Hace algo más de dos meses que se anunciase la renuncia, obligada en términos generales, por parte del CEO de Uber: Travis Kalanick. Lo que en un principio tenía el pretexto de una salida temporal con el objetivo de calmar los ánimos dentro de la compañía, –el anunció coincidió con los resultados de la investigación sobre acoso sexual que se venía resolviendo desde prácticamente principios de año y que, hasta la fecha, aún no ha visto la luz- ha terminado convirtiéndose en algo absolutamente permanente. Sin embargo, a la junta directiva que decidía la marcha de su líder le faltó tiempo para aclarar que su salida de ningún modo sería temporal; era una decisión definitiva y completamente vinculante al menos en un medio espacio de tiempo.
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Entre todas ideas que se tuvieron en cuenta para la salida de Kalanick de su puesto estaba la que el propio CEO había explicado en varias ocasiones: su puesto, teniendo en cuenta las circunstancias de la empresa, tenía una serie de responsabilidades vinculadas a la toma de decisiones que al fundador de la compañía se le quedaban grandes.
Una vez emitida la renuncia todas las quinielas apuntaban a la misma persona: el co-fundador de Uber. Garrett Camp, siempre en la sombra tomando decisiones de carácter técnico, se posicionaba como uno de los posibles con más opciones. Estas no duraron demasiado cuando la junta directiva anunciaba que, al menos durante unos meses, ellos serían los encargados de tomar las riendas de la tecnológica. Aunque lo cierto es que muy posiblemente, antes de elegir a un nuevo líder Uber tenía que solucionar los propios problemas de la junta que siguen sin dejar ir al antiguo CEO.
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Los posibles que nunca lo serán
Desde el anuncio de la marcha de Kalanick hasta hoy, la lista de posibles no ha parado de crecer. Y a la par que crecía se iba desmintiendo por parte de los propios implicados.
La primera de ellos era Meg Whitman, actual líder de HP y ex CEO de eBay. Era una apuesta relativamente fácil por una razón muy simple: es todo lo que Kalanick nunca será. Además de contar con experiencia en puestos similares, Whitman es conocida en el sector por su simpatía y empatía. Una cara amable que bien podría venirle a Uber, una compañía que tiene por delante grandes retos y ninguno agradable. La lista de cuestiones legales pendientes que lleva a cuestas, la dirección estratégica que debe tomar la compañía y que muy posiblemente no guste ni a los propios asociados y, ni mucho menos, a la competencia. Con buenas relaciones a nivel político hubiese sido una buena opción si ella misma no hubiese declinado cualquier opción a ocupar el puesto.
Tras ella, Mark Hurd, actual CEO de Oracle desde 2010 y con 30 años de experiencia en el sector tecnológico. Una buena apuesta que nunca llegó a confirmarse. Cheng Wei, CEO de Didi Chuxing y miembro de la junta de Uber también resonaba, pero por una cuestión obvia: conocimiento del ecosistema, tanto interno como externo, de la compañía. La CEO de YouTube, Susan Wojcicki, o la COO de Facebook, Sheryl Sandberg también resonaban; después de todo, su perfil tecnológico ya era una buena carta de presentación y, aunque sea duro, su condición de mujeres es un movimiento estratégico de imagen idóneo para Uber.
Por último, Ariana Huffington que se unió a la junta directiva de Uber en 2016 como una de las figuras que más inspiraban a Kalanick. Y este es precisamente el problema número uno para Ariana: su cercanía al antiguo líder de la compañía y que Benchmark ha utilizado para deshacerse de la directiva. En cualquier caso, nada apunta a que Ariana ocupe el puesto, dejando su papel para un segundo plano en la junta directiva.
El que tiene más papeletas
Los rumores apuntan a que el proceso, tras dos largos meses, podría estar a punto de culminar y en dos semanas, o menos, podría anunciarse el nuevo cargo. Y todo dice que el ex CEO de General Electric, una de las compañías más populares de Estados Unidos, podría tener todas las opciones.
Jeff Immelt, según ha podido saber Techcrunch, resuena con mucha fuerza. Pero, como siempre hay miembros de la junta que encuentran pegas a su nombramiento: algunos creen que podría traer un nuevo espíritu de cambio a Uber, algo que necesita con urgencia, y otros creen que no tiene experiencia en el sector y el puesto, por tanto, se le quedaría más que grande.
Lo que sí es cierto es que Immelt tiene gran experiencia en los temas relacionados con la gestión de crisis, algo que en Uber hay que tratar casi cada día. Tras los ataques terroristas del 11-S, los efectos de la crisis sobre GE y su vinculación a las hipotecas basura en Estados Unidos, el papel de Immelt fue esencial para la supervivencia de GE.
También hay un punto positivo en la elección de este candidato. Immelt ocupó un puesto en el consejo de Trump durante algunos meses, pero el curso de las decisiones que tomaban el Presidente, muy en contra de la opinión del empresario, forzaron su salida temprana.
Ahora sólo queda esperar que la junta directiva más convulsa del panorama tecnológico del momento se ponga de acuerdo.