El examen de MIR de este año, que se celebró el pasado sábado, 2 de febrero, ha dado mucho que hablar, en todos los sentidos. La dificultad de las preguntas, mayor que la de otros años, y el hecho de que un error en la plantilla obligó a empezar el test veinte minutos más tarde llevó a que la mayoría de examinados salieran de la prueba con una mezcla de nervios, decepción y miedo a los resultados, que posiblemente permanecerá hasta que se publiquen las plantillas, mañana mismo. Pero no todo ha sido malo. Este año el examen ha hecho historia, por ser la primera vez que la homeopatía ha aparecido en una de las preguntas. Y en ella no se hablaba a su favor, por supuesto.
Señala la incorrecta
La noticia incendiaba las redes sociales el mismo sábado, después de que el tuitero, médico y divulgador científico Ignacio Crespo, quién también se presentaba al examen, publicara en su cuenta de la red social una imagen de la pregunta en cuestión. En ella, se daban cuatro opciones diferentes sobre la homeopatía y se pedía que se seleccionara la opción INCORRECTA.
Crespo marca con un círculo que la respuesta incorrecta, y por lo tanto la que había que señalar, era la 3. Pero también hace hincapié escribiendo el número al margen. Queda claro que sabe muy bien que las otras tres opciones son totalmente verdaderas, en relación con esta pseudoterapia. ¿Pero por qué?
La primera opción afirma que para un mismo síntoma la reproducibilidad en la selección de remedios entre homeópatas expertos es baja. Entre otros factores, para que una investigación científica pueda considerarse aceptable es necesario que se pueda reproducir. Es decir, que otro equipo de científicos obtenga los mismos resultados al poner en práctica su protocolo. En el caso de la homeopatía, uno de los factores que le quitan credibilidad es la limitada reproducibilidad que se da en la selección de tratamiento para un mismo síntoma. Si varios homeópatas optan por tratamientos totalmente diferentes para una misma afección, es señal de que sus efectos no son tan óptimos como deberían. Sí que es cierto que en medicina convencional puede ocurrir que dos médicos receten fármacos diferentes para una misma afección, pero siempre siguiendo una línea muy clara, adaptada a las necesidades del paciente.
El engaño de la homeopatía
La segunda opción apunta a que la evidencia actualmente disponible indica que los remedios homeopáticos no son más efectivos que el placebo. Efectivamente, es una afirmación correcta, ya que los estudios más completos que se han llevado a cabo al respecto no encuentran diferencias entre placebo y homeopatía. Es importante remarcar que se trata de los estudios más completos. Para que sean aceptables, se deben seguir una serie de pasos muy concretos, entre los que destaca el uso del doble ciego, en el que ni los voluntarios ni los profesionales que les administran el tratamiento sepan si están utilizando el placebo o el “fármaco”.
La tercera respuesta asegura que la homeopatía sostiene que el remedio correcto es aquel que produce síntomas contrarios a los que padece el paciente. Esta es la opción incorrecta y, por lo tanto, la que había que señalar. La razón es que lo que afirman los defensores de esta pseudoterapia es que “lo semejante cura lo semejante”, por lo que se debe recurrir a compuestos que produzcan síntomas similares a los del paciente. De hecho, se dice que el padre de la homeopatía, Samuel Hahnemann, llegó a esta conclusión después de tomar una sustancia utilizada para tratar la malaria, llamado quinina, y comprobar que padecía síntomas similares a los de la enfermedad. Lo que él no sabía es que era alérgico a este compuesto y que, precisamente por eso, al ir reduciendo la dosis su malestar fue disminuyendo. Finalmente concluyó que era necesario diluir muchísimo el compuesto. Tanto que, en realidad, al final solo quedaba agua.
Por qué los productos homeopáticos seguirán llamándose medicamentos
Bueno, agua y azúcar, como se explica en la cuarta opción de la pregunta del examen MIR. En ella se describe que la mayoría de las preparaciones homeopáticas consisten en píldoras de sucrosa impregnadas con una sustancia pulverizada diluida repetidamente en agua y alcohol hasta llegar a concentraciones prácticamente indetectables. Más allá del hecho comentado en twitter de que en castellano sería algo más correcto cambiar sucrosa por sacarosa, todo lo demás es cierto. Cuando tomamos un remedio homeopático, principalmente estamos consumiendo agua y azúcar. A precio de oro, claro.
En definitiva, es importante que este tipo de preguntas aparezcan en exámenes como el que deben superar los médicos antes de comenzar su residencia. Es muy triste que todavía, con todo lo que se sabe sobre este tipo de tratamientos, haya médicos que la sigan recetando, especialmente en pediatría o para trastornos relacionados con la ansiedad. Es importante que los pacientes a los que prescriben homeopatía lo denuncien en su centro sanitario, pero también es necesario concienciar a los profesionales médicos desde sus inicios, para que comprendan que recetar estos “medicamentos” no es muy diferente a recetar caramelos. Ojalá la mayoría hayan respondido bien a esta pregunta.