guerra de siria

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La actual guerra de Siria lleva desde marzo de 2011 ensangrentando el país con más de 200.000 muertos y dos millones de desplazados hasta la fecha según la ONU, y mientras la mayoría de los medios de comunicación de masas informan sobre ella muy de vez en cuando, parece que hay que esperar a que miles de personas que huyen del horror llamen a las puertas de Europa en busca de refugio, o a que unos terroristas de la yihad islámica cometan atrocidades en París “por lo de Siria”, para que el conflicto logre algo de notoriedad. Pero en lo que desde luego estos medios suspenden es en hacer comprender a su desdichada audiencia quiénes son los actores que participan en él y cuáles son los intereses en juego de cada uno. Así pues, será mejor que pongamos solución a este problema.

Casi no hay “buenos” en este conflicto

Un montón de milicias aportan su violento granito de arena en los combates de Siria, por lo que la situación es sin duda muy compleja, no sólo en lo que se refiere a la dinámica bélica propiamente dicha, sino también respecto a quiénes merecen el apoyo de los gobiernos ajenos y, más concretamente, de los nuestros por la parte que nos toca. Pero me temo que casi no hay “buenos” en esta guerra, ni por su ideología ni por su comportamiento a lo largo del conflicto.

Los islamistas radicales han ido acaparando la acción en la lucha contra Al-AssadHace cuatro años, existían unos 7.000 grupos armados contra el dictador Bashar al-Assad, muchos de ellos simples brigadas locales, de los que sólo quedan un centenar a día de hoy, aglutinados en coaliciones cuyo propósito es, sobre todo, detener al Estado Islámico o combatir al régimen.

Y es triste pensar que lo que se llamó la Revolución Siria dio comienzo por las acciones de activistas que reclamaban una democracia para el país, con su correspondiente libertad de expresión y respeto a los derechos humanos, y que los islamistas radicales hayan ido acaparando la acción en las acometidas contra Al-Assad.

El régimen de Bashar Al-Assad

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Al-Assad sucedió a su padre, Hafez, un militar golpista que gobernó Siria durante casi treinta años, y que conservó el poder en manos de su familia cediéndole el mando a su hijo Bashar en el año 2000 con la pantomima de un referendo sin más candidatos, que dizque ganó con el 97% de los votos. Si su padre, entre otras cosas, asesinó a unas 20.000 personas, mayoritariamente civiles, bombardeando la ciudad de Hama cuando los Hermanos Musulmanes se sublevaron en 1982, Bashar ha continuado con la política de exterminio de opositores políticos, con más de 17.000 desaparecidos desde la década de los 70 del siglo pasado según Amnistía Internacional.

Al-Assad es responsable del 96% de las muertes violentas de civiles en lo que va de guerraDurante la guerra, el régimen de Al-Assad **ha bombardeado a la población civil repetidamente, hospitales como el de Dar al Shifa de Alepo o el de Salma en 2012 incluidos; ha torturado y ejecutado a miles de opositores de forma extrajudicial según Human Rights Watch y ha secuestrado y asesinado a decenas de periodistas**, tanto sirios como extranjeros, como Mika Yamamoto, Yves Debay, Remi Ochlik o Marie Colvin.

El propio Al-Assad, refiriéndose a la masacre perpetrada por el Estado Islámico en París el 13-N, declaró que “Francia conoció lo que viven en Siria desde hace cinco años”. Y teniendo en cuenta, además, que su ejército es responsable de aproximadamente el 96% de las muertes violentas de civiles en lo que va de guerra según Syrian Networks for Human Rights, sus palabras son, como mínimo, un tanto atrevidas si no directamente desvergonzadas.

