¿Dónde se encuentra la universidad y la empresa? Esta pregunta podría carecer de sentido si ambos sectores estuvieran alineados en origen. La realidad es que, durante años, estos dos elementos se han tratado como dos polos opuestos. Un camino para nada parejo que ha dado como resultado una universidad que veía a la empresa como el lugar perfecto para colocar a sus cientos de estudiantes deseosos de lograr una beca y una buena cifra de una aproximación a la inserción laboral. Las empresas, por su parte, tampoco veían a las universidades como aquellos templos de conocimiento y cantera de talento. Es, se mire por donde se mire, el fracaso de la universidad como concepto. Como resultado, amén de otras magnitudes socioecnómicas, ha generado una de las mayores cifras de paro juvenil de nuestra historia. Alcanzando más de 50% en sus peores momento, y rozando el 30% al cierre de 2018, el paro juvenil ha sido uno de los mayores caballos de batalla para las instituciones en los últimos años.

Víctimas directas de la crisis económica y una transformación del universo de las empresas, lo cierto es que falta de entendimiento entre unos y otros ha generado el conocido ambiente de desánimo entre los estudiantes. Sistemas educativos de épocas ya pasadas, procesos lentos que tardan años en aprobar planes educativos que pasarán a la historia antes de ver la luz, situaciones políticas que salpican la actividad de los centros de estudio y una velocidad, sin precedentes, en lo que a nuevas profesiones se refiere serían solo algunas de las causas de esta situación.

Huelga decir que una de las experiencias que más éxitos ha granjeado en ese intento de unión entre empresas y universidades ha sido Banco Santander. Una empresa privada con forma de banco que, a través de Santander Universidades, fue pionera en ese intento de conexión. Precisamente de esa experiencia salen Salvador Medina e Inés Maqueda, fundadores de Valhalla. Un emprendimiento que, en un intento de exportar el éxito de Santander, se replique para todo tipo de empresas en España. Habiendo trabajado ambos durante años con universidades, la realidad es que era un camino lógico para ambos emprendedores. Y, aún así, la idea de Valhalla ha ido cambiando con el tiempo. "Inicialmente tomamos un camino, acompañando a las universidades en su proceso de modernización y transformación digital para encontrarse con las empresas; pero en este año y medio, viendo lo que necesitaban las compañías, nos dimos cuenta de que había que pivotar un poco para aportar valor a las empresas a través del talento universitario", explica Salvador, replicar ese acercamiento creado por Banco Santander:

>"Las universidades crearon las oficinas de investigación para crear la conexión entre la universidad y la empresa. Santander lo hizo al revés, creó una unidad para acercarse a las universidades a través de un equipo especializado. Vimos una oportunidad en hacer que las empresas se acerquen a las universidades".

¿Cómo acercar a la empresa a la universidad? Ese es el reto de Valhalla. Ese salón ubicado en el centro de Asgard, la ciudad de los dioses nórdicos, donde van a parar los héroes de su mitología es el símil que usan desde la compañía para encaminar la actividad de sus clientes. "Hay que explicarle a las empresas para qué van a acercarse a las universidades: cazar talento, innovación, para hacer que sean sus clientes… en base a lo que necesiten, hacemos un estudio de qué es lo más interesante", argumenta Inés, pero lo más relevante es que comprendan que "la innovación es algo accesible y que esta se produce en lugares singulares".

Salvador Medina & Inés Maqueda - Valhalla founders

El caso de Estrella Galicia

La famosa compañía cervecera fue uno de sus clientes de éxito; buscaban una manera de acercarse a la innovación a través del talento emprendedor. Fue a través de Valhalla. Tras lanzar un concurso, que buscaba proyectos que resolviesen la larga lista de problemas que podría tener una compañía de ese estilo, eligieron las mejores ideas. Estas se encuentran en fase de creación para, posteriormente, ver si se integran o no en la estructura de Estrella Galicia. "Lo que pase después de la incubación depende de las propias compañías, pero lo lógico es que exista un camino conjunto", añaden.

Pero, ¿quién soporta todo este proyecto? Aquí apuntan algo curioso:

>"Cuando hacemos un llamamiento y se presentan cientos de jóvenes con ideas super curiosas y super imaginativas. Te das cuenta de la cantidad de gente que quiere emprender y tiene ideas".

Esto ayuda, además, a mejorar los periodos de creación e incubación de empresas. Jóvenes con grandes ideas, ya maduradas, que a falta de pulir algunos aspectos de la formación de una empresa viable, apuestan por el emprendimiento ya antes de cursar sus estudios superiores.

Esto lleva a algo interesante para el sector: el sistema no solo es apto para grandes compañías, también para pequeñas y medianas empresas que quieren iniciar un cambio. "Las PYMES son el grueso de las compañías de este país y de las que nadie se preocupa. Nadie les ha puesto en el radar, pero las nuevas generaciones llegan y quieren innovar en esas empresas. Lo que estamos haciendo es que busquen fuera de su entorno para que encuentren las mejores soluciones", explica Salvador. Todo el proceso de creación del proyecto es libre. Puede ser abierto o cerrado, tener unos u otros objetivos, pero todos se dirigen a la innovación dentro de la empresa en base a talentos nuevos.

La universidad retornando a sus orígenes

La lucha actual, muy presente en un gran número de sectores en este momento, por lo digital y lo analógico ha pasado muy de puntillas por las aulas de las universidades. La eterna idea del "a este sector nunca llegará" también afecta a la educación. Y uno de sus problemas, apuntan los fundadores de Valhalla es su concepción:

>"La universidad debe ser líquida, tiene que estar antes durante y después, como una rosa de los vientos que se expande a todos lados. Por qué no puedes empezar a estudiar cosas de la carrera en el colegio, o por qué no va a estar en la formación continua. El 65% de los procesos de aprendizaje nacen fuera de los centros educativos".

Con procesos de aceptación de grados que duran más de tres años, más que lo que esa especialización tarda en extinguirse, es ahora cuando la universidad tendría que ser mucho más sensible a los cambios. Abren el debate, además, de que quizá el hecho de pasar cinco años en la universidad es demasiado tiempo. "¿Qué pasará cuando las empresas empiecen a contratar jóvenes de 18?", se preguntan. Sin querer confundirlo con las excepciones de Zuckerberg o Jobs, que pasaron de largo por su etapa académica para crear sus imperios tecnológicos, lo cierto es que la universidad merece un cambio. Al final, "la universidad sientas las bases, y en el trabajo aprendes a funcionar", cree Inés, pero en ese procesos de sentar las bases, existe una figura esencial: el profesorado. Otro elemento que ha perdido su foco durante los años: "La figura del profesor tiene que evolucionar, antes era el guía y eso se ha perdido. Tiene que volver a la figura de docente", explica Inés.

La era del cambio, que ha impregnado cientos de sectores económicos, no iba a pasar de largo por las universidades. La realidad es que su futuro va de la mano de las propias empresas.

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