Torre de Pisa

Giuseppe Milo (Flickr)

Cuenta la leyenda que Galileo Galilei se subió a la torre de Pisa para lanzar dos objetos, uno pesado y otro ligero, con el fin de demostrar que llegaban al suelo a la vez. Aunque no hay constancia histórica de que el toscano llevara a cabo este experimento, sí lo hizo otro astrónomo, Giovanni Battista Riccioli, desde la torre Asinelli de Bolonia. La comprobación la volvió a hacer David Scott, miembro de la misión Apolo 15, en su famoso test de la pluma y el martillo realizado en 1971 en la Luna.

Los resultados de estos experimentos se deben al principio de equivalencia, que afirma que el movimiento de cualquier partícula en caída libre es independiente de su composición y estructura. Su formulación también permitió que Albert Einstein diera validez general al principio de la relatividad. Así fue como nació la teoría general de la relatividad, que postula que la gravedad está íntimamente ligada al espacio y al tiempo. En presencia de una masa, según Einstein, el espacio-tiempo —que actúa como si fuera una suerte de malla— se deforma.

curvatura espacio tiempo
Mysid (Wikimedia)

La relatividad general de Einstein, por tanto, se basa en que cualquier objeto se acelera de forma idéntica independientemente de su masa por culpa del campo gravitatorio. El húngaro Roland von Eötvös primero, el grupo Eöt-Wash de Estados Unidos después y, más recientemente, el satélite francés Microscope han sido algunas de las iniciativas impulsadas para comprobar estos postulados, casi cuatrocientos años después de la muerte de Galileo. Ahora un estudio, publicado en Nature, ha recreado el legendario experimento de Pisa en el espacio utilizando un sistema triple de estrellas. Sus resultados vuelven a dar la razón a Albert Einstein.

El equipo liderado por Anne M. Archibald, del Instituto de Radioastronomía de Holanda (ASTRON), ha usado un conjunto formado por una estrella de neutrones y dos enanas blancas. La primera, en el centro del sistema, cuenta con una masa equivalente a 1,4 veces la del Sol, mientras que las otras dos orbitan de forma concéntrica a la estrella de neutrones. Esta, al ser muy masiva y girar sobre sí misma a velocidades muy altas, origina un púlsar —que emite radiación a intervalos regulares y breves, como si se tratase de un faro cuya luz viéramos desde la Tierra—.

YouTube video

El raro conjunto —llamado PSR J0337+1715 y descubierto en 2014, es un buen lugar para poner a prueba las ideas de Einstein. La razón es que si dos de los cuerpos celestes, la estrella de neutrones y la enana blanca más interna, cayeran hacia el exterior con diferentes aceleraciones, se produciría una deformación en la órbita del interior. En otras palabras, la investigación sobre este baile cósmico podría poner en jaque la teoría de la relatividad. Sin embargo, tras analizar 800 observaciones realizadas por tres telescopios diferentes durante los últimos seis años, el grupo de Archibald asegura que no hay evidencia de que se produzca tal deformación.

Según defienden los científicos, las aceleraciones de los dos objetos difieren por no más de 2,6 partes por millón, de acuerdo con el principio de equivalencia, superando en tres órdenes de magnitud los límites conseguidos hasta la fecha. Para Clifford Will, catedrático de la Universidad de Florida, "la teoría de Einstein supera este test de campo fuerte de forma brillante". Will, que no ha participado en la investigación, apunta en una tribuna en Nature que otras hipótesis alternativas —como algunas versiones de la teoría de cuerdas u otras como las de Brans–Dicke—, no quedan completamente invalidadas por el experimento, pero las esperanzas de que sean ciertas se reducen. A 4.200 años luz de la Tierra, en este peculiar laboratorio cósmico, Albert Einstein vuelve a tener razón.

Recibe cada mañana nuestra newsletter. Una guía para entender lo que importa en relación con la tecnología, la ciencia y la cultura digital.

Procesando...
¡Listo! Ya estás suscrito

También en Hipertextual: