Olvidarse de los problemas, ser capaz de socializar, encajar… Las variables que pueden llevar a una persona a consumir son múltiples. Como también lo son las drogas a las que una persona puede engancharse.

No se puede olvidar que las drogas han estado presentes (y continúan) a lo largo de nuestra historia: desde los chamanes que utilizan brebajes como la ayahuasca hasta los soldados norteamericanos que lucharon en Vietnam puestos hasta las cejas de heroína, metanfetaminas o lo que pillasen. Pasando por la cocaína y su uso en Perú para soportar las altas presiones o el uso terapéutico que hacía Freud de esta sustancia, que después se descubrió que era adictiva.

Pero no todas las drogas son ilegales, como ocurre con el tabaco y el alcohol. E incluso fármacos como los antidepresivos y los ansiolíticos pueden terminar creando una adicción. ¿Por qué ocurren estos procesos? ¿Cómo se engancha uno a las drogas? ¿Y cómo es la terapia para desengancharse? ¿Se puede obligar a una persona adicta a ir a terapia? ¿Puede uno tener adicción a internet?

Cómo se produce la adicción

El cerebro es uno de los culpables de que uno se vuelva adicto a cualquier sustancia porque todas activan una zona muy concreta del cerebro: el circuito de recompensa, como explica Roy A. Wise en Neurobiología de la adicción, un artículo publicado en la Revista de Toxicomanías editada por el Centre d’Assitència Terapèutica (CAT) de Barcelona, dirigida por el psiquiatra Manuel Mas-Bagà Blanc.

Es por este motivo que todas las personas adictas que están desenganchándose sufren un síndrome de abstinencia muy similar independientemente de la sustancia que están dejando: ansiedad, irritabilidad, alteraciones del sueño y sobre todo craving, el deseo psicológico de consumir la droga o realizar el hábito perjudicial. No obstante, el resto de síntomas dependen del tipo de sustancia que se consuma porque entran en juego otras zonas del cerebro.

Fariña de Nacho Carretero
Valerie Everett (Flickr)

No obstante, es muy importante tener claro que “una adicción no se puede entender desde el punto de vista exclusivamente biológico, como ninguna conducta humana”, señala Eparquio Delgado, director del Centro Psicológico Rayuela. Llegar a estar enganchado a una sustancia es un proceso multifactorial: “Claro que actúa la biología, pero siempre nos vamos a encontrar con un problema con factores como la personalidad, el contexto individual o factores culturales y sociales”, explica Delgado.

Un ejemplo que pone el psicólogo para ilustrar que los factores culturales y sociales son muy importantes es Marottichal, un pueblo de la India con una historia interesante al respecto: en esta zona se fabricaba y comerciaba con alcohol, por lo que pronto se convirtió en una forma de vida, pero sobre todo en una adicción para muchos de los hombres del pueblo.

Es por esto que a mediados de 1960 las autoridades locales decidieron prohibir el alcohol ya que la adicción se había convertido en un problema social. La nueva ley incluía realizar redadas y requisar las bebidas en medio de la noche, por lo que algunos vecinos se presentaron voluntarios. Es en este contexto, mientras esperaban para realizar las redadas, cuando comenzaron a jugar al ajedrez. Marottichal pasó de ser un pueblo alcoholizado a dedicar horas y horas a esta actividad de ocio, una costumbre que se mantiene también hoy en día.

Terapia

La terapia ha pasado por varias formas a lo largo del tiempo. Primero y hasta hace unos años, la terapia se basaba, como explica Delgado, en la creencia de que la única causa de la adicción era la sustancia. “Esto llevaba a plantear que lo ideal era sacar a la persona del consumo de la sustancia y reducir el síndrome de asistencia” (más conocido como mono). Lo importante era que el mono y el deseo de consumir se extinguieran, por lo que se controlaba que no pudiera a tener acceso a la droga.

Con esta idea se usaban lugares residenciales para internar a las personas durante un tiempo determinado. Allí se les mantenía entretenidos y no tenían acceso a la sustancia e, incluso, se les enseñaba una profesión para que al salir fuera del centro pudieran continuar ocupados. Pero los terapeutas se chocaron con la realidad: los pacientes volvían a su lugar de origen y consumían.

¿Por qué? ¿Qué pasaba entonces con los pacientes? Pues que no había que centrarse tanto en el efecto de la sustancia y en paliar el síndrome de abstinencia como en llegar a la raíz del problema: ¿Por qué la persona se droga? Las adicciones no son solo cuestión de cómo funciona la sustancia en el cerebro, lo más importante es el contexto de la persona y qué le lleva a consumir.

