Crisis alimentaria

Ginia Collechia (Flickr)

Una de las mayores preocupaciones del momento está centrada en lo que comemos y de donde viene. Ya sea por moda, tendencia o conciencia social, lo cierto es que cada día nos preocupamos más por la alimentación que llevamos. La comida ha dejado de ser un mero medio para sobrevivir y ha pasado a ser el centro de muchas conversaciones. El concepto de "somos lo que comemos" está llegando a un nuevo nivel.

Pero en este caso, lo importante es el origen de la misma. "Del campo al plato" se suele decir, y es que prescindir de los intermediarios comerciales y de los tratamientos químicos de las grandes empresas que se dedican a pulir y seleccionar los mejores productos es una de las nuevas tendencias. Una corriente muy ligada, todo sea dicho, al creciente interés en una sociedad por detener el envejecimiento.

holbox - Shutterstock
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El motor de la economía

La cuestión de la agricultura en México es una de las cosas más particulares del sistema productivo del país. En términos de participación a las arcas del Estado, la agricultura sólo genera algo menos del 4% de los ingresos generales del país; lo cual contrasta con la gran cantidad de población que dedica su actividad al sector agrario (más del 10%). Además, en los últimos años, el país ha registrado un aumento de la actividad agrícola, al contrario que en el cómputo total del resto del mundo.

Ante este panorama, sólo cabe un tipo de análisis. La mayor parte de la producción es de subsistencia. O lo que es lo mismo, gente que se alimenta de lo que cultiva.

Y esta situación es lo que a miles de personas que habitan en las ciudades, carentes de un pequeño huerto que aporte algo de naturaleza a sus dietas, les encantaría hacer. O al menos comprar. Las grandes distancias entre la urbe y el campo, además de la ausencia de medios de transporte adecuados para los agricultores, impiden llevar los productos de la huerta al plato de forma autónoma.

Una tendencia que en Europa y Estados Unidos lleva implantada años con el objetivo de reconocer el trabajo de los agricultores. Pagarles el precio justo que merece su actividad, dejando a los caros intermediarios del proceso fuera, ha sido la misión de muchas organizaciones y, ahora también, de las startups. Algunas de ellas muy populares entre los famosos por la labor social que desempeñan: Leonardo DiCaprio financió con varios millones a Runa, una empresa de comercio justo vinculada a la actividad comercial en Ecuador.

Los ejemplos se cuentan a cientos y ahora México también se une a la liga de las startups del comercio justo y consumo sostenible. Red Maceta, en Ciudad de México, es una plataforma donde se compran alimentos producidos por locales. Los miembros de la empresa se encargan del complicado proceso del transporte, que no puede llevarse a cabo por los agricultores, y reparten los pedidos puerta a puerta. Añadiendo la perspectiva tecnológica a un sector que no tiene acceso a la red abren su horizonte de posibilidades a toda la capital del país.

De esta forma, se solucionan dos cuestiones importantes a la vez. Productores contentos y consumidores comprometidos con su entorno y con su dieta. La cual sólo recibirá productos de temporada.

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