La nueva entrega de la saga sobre dinosaurios más famosa y rentable de la historia del cine, Jurassic World 2: El reino caído, supone un antes y un después en el desarrollo de la misma, no tanto respecto al estilo como a su alcance para la trama lineal de los cinco filmes.Seguro que el célebre director Steven Spielberg (Indiana Jones y la última cruzada) no había sido capaz de imaginarse hasta dónde llegaría **Parque Jurásico (1993)*, su adaptación de la novela homónima del difunto Michael Crichton (Westworld), en el imaginario cinematográfico de los espectadores a los que *nos llenó de asombro, de maravilla y de horror absoluto en las salas de cine* hace la friolera de casi veinticinco años. No sólo hay que constatar que es su película más taquillera de lejos, sino también que Jurassic World* (Colin Trevorrow, 2015), aquella con la que se relanzó la franquicia en tiempos tales de nostalgia que logró subirse a la quinta posición del ránking de recaudación mundial, pudo servir para justificar *el proyecto de una nueva trilogía, en la que El reino caído constituye su ecuador*.
El español Juan Antonio Bayona, al que apadrinó Guillermo del Toro, ha sido el encargado de realizarla tras concluir su propio trío fílmico: el espeluzno de *El orfanato (2007), el gas lacrimógeno de Lo imposible (2012) y la honestidad de Un monstruo viene verme (2016), cuyo denominador común son las relaciones maternofiliales y el miedo a morir. Y no es que en Jurassic World 2* no se sienta ese miedo comprensible, pues lo hay a raudales en los que se las ven y se las desean frente a esas criaturas reptilianas desextintas que dominaban nuestro planeta millones de años atrás, pero carece de complejidad dramática porque se apoya en el instinto más básico de supervivencia; y el vínculo entre madres e hijos desde luego que no existe aquí, y al único lazo familiar de toda la película se lo trata a juego con el curioso contexto narrativo.
Un proyecto cinematográfico de esta envergadura comercial no admite demasiadas libertades estilísticas; es una encomienda que Bayona ha aprovechado para meterse en Hollywood, un objetivo que perseguía con claridad desde que pudo permitirse a actores como Naomi Watts y Ewan McGregor (Lo imposible) o Liam Neeson, Sigourney Weaver y Felicity Jones (Un monstruo viene a verme) en sus películas. Pero eso no quiere decir que la planificación visual de El reino caído resulte ineficiente; todo lo contrario; y de hecho, alcanza sus objetivos en plenitud aunque sin brillantez y, sin embargo, hay algunas ocasiones en las que el director se complace con ciertas dosis de una afortunada inventiva visual terrorífica que destaca entre la maleza habitual de este tipo de productos. Y, sólo con tal esfuerzo, al margen de los ingredientes diferenciadores, consigue entregarnos el mejor filme desde el de 1993; lo que tampoco es para echar las campanas al vuelo porque la primera se alzó como un hito en la memoria de los espectadores pero no se cuenta entre las obras verdaderamente grandes de Spielberg: cuidadito con los excesos de apreciación.
Porque, si Parque Jurásico sigue siendo la película más decente de la saga, El mundo perdido: Jurassic Park (Spielberg, 1997), con la tensión enorme y la mayor oscuridad logradas en sus dos primeros tercios, se desmorona por las decisiones tan cuestionables del último; Parque Jurásico 3 (Joe Johnston, 2001) parecía asumible en su mediocridad rampante hasta que se transforma en un despropósito de grandes proporciones, lo que podría considerarse sin duda una inconcebible americanada; Jurassic World es compañera suya de liga en cuanto a calidad y aportaciones, pero sin tirarse por un precipicio absurdo como fin de fiesta, es decir, entretenida, integrada en su mundo de reptiles gigantescos y aceptable todo lo más. De esta manera, sobresalir de alguna forma en la presente franquicia no es algo inalcanzable ni mucho menos.
