Durante la Guerra Fría, el mayor miedo de las personas era la bomba atómica. Tras el ataque nuclear en Hiroshima, Estados Unidos y la Unión Soviética (URSS) iniciaron uno de los períodos más tensos de la historia contemporánea, en el que las amenazas por ataques nucleares eran prácticas comunes entre el bloque capitalista y comunista.
Fue la época en la que el presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy escribió su libro Una Nación de Inmigrantes, un ensayo sobre la historia de la inmigración en el país desde la época de la colonia que incluyen las propuestas del entonces presidente sobre las leyes migratorias. El libro fue publicado en 1964, un año después del asesinato del presidente.
Tres años antes, fue construido el primer muro de la época moderna. La franja que separaría la Berlín occidental de la oriental pretendía separar las dos partes de la capital alemana, tan cercanas y diferentes al mismo tiempo.
Ese muro inquebrantable separó familias, costumbres, barrios y sociedades. Los omnipresentes y perpetuos guardias de seguridad no dejaban oportunidad para cruzar el muro pintado de graffitis y en el que murieron 200 personas al intentar llegar a la parte occidental, según la Fundación Muro de Berlín.
28 años tuvieron que esperar los berlineses para trepar por el hormigón y destruirlo. En 1989, la caída de la Unión Soviética acabó con el muro que simbolizaba la Guerra Fría en el mundo, y con ella se acababan las separaciones y las tensiones.
El miedo a los inminentes ataques nucleares se disipaba pero, a lo largo de los años, la sociedad mundial volvía a tener un enemigo común: las mismas personas.
Desde el ataque a las Torres Gemelas en el año 2001, el orden mundial volvió a distribuirse y emergieron unos nuevos enemigos mundiales. Los musulmanes (así, generalizando) empezaron a verse como amigos de la yihad, los atentados terroristas, y la ideología radical.
Han pasado 16 años desde el atentado de Nueva York que cambió el mundo, y otro muro acaba de construirse. Esta vez no pretende separar a la sociedad capitalista de la comunista, sino evitar que cierto tipo de personas cruzan una frontera.
El pasado mes de enero de 2017, Turquía finalizó la construcción del muro en su frontera con Siria e Irak. La construcción de hormigón de 330 kilómetros de largo se ha reforzado con unos alambres de púas.
El muro es una medida más a las ya adoptadas en 2016 para evitar el cruce de personas indocumentadas, a raíz de la guerra iniciada en Siria en 2011 y el avance del grupo yihadista DAESH en el territorio.
La frontera de Turquía con Grecia también ha sido vallada, con un muro de 10.3 kilómetros de ancho y 4 de alto. De nuevo, el objetivo de la construcción financiada por el Gobierno heleno fue poner el alto a las personas que quieran entrar en el país.
La crisis de refugiados en Europa causada por los conflictos en países de Oriente Medio, la mayoría por la conquista de territorios por parte de DAESH, quitó el aliento a algunos presidentes europeos, quienes se vieron aterrorizados ante la entrada masiva de refugiados.
Como la política no es capaz de arreglar muchas veces los problemas, algunos mandatarios decidieron que la mejor manera de frenar la entrada de inmigrantes al continente es la construcción de muros fronterizos.
Hungría pensó que las reformas para frenar el flujo migratorio eran demasiado lentas, y llevó a cabo su propia medida. Desde 2015, existe una barrera que separa al país de Serbia para detener a los inmigrantes ilegales.
A menos 20 grados bajo cero, se calcula que esperan unos 7.000 refugiados en Serbia a que las fronteras de Europa vuelvan a abrirse.
El muro como única solución
Por cuestiones geográficas, Trump no necesita construir un muro para frenar la entrada de refugiados de Oriente Medio, pero sí para los inmigrantes, sobre todo los mexicanos.
Según el presidente de los Estados Unidos, los mexicanos son "criminales" enviados por México: "No nos mandan a los mejores. Nos mandan gente con un montón de problemas, que traen drogas, crimen y son violadores".
Donald Trump ha tenido buenos ejemplos donde inspirarse y la mejor manera para acabar con la criminalidad en Estados Unidos y con los trabajos que, según el presidente, son quitados a los estadunidenses por los inmigrantes, es la construcción de un muro.
La separación física en la frontera de Estados Unidos y México será solamente un muro más en la historia del mundo moderno, el cual pareció centrarse en algunos momentos en la apertura de las fronteras y el libre comercio entre los países.
Donald Trump ha tenido como ejemplo la decisión que tomaron países como Hungría o Grecia a la crisis de refugiados, además de su país amigo, Israel.
El pasado mes de enero, el magnate comparó el muro que empezó a construir Israel en 2002 en territorios palestinos de Cisjordania con el que él quiere llevar a cabo entre México y Estados Unidos.
Trump calificó el muro como efectivo por evitar ataques terroristas en la región, a pesar de que sus numerosas críticas por aislar a poblaciones palestinas. Según el presidente, el muro protege a las personas.
En pleno siglo XXI, las reformas políticas y las instituciones parecen ya no ser suficientes si no hay una separación física que aleja a la sociedad de los peligros de allá afuera. De la misma manera que un niño se tapa con las sábanas cuando tiene miedo, algunas personas creen que una obra de hormigón podrá exentarles de la violencia y el terrorismo.
Estos miedos siguen estando conformados por personas, las mismas que huyen de una guerra o que buscan una vida mejor lejos de la pobreza. Muros construidos por personas para evitar la entrada de personas: la nueva política contra el terror.