Los galardones de cierta trascendencia que reconocen el trabajo de las personas en áreas específicas, además de ser codiciados y producir bastante respeto generalmente, también tienen su lado oscuro, el de las injusticias. El Premio Nobel no es una excepción en este sentido, y polémicas han surgido en torno a él en algunas ocasiones. Una de ellas ocurrió con el Nobel de Física de 1974, polémica en la que se vio envuelta la astrofísica Susan Jocelyn Bell Burnell. He aquí su historia.

El camino para descubrir la primera radioseñal de un púlsar

Bell nació en la norirlandesa Belfast en 1943, y no hay duda de que en su futuro influyó el hecho de que su padre fuese el arquitecto que diseñó el planetario Armagh, de la capital del condado con el mismo nombre, así como que en su gran biblioteca, que su padre la animó a leer, dispusiese de no pocos libros sobre astronomía que a ella le interesaron mucho. Pero, como suele ocurrir, las influencias de la vida son variadas para nuestro devenir, y la propia Bel cuenta que más tarde quedó muy impresionada por las enseñanzas de un profesor de Física de la Mount School de York, en Inglaterra, un colegio femenino y cuáquero a donde sus padres la habían enviado en 1956 Un profesor de Física la empujó hacia el propósito de tener claridad de ideas en esta ciencia que a otros les puede parecer abstrusa sin la disciplina mental correspondientedespués de un batacazo académico. Este profesor la ayudó mucho a hacerse una concepción sencilla de la física, de cómo podía aprender datos especialmente relevantes y desarrollar una investigación a partir de ellos, sin empantanarse en la marabunta de información disponible: básicamente la empujó hacia el propósito de tener claridad de ideas en esta ciencia que a otros les puede parecer abstrusa sin la disciplina mental correspondiente.

En 1961 escribió una carta al reconocido astrónomo británico Bernard Lovell, primer director del Observatorio de Jodrell Bank de Cheshire, para solicitarle consejo acerca de lo que debía hacer para ser radioastrónoma, y este le respondió con la sugerencia de que estudiara Física o Electrónica. Así que Bell comenzó sus estudios de la primera en la universidad de Glasgow, licenciándose en 1965, y doctorándose más tarde en Cambridge.

Fue en esta última universidad cuando colaboró con Antony Hewish, del que fue doctoranda, y otros cinco investigadores en la edificación de un radiotelescopio con objeto de utilizar los destellos interplanetarios **para estudiar los cuásares**, fuentes astronómicas de energía electromagnética detectadas a finales de los 50 por el estadounidense Allan R. Schmidt, aunque el término se lo debemos a su compatriota Hong-Yee Chiu. Hay que saber que, analizando los destellos interplanetarios, podemos diferenciar las fuentes compactas de las remotas.

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Jocelyn Bell en la Universidad de Cambridge en 1968 - Daily Herald

El caso es que Bell, analizando los registros del radiotelescopio **en el verano de 1967, descubrió un patrón de señales demasiado rápidas y regulares como para tratarse de un cuásar, una por segundo, a cuya fuente denominó por lo pronto LGM1, esto es, Little Green Man 1 u Hombrecillo Verde 1. Luego analizó los datos disponibles con Hewish y descartaron que procedieran de la propia Tierra, de satélites humanos o, faltaría más, civilizaciones alienígenas. Hecho esto, fueron capaces de determinar que las señales provenían de estrellas muy masivas de rotación extremadamente veloz, a las que llamaron púlsares. A la primera de ellas la conocemos como CP 1919, pero hay quien piensa, y con razón, que debería llamarse estrella Bell. Al cuarto, anunciaron su descubrimiento.

La ganadora del Nobel que no fue

Como he dicho y no podía ser de otra manera, este hallazgo fue reconocido por la Real Academia de las Ciencias Sueca con el Premio Nobel de Física de 1974, pero no de la forma en que debió ser: únicamente Antony Hewish recibió el galardón**. Y la polémica que sobrevino cuando fue de dominio público que había sido Bell quien había detectado la señal del primer púlsar, que aún colea, va desde los que acusan a Hewish de apropiarse del mérito de la labor de su doctoranda hasta los que le reprochan a la Academia Sueca que no la premiara también.La polémica por su exclusión de los Nobel va desde los que acusan a Hewish de apropiarse del mérito de la labor de su doctoranda hasta los que le reprochan a la Academia Sueca que no la premiara también

Sin embargo, la propia Jocelyn Bell ha declarado que el problema radica en que el Nobel solo se puede conceder a un máximo de tres personas al mismo tiempo mientras que los científicos trabajan en equipo, y hoy, mucho más grande, y que le parece normal que no se premie a una doctoranda. Pero, por un lado, ese año se le concedió el Nobel solamente a Hewish y a Martin Ryle, que había ideado la técnica de apertura, el procedimiento interferométrico que se sirve de varios radiotelescopios en vez de uno gigantesco con el que Bell halló el primer púlsar. Es decir, premiaron a dos astrofísicos y aún había sitio para ella según las normas de los Nobel, y que cuando hizo su descubrimiento, a los 24 años, no contara con un doctorado no desmerece su mérito. Además, para más inri, fue la primera vez que ese premio se le otorgaba a astrónomos.

De todas formas, Bell también ha asegurado que le ha ido mejor en la vida sin ese galardón: “Mi matrimonio se hubiera roto inmediatamente porque mi marido no habría podido aceptar que su mujer le superara profesionalmente y ganara todo ese dinero del premio”. Al margen de otras consideraciones, si a mí me preguntan, diré con todo respeto que, **además de destacar en astrofísica, Bell podría haber sido un gran ejemplo feminista** si le hubiesen concedido el Nobel y ella hubiera querido serlo.

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Así es un púlsar - HolographicGalaxy

Profesionalmente, desde luego, no le ha ido mal: desde 1969 se ha incorporado a los equipos de la Universidad de Southampton, donde investigó sobre rayos gamma en astronomía, de la University College de Londres, en la que investigó los rayos equis en el mismo campo, y del Royal Observatory en Edimburgo, que le permitió escudriñar galaxias con el satélite EX0SAT; después ejerció de profesora de Física durante una década en la Bell ha recibido otros reconocimientos por su labor, como la Medalla de Oro del CSIC este 2015Open University y de visitante en la Universidad de Princeton; y, de 2001 a 2004, fue Decana de Ciencias en la Universidad de Bath, así como Presidenta de la Royal Astronomical Society casi en el mismo periodo. Ahora es profesora visitante en la Universidad de Oxford.

Bell, que sigue siendo cuáquera, dice que “si tu iglesia te dice en qué debes creer, entonces hay problemas [con seguir el método científico]. Pero para mí no existe ningún conflicto porque en el movimiento cuáquero se espera que desarrolles una teología por ti mismo. No creo que haya problemas entre ciencia y religión, porque son actividades diferentes, como el amor, la música, la poesía o el arte. Como humanos necesitamos de todas ellas, no solo de la ciencia”. Discrepo radicalmente con esta opinión por cuestiones de rigor intelectual. Pero, eh, el gran Michael Faraday pertenecía a una secta cristiana sumamente ortodoxa, la de los sandemanianos, y descubrió la inducción electromagnética, el diamagnetismo y la electrólisis; y Jocelyn Bell descubrió los púlsares. Y el mérito de eso, por el que ha recibido otros galardones, nadie puede arrebatárselo.