Diferentes drogas (Pixabay)

Otra idea que continúa en las terapias es reducir al máximo el síndrome de abstinencia: “Se puede ver muy claramente con el tabaco: hay parches de nicotina, chicles… Pero no hay nada que te quite las ganas de fumar, te las pueden aliviar un poco, pero el placer de fumar no te lo da comerte un chicle”, explica Delgado. “El enfoque que usamos en consulta es ayudar a la persona a elegir dejar la sustancia incluso con síndrome de abstinencia. Una persona que deja una droga tiene que elegir hacerlo aunque le entren ganas de consumir y lo pase mal, esta es la única forma con sustancias que no provocan síndromes de abstinencia brutales, en casos más graves habría que complementarla con otro tipo de intervenciones”, ilustra. “Una persona que deja de consumir, tarde o temprano, tiene que asumir que habrá síndrome de abstinencia sino terminará en fracaso”.

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Además, es muy importante trabajar con el adicto una cuestión fundamental: qué es lo que le lleva a consumir. “Por ejemplo, he conocido a personas adictas a la **cocaína cuyo problema principal era el aislamiento. En un momento de su vida consiguen integrarse en un grupo que les acepta como son, pero resulta que este grupo consume”, explica Delgado. “Las personas se encuentran en una encrucijada: o alejarse del grupo para no consumir y aislarse de nuevo o seguir con sus colegas y consumiendo. En estos casos, es la vergüenza o la dificultad para relacionarse lo que está detrás del consumo”.

Desde el CAT Barcelona están de acuerdo en que lo principal es centrar la intervención “en las dificultades emocionales y psicológicas que subyacen”**. “Se deben trabajar los aspectos disfuncionales de personalidad que promueven el comportamiento adictivo”, explica Isidre Sanjosé, director terapéutico de CAT Barcelona

¿Obligar a ir a terapia?

“Hay alguna excepción, pero la dura realidad es que una persona que no quiere abandonar una adicción, no la abandona. Para que podamos hacer una terapia exitosa, tienen que elegir venir al centro por decisión propia, sobre todo si son adultos”, explica Delgado. “Muchos padres están desesperados porque tienen hijos con adicciones y quieren hacer algo, pero sus hijos no. Ahí los padres no pueden hacer prácticamente nada. Debe ser su hijo el que lo decida. Se puede utilizar una entrevista motivacional para intentar que tome conciencia del problema, pero nada más”, afirma con rotundidad.

Sin embargo, desde CAT Barcelona no opinan lo mismo: “En muchos casos el inicio de un proceso terapéutico en problemas de adicción viene determinado por presiones externas (laborales, económicas, legales, del entorno cercano…) En esta primera etapa que se denomina precontemplación, la persona no siente que su adicción sea un problema, pero hay que tener en cuenta que un síntoma de las adicciones es la negación de la misma. Durante esta etapa la intervención psicoterapéutica se dirige a sensibilizar de las contradicciones y consecuencias negativas de la adicción”, comenta Sanjosé.

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Poliadicción

El cuerpo se acostumbra a la sustancia adictiva, por lo que cada vez pide más y más. A esto se le llama tolerancia y dependencia y puede llegar a producir la poliadicción.

¿Qué significa esto? La actitud de huida, de evasión de la realidad o de anestésico no se circunscribe a una acción o sustancia concreta, explica Sanjosé, sino a cualquier acción o sustancia que potencialmente pueda tener ese efecto por lo que normalmente el uso de diversas sustancias o de sustancias y acciones (por ejemplo el ***chemsex***, es decir, sexo y drogas sintéticas) “es bastante frecuente”.

Adicción a internet, ¿realmente existe?

“En el término científico de la palabra, la adicción a Internet no existe”, niega con rotundidad Eparquio Delgado. De forma popular, ilustra el psicólogo, se ha pasado a utilizar la palabra **adicción** para hablar sobre personas que dedican mucho tiempo a algo, pero es un uso coloquial que no coincide con el médico. “Para considerarse adicción tiene que cumplir unos criterios que, en este caso, no se dan”, apunta.

[caption id="attachment_406340" align="aligncenter" width="610"] Shutterstock

“La Organización Mundial a la Salud (OMS) está planteando incluir a los videojuegos y se está pensando, también, añadir en un futuro diagnóstico la adicción al juego online. De hecho, hasta ahora, la única adicción reconocida como tal, pero que no se produce por una sustancia es la adicción al juego”, explica Delgado. La ludopatía ha sido considerada una adicción, aunque en el DSM-5 ha pasado a denominarse trastornos del control de los impulsos (categoría en la que también se incluyen la cleptomanía, la piromanía o la tricotilonomía).

El día que los datos revelen que Internet es adictivo, señala Delgado, habrá que regularlo como se ha hecho con el tabaco y el alcohol: “Habrá que limitar el acceso para menores de 18 años, prohibir el acceso a las personas con adicción como ya pasa en los casinos…”, comenta Delgado. “Internet no es una conducta, es un medio por el que hacemos múltiples conductas. Sí que alguna de ellas pueden ser problemáticas como el uso del WhatsApp, aunque no lo llamaría adicción”, comenta Delgado.

“La pantalla permite eludir la ansiedad social del cara a cara, o maquillar aspectos que uno considera negativos, evadirse de las frustraciones cotidianas y generar un espacio virtual de control”, señala Sanjosé. Esto podría explicar el alto poder de adicción (en términos coloquiales) que produce internet en algunas personas.

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