El Estado Islámico

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**El Estado Islámico, ISIS o DAESH nació en Afganistán en 1999, así que su surgimiento poco tiene que ver con la invasión de Iraq de marzo de 2003. Lo fundó Abu Musab al-Zarqawi con el nombre de Jamaat al-Tawhid wa-l-Jihad (JTWJ), entre 2004 y 2013 dependió directa o indirectamente de Al-Qaeda y contó con los nombres de Majlis Shura al-Mujahedin (MSM) y Estado Islámico de Iraq (ISI). En 2006, Estados Unidos mató a Al-Zarqawi, a quien sustituyó Abu Ayyub al-Masri, jefe de Al-Qaeda en Iraq, y a este, Abu Abdullah al-Rashid al-Baghdadi, tras cuya muerte en 2010 a manos de fuerzas estadounidenses e iraquíes asumió el mando Abu Bakr al-Baghdadi, líder actual*, al que el Estado Islámico señala como descendiente de Mahoma, al que la revista Time* considera el hombre más peligroso del mundo y al que sólo supera en la lista de los terroristas más buscados Aymán al-Zawahirí, mandamás de Al-Qaeda. Aunque quizá Al Baghdadi haya fallecido por sus heridas en un bombardeo y Abu Alaa al Afri, ex miembro del Gobierno de Sadam Hussein, le haya reemplazado.

La gran diferencia del Estado Islámico con otros grupos terroristas es su conquista y control del territorio, la extensión de hecho de su califatoDesde hace un par de años, tras su ruptura con Al-Qaeda, a esta organización terrorista yihadista wahabita se la conoce como Estado Islámico de Iraq y Siria (ISIS), aunque hay quien prefiere denominarla DAESH (Al-Dawla al-Islamiya al-Iraq al-Sham) porque su sonido en árabe recuerda a “algo que aplastar o pisotear”, lo que enfada a los terroristas hasta el punto de que, en su deriva asesina, amenazaron con liquidar a cualquiera que utilice tal denominación. Y su gran diferencia con otros grupos terroristas es la conquista y el control del territorio que practican, la extensión de hecho de su califato.

Pretende ser la mayor autoridad religiosa ante todos los musulmanes del mundo y controlar todas las regiones habitadas por estos, imponiendo la ley islámica o sharia. En su empeño, el Estado Islámico ha asesinado a unas 2.000 personas hasta el momento sólo en Siria, a donde han llegado unos 30.000 de sus combatientes procedentes 104 países distintos que, de todos modos, no se han enfrentado demasiado con el régimen del país porque prefieren mantener su califato allí y extenderse por Iraq, donde han causado otros tantos miles de muertos. Entre ambos países controla un territorio de mayor tamaño que Italia, y sus víctimas son no musulmanes o consideradas por ellos falsos musulmanes, lleva a cabo monstruosas ejecuciones públicas, que graba para que sean utilizados en su experta aunque descerebrada campaña de marketing virtual, y ataques con armas químicas. Se financia, principalmente, mediante el contrabando de petróleo, el tráfico de personas, el robo y la extorsión, y con donaciones de musulmanes acaudalados de Qatar, Arabia Saudí y Kuwait.

El Frente Al-Nusra y otros

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Bandera del Frente Al-Nusra - Jiri Flogel, Shutterstock

El Frente Al-Nusra es la marca de Al-Qaeda en la región, a cuyas órdenes combate, y el adversario más poderoso del Gobierno sirio, un grupo tan islámicamente radical como el ISIS, es decir, busca la imposición de la ley islámica allá donde tenga el control. Su propósito es acabar con el régimen de Al-Assad, pero su líder, Abu Mohamed al-Golani, dijo en una entrevista que ya se discutiría la posibilidad de buscar el califato cuando cayese Al-Assad. Han causado decenas de atentados suicidas en los que han muerto un buen número de civiles. El Frente se integra en el Ejército de la Conquista, que también cuenta con otras organizaciones rebeldes islamistas como la emergente Ahrar al Sham o Jund al Aqsam, y también se ha enfrentado con el Estado Islámico en el norte del país.

Human Rights Watch ha acusado a parte de la oposición armada a Al-Assad de crímenes de guerraPor su parte, el Ejército del Islam es una coalición de milicias salafistas encabezadas por Zahran Alloush, y carga contra el Gobierno de Damasco desde el sur. Y los que luchan decididamente contra el Estado Islámico en Siria son los kurdos y sus milicias, las Unidades de Protección Popular o YPG, hombres y mujeres del Kurdistán sirio que son el brazo armado del nacionalista Partido de la Unión Democrática, hermanado con el socialista libertario de los Trabajadores del Kurdistán o PKK, al que Turquía, Estados Unidos y la Unión Europea consideran terrorista. Los kurdos le han dado para el pelo al ISIS con ayuda de combatientes occidentales y de la aviación estadounidense cerca de la frontera con Turquía, han expulsado a las fuerzas de Al-Assad de su territorio y, en ocasiones, han guerreado contra otras milicias rebeldes.

