En 1981, se diagnosticó un tipo de neumonía muy poco frecuente y un cáncer raro en varios pacientes norteamericanos. Todos eran hombres homosexuales que residían en California, cuyas infecciones inusuales parecían indicar que su sistema inmunológico no estaba funcionando correctamente. Lo que no imaginaban los médicos es que en realidad se enfrentaban a una auténtica pesadilla. El VIH, desconocido por aquel entonces, había saltado a Estados Unidos y estaba a punto de producir una de las pandemias más letales de la historia. Según la Organización Mundial de la Salud, el virus ha provocado 70 millones de infecciones y más de 35 millones de muertos.
La mayoría de los afectados por el VIH terminan desarrollando el síndrome de la inmunodeficiencia adquirida o sida. La enfermedad debilita a las defensas, por lo que muchos pacientes fallecen debido a complicaciones como tumores malignos o infecciones oportunistas. El miedo se propagó más rápido incluso que el VIH, que acabó extendiéndose desde África a Haití y luego a EEUU, para convertirse en una pandemia mundial sin precedentes. A la desesperada, la sociedad buscaba un culpable, alguien que disipara la incertidumbre sobre los miles y miles de contagios. Por desgracia, lo consiguió: el cabeza de turco elegido fue Gaëtan Dugas.
La letra que se transformó en número
El auxiliar de vuelo canadiense era gay y sexualmente muy activo. Razones suficientes para que los medios de comunicación primero, y la población después, creyeran una leyenda que comenzó por un error tipográfico. Una historia alimentada por la estigmatización y el terror que aún provoca el VIH. Mientras los investigadores analizaban los múltiples casos que iban apareciendo, trataban de relacionar a los pacientes utilizando sociogramas, un tipo de diagrama gráfico para representar las relaciones entre diferentes nodos.
La idea era conectar a los individuos diagnosticados para comprender cómo se habían infectado y frenar en lo posible una pandemia imparable. Uno de aquellos estudios, sin embargo, iba a sepultar a Dugas. A diferencia de otros afectados, el canadiense fue capaz de proporcionar el nombre de un 10% de personas con las que había mantenido relaciones. Entre 1979 y 1981, se había acostado con 250 hombres anualmente, una media similar a la de otros varones. La movilidad que le exigía su trabajo impedía que residiera en un lugar fijo. Por eso Dugas fue señalado con una "O", que se refería a "Outside of California" (fuera de California, en castellano). La letra fue interpretada como si fuera el paciente cero, de forma que Gaëtan fue acusado de propagar el VIH en EEUU. Pero todo era mentira.
Dugas había sido identificado por los médicos como "Caso 057". En su historial clínico figuraba el nombre de 72 parejas con las que había mantenido relaciones sexuales. Ocho de ellos tenían sida, de los que la mitad vivían en California y la otra mitad en Nueva York. Su homosexualidad, promiscuidad y movilidad eran las tres piezas que los investigadores necesitaban encajar para determinar quién era el paciente cero. El responsable del estudio, sin embargo, destacó que las conclusiones debían ser interpretadas "con extrema cautela" y "no ser usadas para probar hipótesis sobre la posible transmisión de los agentes etiológicos".
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, en inglés) nunca publicaron sus datos personales. Pero los médicos sí compartieron información con otros profesionales sanitarios y científicos. Detalles suficientes para que un periodista, Randy Shilts, averiguara su nombre tras entrevistar a decenas de supervivientes contagiados. El redactor había leído informes sobre el individuo "O" y, tras una estancia en los CDC, interpretó que aquel debía ser el paciente cero del que tanto hablaban. La publicidad que acompañó a su libro And the Band Played On, editado en 1987, hizo el resto. Dugas fue acusado de ser "el hombre que difundió el VIH" en Estados Unidos.
Décadas después, la investigación ha conseguido demostrar el tremendo error que sufrió Gaëtan Dugas. El canadiense falleció en 1984 sin sospechar que iba a ser calificado como el "primer apestado", el culpable de que la pandemia llegase a Estados Unidos. La realidad, sin embargo, era otra. Un reciente estudio, publicado en Nature, aporta nuevas evidencias biológicas e históricas que demuestran que Dugas no fue el paciente cero del VIH. El análisis de más de 2.000 muestras de suero recogidas entre 1978 y 1979, que ha permitido secuenciar ocho genomas completos del virus, incluido el que afectó al auxiliar de Air Canada, ha probado que el canadiense no propagó el sida. El trabajo refuerza conclusiones anteriores que ya habían conseguido exculparle.
