Aunque, por esta temporada, ya solo quedan los últimos coletazos de días de playa y piscina, las radiaciones ultravioleta del Sol siguen siendo un problema muy presente, al que hay que prestar especial atención. Sobre todo deben tener cuidado las personas que trabajan en la calle; aunque, en realidad, cualquiera que pase un tiempo relativamente grande a la intemperie, puede sufrir sus efectos.

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De hecho, es importante exponerse al Sol; pues, en su justa medida, aporta un gran número de beneficios para la salud. Sin embargo, se debe saber detectar en qué momento se ha excedido el tiempo en el que esta exposición deja de considerarse segura para la piel. Con ese objetivo, un equipo de investigadores procedentes de la Universidad de Granada y la Universidad RMIT, de Melbourne, ha desarrollado unas simpáticas pulseras que indican cuándo las radiaciones comienzan a ser peligrosas a través de emoticonos, que se van poniendo cada vez más tristes.

El trabajo, que acaba de publicarse en Nature Communications, resulta especialmente revolucionario por ser capaz de discernir entre los tres tipos diferentes de radiaciones ultravioleta existentes y por poder personalizarse según la piel del individuo.

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Radiaciones ultravioleta: un arma de doble filo

Las radiaciones ultravioleta se clasifican en tres tipos: las UVA son las más frecuentes en la superficie terrestre. Penetran profundamente en la piel y la exposición prolongada a ellas genera arrugas y envejecimiento, aunque son las menos peligrosas de las tres. Las UVB pueden dañar el ADN y queman fácilmente la piel, aumentando la probabilidad de contraer cáncer de piel y cataratas en los ojos. En cuanto a las UVC, son las más energéticas y peligrosas para la vida, tanto de los seres humanos como de otros seres vivos. Afortunadamente, la atmósfera filtra gran parte de las tipo UVB y todas las UVC. Sin embargo, a causa del deterioro de la capa de ozono, este proceso de filtrado es cada vez más ineficaz, por lo que cada vez estamos más expuestos a las de tipo UVB. De hecho, en algunas zonas, como Australia, donde el agujero de la capa de ozono está muy pronunciado, se calcula que dos de cada tres personas padecerán cáncer de piel antes de los 70 años.

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De cualquier modo, no todo lo relacionado con las radiaciones ultravioleta es malo para la salud. Se sabe que, a dosis adecuadas, mejoran los síntomas de enfermedades como el raquitismo, el lups y la psoriasis y, además, ayudan a sintetizar la vitamina D. Pero no vale cualquiera de los tres tipos de radiación; pues, si bien la UVB interviene en la síntesis de la vitamina, la UVA la destruye. Por todo esto, es importante que nos expongamos a una dosis equilibrada de ambos tipos de radiación.

Créditos: Universidad de Granada

Barato, fácil y personalizado

Existen algunos métodos que permiten medir los niveles de exposición a las radiaciones ultravioleta. Sin embargo, los más eficaces son caros y suponen un proceso de calibrado bastante complejo, que hace muy complicado poder utilizarlos diariamente. Esto ha llevado al desarrollo de otras alternativas más sencillas, pero son menos sensibles y, además, no distinguen los distintos tipos de radiación ultravioleta.

Ahora, con estas nuevas pulseras, todos esos problemas desaparecen. El mecanismo consiste en un sensor, en cuyo interior hay una molécula fotocrómica, llamada PMA, y ácido láctico. En condiciones normales el PMA es transparente, pero cuando se reduce (gana electrones) se vuelve de color azul. Así, al entrar en contacto con las radiaciones ultravioleta, el ácido láctico pierde electrones y se los cede al PMA, dando lugar al cambio de color.

A su vez, encima de este sensor hay un papel de filtro en el que se impregna el líquido coloreado y, sobre él, cuatro emoticonos perforados, con caras que van de la más feliz, situada a la izquierda, a la más triste, que está a la derecha. De este modo, cuando el papel se impregna de la tinta puede verse a través del emoticono. Cada una de las caritas representa qué porcentaje de los niveles de radiación seguros está llegando hasta la piel, de manera que el primer emoticono indica un 25%, el segundo un 50%, el tercero un 75% y el cuarto el 100%. Por eso, una vez superado el último emoticono, seguir bajo el Sol comienza a ser peligroso.

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Ahora bien, ¿cómo se consigue que cada carita haga referencia a los distintos porcentajes? Esto se debe al uso de filtros de película transparente, que se colocan uno sobre otro, de modo que en los emoticonos más felices haya menos capas y, en los más tristes, más. A mayor número de filtros más difícil es que se transmita la radiación hasta el sensor, por lo que es necesaria una dosis mayor para que se produzca el cambio de color.

Otra gran ventaja de utilizar este método es que se puede manipular el número de capas de filtro, de modo que se puedan hacer pulseras personalizadas para los diferentes fototipos de piel, desde el I, que señala a pieles muy muy blancas, hasta el VI, referente a las pieles marrón oscuro. Las personas con fototipo VI pueden permanecer más tiempo sin quemarse, pero también deben exponerse durante un periodo más largo para conseguir los beneficios derivados de las radiaciones UV.

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El resultado final es una pulsera desechable y muy simple, que hasta un niño podría usar. Eso sí, es importante tener claro que el sensor no sustituye a la crema solar, sino que la complementa, como ha explicado a Hipertextual una de los investigadores responsables del estudio, Ana González:

El usuario debería hacer uso de nuestra pulsera para controlar cuando aplicar crema y de qué factor, para evitar quemaduras. No obstante, en ningún caso pretendemos sustituir el uso de crema por el de nuestro sensor, sino más bien pretendemos que se lleve a cabo una utilización combinada de ambos.

En cuanto a su comercialización, el profesor Vipul Bansal, uno de los autores australianos del estudio, ha puesto en marcha una empresa dedicada a ello y espera que esté en el mercado para el verano australiano de 2020.

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