Comenzamos con una escena terrible pero bien pensada en el episodio “Burning in Water, Drowning in Flame”, quinto de la tercera temporada de *Fear the Walking Dead, y sin embargo, los espectadores sabemos que la ocurrencia ya la había tenido Michonne (Danai Gurira) para estar a salvo de “sus dos guardaespaldas” en The Walking Dead* (Frank Darabont, Kirkman, Charlie Adlard y Tony Moore, desde 2010), la serie madre. Lo sucedido, por lo que le cuenta luego Gretchen Trimbol (Rae Gray) a una resacosa Alicia Clark (Alycia Debnam-Carey), quizá debiéramos tomárnoslo de alguna manera como el principio del fin del Rancho, prácticamente inevitable en un futuro si se sigue la tónica habitual de este apocalipsis zombi, sobre todo considerando la presencia de personas tan destructivas como Troy Otto (Daniel Sharman).
Y con este se marcha Madison Clark (Kim Dickens), cada vez más endurecida por su trayectoria en el fin del mundo, a averiguar quiénes son los responsables de la repentina muerte de Travis Manawa (Cliff Curtis), expondiéndose al carácter impredecible del psicópata de la familia Otto. Mientras tanto, Daniel Salazar (Rubén Blades) y Victor Strand (Colman Domingo) se dirigen al Hotel Rosarito porque el primero quiere reencontrarse con su hija Ofelia (Mercedes Mason), quien desapareció de allí durante “Los muertos” (2x09). Pero que se crea las mentiras de Strand, no sólo contradice el correcto escepticismo que había demostrado en “100” (3x04), cargándose su destreza para evaluar a las personas, sino que tampoco tiene ningún sentido que Strand le tome el pelo por la consecuencias que esto provocará a buen seguro.
Alicia tiene un acercamiento con Jake Otto (Sam Underwood), lo que nos hace acordarnos de Matt (Maestro Harrell), aquel novio que ella tenía en Los Angeles preapocalíptica y al que no deseaba abandonar en “So Close, Yet So Far” (1x02) cuando estaba moribundo. Nos habíamos olvidado de él por completo, y así, no habíamos advertido que los guionistas también, pues no le han dedicado ni una evocación por parte de Alicia y ni por asomo un proceso de duelo, lo que no resulta nada verosímil. Como la forma de pasar a cuchillo a los zombis del correccional por parte del grupo de Madison y Troy: de este podemos comprender que no vaya directamente a destruir el cerebro porque disfruta la masacre, pero no la torpeza de Madison. Y lo que descubren en el lugar donde había aterrizado el helicóptero da muy mala espina.
Por otro lado, Daniel y Strand no son dos compañeros de viaje muy bien avenidos. Al tiempo, Nick Clark (Frank Dillane) se debate entre la conveniencia de permanecer o marcharse del Rancho como quiere Luciana Gálvez (Danay García), dejando atrás a su madre y a su hermana. Sobre ello mantiene una conversación con Jeremiah Otto (Dayton Callie), que revela más aspectos del pasado del lugar y de su familia, en las ruinas humeantes de la casa de los difuntos Russell (Worth Howe) y Martha Brown (Heather Wynters). Y por fin conocemos a los responsables de la muerte de Travis, cuyas motivaciones nos confirman que al Rancho le pueden quedar dos telediarios si consiguen sus propósitos o la cosa se pone muy fea en el intento.
La imagen de Phil McCarthy (Rocky McMurray), sentado sobre una silla en una roca y diciendo las mismas palabras una y otra vez con un cuervo, podría convertirse en icónica si la secuencia en la que sale hubiese sido más potente de lo que en verdad es. Malas noticias, por otra parte, sobre el Hotel Rosarito, que ya no sirve como refugio de las hordas de zombis que hay por doquier. El modo agresivo en que Madison se enfrenta a Troy después resulta absurdo por inconsecuente, y el episodio concluye con un montaje de escenas encadenadas en las que vemos la situación última de distintos personajes. Qué manía tienen algunas mujeres latinoamericanas de salir por piernas y abandonar al personal en esta serie…