"Los árboles filogenéticos dependen de las muestras que tienes, por lo que no llegas nunca a identificar al individuo concreto con el que comenzó una epidemia", explica a Hipertextual el Dr. Roger Paredes. El responsable del grupo de Genómica Microbiana del Instituto de Investigación del Sida IrsiCaixa comenta que la búsqueda del paciente cero siempre "es un poco artificial", aunque mediáticamente tenga mucho tirón. Lo mismo sucedió con la crisis del ébola, en la que se identificó a un niño de dos años como el primer afectado por el virus. "No deja de ser algo anecdótico, la clave es que, a nivel global, la enfermedad se transmite a muchas más personas a partir de ahí", dice Paredes. A su juicio, "ser el primero no es muy importante de cara a estar preparados frente a una epidemia".
"No hemos ganado la batalla al VIH"
El trabajo publicado en Nature traza la ruta que siguió el VIH hace décadas: tras cruzar el Atlántico, llegó a territorios caribeños y desde ahí se extendió a EEUU. El artículo apunta que el virus se propagó primero por Nueva York y luego dio el salto a San Francisco y otras poblaciones. "La ciudad de Nueva York fue una yesca seca donde el fuego prendió rápidamente", afirma Michael Worobey, de la Universidad de Arizona. Tras su expansión por EEUU, el virus volvió a cruzar el océano para instalarse en Europa y otras regiones. Un estudio anterior, en el que participó el grupo de Paredes, mostró cómo se propagó el virus por todo el mundo. Curiosamente, las cepas de Europa occidental y de Europa del este no se mezclaron hasta después de la caída del muro de Berlín.
Las acusaciones sobre Dugas llegaron a difundir rumores completamente inverosímiles. Se decía que, por aquel entonces, un hombre gay iba por los bares de ambiente para mantener relaciones sexuales. Una vez finalizado el coito, el supuesto portador del VIH mostraba las secuelas del sarcoma de Kaposi, el tumor que puede afectar a pacientes con sida, para hacerle ver a su pareja "que había caído en la trampa". Sin embargo, el canadiense había fallecido tres años antes de la publicación del libro de Shilts, que fue publicitado con la historia del paciente cero, aunque el periodista tampoco afirmase tajantemente eso. A pesar de todo, la estigmatización que sufrió la memoria de Gaëtan continúa en la actualidad.
"Los perfiles de infectados a día de hoy varían mucho. El más frecuente es el de mujeres jóvenes de raza negra, casadas y fieles, que son infectadas por su marido", explica Paredes para referirse al elevado número de casos que aparecen en África. Las campañas de prevención sexual, sin embargo, no han surtido el efecto deseado. "La sociedad conoce muy poco del VIH. Se considera al sida como una enfermedad vintage porque la ven de forma muy lejana", comenta el investigador a Hipertextual. En los últimos tiempos, modas como las chemsex, sesiones donde se consumen drogas durante las prácticas sexuales, preocupan a los expertos por los riesgos de desinhibición y falta de protección al mantener relaciones.
"De ninguna manera hemos ganado la batalla al VIH", alerta Paredes. Por fortuna, la investigación ha logrado aumentar la supervivencia de los pacientes. "Muere menos gente, pero también hay más infectados en la población", comenta el científico del IrsiCaixa. Entre los retos actuales, Paredes destaca la necesidad de hacer llegar el tratamiento a todo el mundo, lo que permitiría acabar con la pandemia "en solo unas décadas". Sin embargo, una de cada cinco personas no sabe que está contagiada por el VIH y las resistencias a los tratamientos actuales son un problema en auge. El investigador recuerda la necesidad de promover la prevención con el desarrollo de vacunas o la extensión de la profilaxis pre-exposición (PrEP), la píldora preventiva que ya ha reducido el número de casos en ciudades donde se ha autorizado, como San Francisco. El trabajo en Nature, además de limpiar el nombre de Dugas, permite conocer la historia de la pandemia para prepararse mejor de cara al futuro, especialmente en el mundo hiperconectado en el que vivimos. Y es que los virus, por desgracia, no conocen fronteras.