Aunque todavía hay algunos incrédulos que piensan que el ser humano jamás ha puesto un pie en la Luna, lo cierto es que es un hecho totalmente real, que comenzó el 21 de julio de 1969. Aquel día, los astronautas de la NASA Neil Armstrong y Buzz Aldrin hicieron historia, convirtiéndose en los primeros hombres en pasear sobre la superficie de nuestro satélite. Desde entonces, solo diez hombres más han repetido la hazaña, todos ellos entre 1969 y 1972. En los años posteriores, la investigación se ha centrado en analizar las circunstancias con las que se toparon todos ellos, con el fin de encontrar la forma más segura de volver. El objetivo principal sería hacerlo con fines científicos, aunque muchos sueñan también con futuras excursiones a nuestro satélite, simplemente por el propósito de hacer turismo.

Sin embargo, y a pesar de lo idílico del paisaje, se trata de un viaje peligroso, cuyos obstáculos no terminan después del alunizaje, pues algo tan simple como el polvo lunar puede matar lentamente a quienquiera que se atreva a adentrarse entre sus cráteres.

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Por eso, de momento los científicos prefieren mandar sondas no tripuladas, como la china Chang'e-4, que recientemente se adentró en la órbita lunar, ya preparada para aterrizar en la cara oculta del satélite el próximo 3 de enero. Precisamente, el objetivo de los científicos detrás de este proyecto es enviar una misión tripulada entre 2025 y 2030; pero para ello Chang'e, bautizada así en honor a la diosa china de la Luna, tiene aún mucho trabajo por hacer.

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La sonda recién introducida en la órbita lunar es una de las piezas del complejo puzle entramado por el Programa de Exploración Lunar Chino, compuesto por tres fases. La primera fue llevada a cabo por las sondas Chang'e-1 y Chang'e-2, cuyo único objetivo era simplemente alcanzar la órbita lunar. A continuación, Chang'e-3 viajó en 2013 con el fin de aterrizar y permanecer en la Luna; aunque, en su caso, en la cara visible. Chang'e-4 ya está preparada para repetir la hazaña, esta vez en la cara oculta. Finalizado su trabajo llegará el turno de Chang'e-5 y Chang'e-6, que recolectarán muestras para enviarlas a la Tierra, donde serán analizadas, en busca de posibles peligros de cara a un viaje tripulado. Pero no nos adelantemos. Por el momento, la siguiente en entrar en acción será Chang'e-4, cuyas tareas son, principalmente, medir la temperatura de la superficie lunar, analizar la composición química de sus rocas, estudiar los rayos cósmicos, realizar investigaciones y observaciones radioastronómicas de baja frecuencia y explorar la corona solar.

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Los peligros de viajar a la Luna

Enviar seis sondas antes de realizar el viaje tripulado puede parecer una exageración, pero lo cierto es que hay razones de sobra para ser cautos al respecto.

La primera de ellas es la peligrosa exposición a las radiaciones cósmicas. Lo anunció el pasado mes de marzo en un comunicado el profesor de física en el Centro de Ciencias Espaciales de la Universidad de New Hampshire Nathan Schwadron. Un equipo de investigadores, dirigido por él, había estudiado los grandes flujos en los Rayos Cósmicos Galácticos, comprobando que en la actualidad están aumentando más rápido y están en camino de superar cualquier otro dato registrado en la era espacial. Además, en un estudio al respecto, publicado en Space Weather, añaden que en septiembre de 2017 tuvo lugar uno de los eventos de partículas solares energéticas más grandes que se han documentado en la historia. Las dosis de radiación liberadas podrían poner en serio peligro la vida de los astronautas, si no se protegen con una equipación adecuada. Concretamente, podrían experimentar las consecuencias de la conocida como enfermedad por radiación, caracterizada por algunos síntomas agudos, entre los que destacan cansancio, pequeñas hemorragias, deshidratación, diarrea, fiebre y quemaduras o úlceras en la piel. Además, podrían generarse problemas aún más graves a largo plazo, como cáncer o daños irreparables en el corazón, el cerebro o los riñones, entre otros órganos.

