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Rocky Raybell (Flickr)

Los aficionados y amantes de la astronomía están de enhorabuena. Además de la efímera visita del primer cometa interestelar de la historia, este fin de semana disfrutaremos de la máxima actividad de las táuridas, la primera lluvia de estrellas fugaces de noviembre. El pico de estos meteoros ocurrirá en el hemisferio norte entre hoy lunes viernes 10 de noviembre y mañana sábado 11 de noviembre, tal y como confirma el Planetario de Madrid a Hipertextual, aunque la información inicial ofrecida por el Observatorio Astronómico Nacional apuntaba erróneamente que ocurriría el domingo 12 de noviembre.

Las táuridas norte, junto con las táuridas sur —cuya máxima actividad ya vimos hace unos días—, se asocian con los restos del cometa 2P/Encke. Según la Sociedad Malagueña de Astronomía, la fragmentación de este cuerpo rocoso "causó dos tubos de desechos con los que nuestro planeta se encuentra entre septiembre y diciembre". Cuando la Tierra, en su recorrido alrededor del Sol, se topa con restos de cometas, muchas de las partículas se estrellan velozmente contra la atmósfera, quemándose a altas temperaturas y produciendo brillantes fogonazos.

Eso es precisamente lo que sucede con las táuridas, los meteoros que vemos en el cielo como consecuencia de la desintegración e incendio de los fragmentos procedentes del cometa 2P/Encke. Aunque el pico de las táuridas norte está previsto para este fin de semana, coincidiendo con la fase de la Luna en cuarto menguante, lo que podría dificultar su observación, su actividad continuará durante las próximas semanas en el cielo. Estas estrellas fugaces, sin embargo, no son tan importantes como otros destacados meteoros como las perseidas o lágrimas de San Lorenzo del mes de agosto. La Sociedad Americana de Astronomía, de hecho, clasifica a las táuridas norte como una "lluvia de estrellas menor".

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Channone Arif (Wikimedia)

La mejor forma de disfrutar de las táuridas, cuyo nombre alude a la constelación de Tauro, el radiante de esta lluvia, desde donde aparentemente parecen proceder, será durante las primeras horas de la mañana, justo antes de que amanezca. Así podremos evitar la interferencia de la Luna y de los primeros rayos del Sol. Dado que la actividad de los meteoros es baja, los aficionados que quieran contemplar las táuridas tendrán que armarse de paciencia, ya que es probable que solo puedan observar unas pocas estrellas fugaces a la hora (aproximadamente 5 meteoros/hora, según estimaciones de expertos de la NASA. Además tendremos que acudir a lugares sin contaminación lumínica, donde los cielos sean oscuros y no interfiera ningún foco de luz. Las estrellas fugaces son visibles a simple vista, sin necesidad de utilizar ningún instrumento para observarlas.

Por otro lado, una reciente investigación alertó sobre el papel que jugaban estos meteoros en el posible enmascaramiento de un desconocido objeto de grandes dimensiones. Tal y como explicaron desde el Planetario de Madrid, el análisis de centenares de estrellas fugaces de este tipo reveló el hallazgo de una nueva rama de táuridas que contenían al menos dos asteroides de un tamaño de entre 200 y 300 metros. El estudio, realizado por el Instituto Astronómico de Ciencias de la República Checa, logró explicar por qué durante 2015 las táuridas presentaron una actividad inusual. Los científicos resaltaron entonces la necesidad de monitorizar esta nueva corriente de meteoros para analizar de cerca el riesgo de estos dos objetos, que de caer a la Tierra podrían causar graves consecuencias. Este nuevo flujo de táuridas se cruza con nuestro planeta cada pocos años, según los investigadores.

La llegada de las táuridas como primera lluvia de estrellas fugaces de noviembre no será el único evento astronómico que viviremos durante el undécimo mes de año. En las próximas semanas también podremos contemplar en el cielo otros dos meteoros, las leónidas y las alfa-monocerótidas, según el calendario astronómico de noviembre, todas con una baja actividad respecto a otras lluvias de estrellas fugaces. Además, a finales de mes se celebrará el aniversario del hallazgo del primer púlsar por la astrónoma Jocelyn Bell, cuyo descubrimiento nunca llegó a ser premiado con el Nobel de Física, aunque sin duda lo merecía.