El terremoto de magnitud 5 registrado ayer en Acapulco provocó la activación de la alerta sísmica en Ciudad de México. Aunque por fortuna no se han lamentado daños personales ni materiales por este nuevo sismo, que ha venido acompañado de diversas réplicas de menor intensidad, la sacudida ha hecho temblar de nuevo a México, un país que durante 2017 ha vuelto a sufrir las terribles consecuencias de los terremotos ocurridos el pasado mes de septiembre, que dejaron centenares de muertos.
En declaraciones recogidas por El Universal, el investigador Víctor Cruz Atienza, premiado como uno de los diez mejores científicos del año según Nature, ha recordado la importancia de estudiar en detalle la conocida como brecha de Guerrero. El objetivo es analizar en profundidad el potencial sísmico de la región, con el fin de anticipar la magnitud de un hipótetico sismo a medio o largo plazo, un estudio que ayudaría a prevenir las consecuencias de un futurible temblor y que ha sido valorado en más de un millón de dólares.
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Qué es la brecha de Guerrero
México es conocido por su alta sismicidad al hallarse enclavado en una zona donde se ubican placas tectónicas como la de Cocos, Caribe, Pacífico, Norteamérica y Rivera. El desplazamiento de estas porciones de la litosfera provoca grandes fuerzas de fricción en sus límites, lo que puede conllevar "la ruptura violenta y la liberación repentina de la energía acumulada, generándose así un temblor que radía dicha energía en forma de ondas que se propagan en todas direcciones a través del medio sólido de la Tierra", tal y como explican desde el Servicio Sismológico Nacional.
Una de las zonas sísmicas más activas se localiza precisamente a lo largo del litoral del Pacífico, desde Jalisco hasta Chiapas, como recuerda el Centro Nacional de Prevención de Desastres. En el estado de Guerrero, los científicos encontraron hace tiempo una brecha sísmica que se ubica desde Acapulco hasta Zihuatanejo, una región en la que no han sucedido grandes sismos —es decir, de magnitud superior a 8— desde principios del siglo XX. Esto no significa que no se hayan dado fuertes terremotos aquí, pues en el período comprendido entre 1845 y 1911, se produjeron seis intensos sismos que ocasionaron daños importantes.
La ausencia de terremotos en la brecha de Guerrero preocupa mucho a los expertos desde hace años. Por ejemplo, en 2010 la Universidad Nacional Autónoma de México recordaba "la probabilidad de un temblor de grandes magnitudes" en la región, superior a ocho en la antigua escala de Richter. Cualquier sacudida en el estado de Guerrero afectaría de forma significativa a Ciudad de México dada la proximidad existente —se sitúa a unos 175 kilómetros—, lo que refuerza el interés por prevenir las consecuencias de un futurible temblor. "Debido a que las placas [tectónicas] se están moviendo y chocando, la energía almacenada debe ser liberada a lo largo del tiempo de alguna manera; la Tierra lo hace produciendo un sismo", explicó J. Rubén G. Cárdenas, científico de la UNAM.
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Sin embargo, que no haya habido fuertes temblores no significa que no ocurran pequeños terremotos: solo entre 1987 y 1992 se detectaron casi 7.000 microsismos, lo que muestra que la región está afectada por una zona de subducción entre placas tectónicas, donde una porción de la litosfera se introduce por debajo de otra. La necesidad de estudiar en detalle la brecha de Guerrero aumenta al recordar que el sismo de 1985, con epicentro en Michoacán, se produjo debido al hundimiento de la placa de Cocos bajo la placa de Norteamérica, alcanzando la Ciudad de México en apenas dos minutos, donde provocó la muerte de más de 10.000 personas. "Nuestra obligación es cuantificar el potencial sísmico de la brecha, es decir, el tamaño del terremoto y generar los escenarios de ruptura asociados para cuantificar el peligro", aseguró Cruz Atienza, quien lidera la investigación impulsada por México y Japón para mitigar cualquier riesgo en una región que ha permanecido en un casi absoluto silencio sísmico durante décadas.