Muchos de estos grupos han realizado ejecuciones sumarias de los soldados y paramilitares a los que han podido capturar, usan a menores de edad para el combate, asesinan a periodistas como el sirio Maya Nasser, al que mató un francotirador rebelde; hacen negocio con robos, secuestros y extorsiones, y Human Rights Watch ha acusado a parte de la oposición armada a Al-Assad de crímenes de guerra.

Las posibilidades del conflicto

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Tras la crisis de los refugiados sirios que afecta a Europa, pese a que lo cierto es que **los países árabes de alrededor son los que más damnificados han acogido con mucha diferencia desde el inicio de la guerra**, y después de los atentados del Estado Islámico en París, qué hacer con Siria es un tema de conversación habitual entre los ciudadanos occidentales y sus gobiernos, y lo seguirá siendo al menos hasta que nuestra memoria de cortas miras haga de las suyas.

El régimen de Al-Assad es tan antidemocrático como el que instaurarían la mayoría de los rebeldes si ganaran la guerraLos analistas opinan que es muy probable que la guerra civil continúe si Al-Assad, pese a su mayor poderío militar, termina derrotado, pero esta vez se libraría entre los grupos vencedores, con una más que probable venganza ejercida contra la minoría alawita, a la que pertenece el dictador. Si este gana la guerra, continuará con su violento régimen, tan antidemocrático como el que instaurarían la mayoría de los rebeldes en realidad. En cuanto al Estado Islámico, si cayese en Siria, perdería su gran atractivo ante otras agrupaciones yihadistas y para los combatientes extranjeros a los que recluta con sus campañas de marketing, y sus miembros supervivientes marcharían a otros lugares en los que estos terroristas ya están presentes, como Yemen, Libia y el Sinaí, porque en Iraq probablemente también les barrerían.

Estamos lejos de contribuir a la paz en Siria y ni por asomo a acabar de verdad con el monstruo del yihadismoEl apoyo y la intervención de las potencias occidentales y las de la región, que también han causado ya el fallecimiento de civiles sirios en Idlib, Deir ez-Zor o Bir Mahali, depende de las características de cada uno de los grupos en conflicto, de cuáles de ellos tienen más medios o posibilidades de triunfar y, por supuesto, de sus propios intereses. Estados Unidos se opone a Bashar Al-Assad, que no le es afín, y al Estado Islámico y apoya a los kurdos y a los rebeldes moderados porque el cambio político le favorece para ganar influencia; Rusia apoya al dictador, que le compra armas, le provee del gas natural que ansía la Unión Europea y permite la base naval rusa de Tartus, y se opone al Estado Islámico y a otros rebeldes; el chií Irán apoya al Gobierno sirio, al que ha proporcionado armas y financiación para frenar la influencia de la sunita Arabia Saudí, y se opone al Estado Islámico y a los rebeldes sunitas; Arabia Saudí se opone a Al-Assad y apoya a los rebeldes sunitas, a los que brinda su soporte económico; Turquía, de mayoría suní, se opone a Al-Assad y a los separatistas kurdos y apoya a los rebeldes y a la coalición liderada por Estados Unidos.

Por otro lado, Israel también ha bombardeado a su vecino como respuesta a incidentes con el ejército en la frontera y al “fuego errante proveniente de los enfrentamientos internos en Siria”. Solamente se trata de otra gota más de las que parece que nunca colmarán el vaso de la guerra en Oriente Medio, hasta ahora insaciable, y que, como es lógico, está lejos de contribuir a la paz en Siria y ni por asomo ayuda a acabar con el monstruo del yihadismo. Y dada la mala disposición de los actores del país y de las potencias occidentales, uno se pregunta si nuestros gobiernos contribuirán positivamente en alguna ocasión o la guerra en Siria tendrá que acabar por simple y sangriento agotamiento.