un poco peculiar, pues no tenía cinco, sino seis dedos. En su momento generó un gran revuelo, plagando las redes sociales de publicaciones sobre el tema, la mayoría con tono de humor. Y es que en este caso no supone ningún peligro para la educación de los niños. No van a pensar que las manos suelen tener seis dedos, aunque en algunos casos pueda pasar, por supuesto. Pero los temas desactualizados, que obligan a los estudiantes a memorizar conocimientos que no son ciertos, sí que puede ser un problema, por lo que es importante comunicarlo a la editorial o a los profesores cada vez que se identifique uno de estos gazapos. Por el bien de todos los niños que lo tendrán que estudiar.