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También es importante tener cuidado con el polvo lunar. Una de las primeras personas en describir el peligro que esto supone fue el tripulante del Apollo 17 Harrison Schmitt. Tras uno de sus paseos lunares, llevados a cabo en 1972, respiró por accidente algo de polvo lunar, que su compañero y él habían llevado hasta la nave, posiblemente pegado a algún componente de su equipación. En ese momento, sus ojos se humedecieron, su garganta comenzó a arder y una avalancha de estornudos irrumpió en la tranquilidad del Challenger.

Hoy en día, gracias a un estudio, publicado en la revista GeoHealth en abril de este año, se sabe que había sufrido los dañinos efectos que este polvo supone para los pulmones. Las partículas más afiladas pueden clavarse en las mucosas, desencadenando reacciones de este tipo, pero la cosa no queda ahí. De hecho, en este estudio, llevado a cabo por científicos de la Universidad de Stony Brook, de Nueva York, se describen consecuencias mucho más peligrosas.

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Para poder llevarlo a cabo, estos investigadores utilizaron un análogo del polvo lunar, diseñado por el Servicio Geológico de Estados Unidos. Además, también emplearon muestras de ceniza volcánica de Arizona y polvo extraído de un flujo de lava de Colorado. Ambas sustancias resultan muy similares a las partículas que se encuentran flotando en nuestro único satélite. Una vez recolectadas, se expusieron a ellas varios cultivos de células vivas, tanto de ratón como humanas. Pasadas 24 horas, las tres muestras habían afectado negativamente a las células, aunque las más letales fueron las de grano más fino, que fulminaron el ADN del 90% de las células, especialmente las procedentes de cerebro de ratón y pulmón humano. Esta es la razón por la que los astronautas mal protegidos podrían desarrollar a largo plazo varios tipos de cáncer o enfermedades neurodegenerativas.

Aunque no se ha visto claramente hasta este año, los temores sobre los peligros del polvo lunar han sido mucho más que una sospecha durante años; de ahí que los científicos de la NASA ya hayan tomado cartas en el asunto. Para ello, han desarrollado un dispositivo protector consistente en paneles cargados eléctricamente que disparan corrientes a través de cables delgados, de modo que se “repelen” las partículas de polvo. Por el momento ya se han probado alguno de estos paneles en la Estación Espacial Internacional y se espera poder hacerlo pronto incorporándolos a los trajes de los astronautas.

Crédito: NASA/Jet Propulsion Laboratory

Otro factor a tener en cuenta es la temperatura de la Luna, que la convierte en un sitio poco agradable por el que pasear. De hecho, es bastante extrema en ambos sentidos, pues se calcula que en el momento de mayor exposición al Sol puede alcanzar los 127ºC, llegando a descender hasta -173ºC cuando el astro rey se pone.

Los doce que pisaron la Luna

Afortunadamente, las medidas dispuestas por la NASA durante las misiones Apollo, en las que doce hombres pisaron la Luna, fueron adecuadas para prevenir los peligros a los que estos se exponían. De hecho, de todos ellos, hay cuatro que todavía viven: Buzz Aldrin, con 88 años, David Scott, con 86 y Harrison Shmitt y Charles Duke, ambos con 83. De los que han muerto, Neil Armstrong, John Young, Edgar Mitchell, Alan Bean y Gene German lo han hecho con más de 80 años y Alan Shepard con 74. Las dos muertes más prematuras fueron las de James Irwin, que falleció a los 61 años y Pete Conrad, muerto a los 69. Conrad murió a causa de un accidente de moto, por lo que queda más que claro que no tuvo nada que ver con su viaje a la Luna. El único caso preocupante en su momento fue el de Irwin, ya que murió después de sufrir tres ataques al corazón, el primero de ellos menos de dos años después de su misión lunar. Sin embargo, las pruebas previas al viaje demostraron que padecía algunos problemas cardíacos que pudieron complicarse con el tiempo.

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De cualquier modo, por mucho que todos estos hombres sirvan como ejemplo de seguridad, cualquier precaución es poca. Por eso es tan importante reconocer el terreno antes de volver a dar otro de esos pequeños pasos para el hombre que tan importantes resultan para la humanidad.