Por otro lado, Jurassic World 2 se revela muy diferente en los elementos de su narración a los que estábamos acostumbrados, y así se asemeja más en cierto modo a El mundo perdido que a ninguna otra de la saga, pero sin errar en sus decisiones; y es la primera con un giro decisivo y de veras notable que acaba por fin con la fórmula usual y que va a impedir que se repita en el futuro. Y, por si esto fuera poco, recupera algo importante que se había perdido tras Spielberg: la percepción de la monstruosidad junto con la maravilla, la de que los seres prehistóricos que se nos antojan tan fascinantes pueden convertirse en algo pesadillesco, digno de una atmósfera gótica de verdad, y alejándose entonces de la simpleza de los bichos que se limitan a comerse a la gente y punto. Con una cantidad de sangre visible inverosímil de tan escasa, eso sí; una mojigatería.
Trevorrow (Seguridad no garantizada), que se ocupará también de dirigir **Jurassic World 3*, no se ha alejado demasiado de la saga puesto que ha escrito el guion de este filme con Derek Connolly (Kong: La Isla Calavera*); y el compositor Michael Giacchino (Perdidos), que ya se ha encontrado antes en la situación de tener que remedar partituras de otros compañeros en entregas de sagas diferentes, como la de Misión imposible (Lalo Schifrin, 1966), Star Trek (Jerry Goldsmith, 1979) o la misma Jurassic World, revisita ahora los temas de John Williams para los dinosaurios otra vez, añadiendo de su propia cosecha. El reparto trabaja bien y pasa de lucirse. Los actores Bryce Dallas Howard (*The Village) y Chris Pratt (Her) retoman los papeles de Claire Dearing y Owen Grady, como BD Wong (Mr. Robot) su doctor Henry Wu o Jeff Goldblum (El Gran Hotel Budapest) su Ian Malcolm.
A ellos se unen Rafe Spall (La vida de Pi) como Eli Mills, Justice Smith (The Get Down) en la piel de Franklin, Daniella Pineda (Mr. Roosevelt) como Zia Rodríguez, los efectivos Ted Levine (The Silence of the Lambs) y Toby Jones (Finding Neverland) encarnando a Ken Wheatley y a Gunnar Eversol, James Cromwell y su vozarrón aportando empaque a Benjamin Lockwood; Geraldine Chaplin (Candilejas, Doctor Zhivago, La edad de la inocencia, En la ciudad sin límites*), actriz fetiche de Bayona, como Iris; y el nuevo descubrimiento juvenil del director tras Roger Príncep (El orfanato), Tom Holland (Lo imposible) y Lewis MacDougall (Un monstruo viene a verme) aunque no era un novato: Isabella Sermon como Maisie Lockwood. Y es que el hecho de trabajar con chavales sí que es, hasta la fecha, una constante indiscutible en las películas de Juan Antonio Bayona.
https://www.youtube.com/watch?v=rLo2aNYKR88
Conclusión
*Jurassic World 2: El reino caído no nos hace alucinar pero sí nos resulta amena y bastante satisfactoria, pues supera el meh* al que se había reducido la saga iniciada por Steven Spielberg, y de ella tal vez recordemos la secuencia horripilante del dormitorio, lo que ya sería para darse con un canto en los dientes.
Pros
- Cuando Juan Antonio Bayona se complace con ciertas dosis de una afortunada inventiva visual terrorífica.
- La recuperación de la monstruosidad junto con la maravilla.
- El giro decisivo y notable que acaba por fin con la fórmula usual.
- La secuencia horripilante del dormitorio.
- Que es la mejor película de la saga después de Parque Jurásico.
Contras
- Que alcanza sus objetivos sin brillantez.
- La inverosímil cantidad escasa de sangre, una mojigatería.
- Que el reparto pasa de lucirse.
- Que, siendo la mejor película desde Parque Jurásico, esto no resultaba difícil.