Salir a tomar unas cervezas o unas copas es un capricho al que es difícil renunciar. Y más si hace calor, en mitad de unas vacaciones o un buen fin de semana, ¿verdad? Eso sí, ¿te has parado a pensar por qué tu cuerpo reacciona como reacciona ante el alcohol? Desde las ganas constantes de ir al baño a las lagunas del día siguiente, el alcohol es capaz de revolucionar todo nuestro sistema. Hoy os contamos algunos de sus efectos más inmediatos.
Fisiología: ¡necesito ir al baño!
Una de las consecuencias más directa y, probablemente, la más conocida es la necesidad imperiosa de ir constantemente al baño. Aunque algunos creen que esto se debe solo al hecho de estar bebiendo más, lo cierto es que el alcohol sí tiene un efecto sobre nuestra necesidad de ir al baño. Esto ocurre porque el alcohol inhibe, es decir contrarresta el efecto, a una hormona llamada ADH. La ADH u hormona antidiurética es la encargada de que nuestros riñones capten de nuevo el agua que están empleando en la filtración.
En un complejo sistema, nuestros riñones se encargan de limpiar las sustancias peligrosas y deshechos que flotan con nuestra sangre. Para esto "utilizan" mucha agua la cual es recuperada en gran parte al final del sistema de filtrado. Esto es lo que controla la ADH, la cual se encarga de que no nos deshidratemos pero que tampoco le falte agua al filtrado. El alcohol, al interferir en su efecto provoca que perdamos mucha más agua y más rápidamente. La ADH controla el agua que perdemos o recuperamos en el sistema renal
Por eso nuestra vejiga se llena antes y tenemos que ir al baño más veces mientras el alcohol esté en sangre.
Pero la cosa no se queda aquí. Además de la vejiga, otro de los efectos del alcohol es provocar "una fiesta" increíble en nuestro estómago. En primer lugar, el alcohol y los secundarios del destilado (sustancias que surgen como su consecuencia) trastocan por completo nuestra flora intestinal. Ésta es un conjunto de microorganismos que viven en nuestras tripas y nos ayudan a digerir. Una vez desequilibrados, cualquier cosa es posible hasta que se restablezcan. Además, el alcohol es osmóticamente activo, lo que quiere decir que actúa en nuestras vellosidades intestinales extrayendo más agua de la que debería ir por el intestino con desagradables consecuencias.
Mens ebria in ebrius corpus
Y ¿qué le pasa a nuestro cerebro? Los efectos del alcohol en la cabeza son muchos y variados. Hay que tener en cuenta que el alcohol es un veneno, mires por donde lo mires. No existe ninguna dosis saludable y esto se debe a su fantástica forma de actuar. Por ejemplo, las lagunas mentales. Un dicho muy extendido es que el alcohol destruye neuronas. Esto no es cierto. Al menos a corto plazo. Lo que se ha comprobado es que, a pesar de dejar las neuronas sanas y salvas, el alcohol interfiere con los neuroreceptores y neurotransmisores de varias maneras. Una de ellas es El alcohol impide a nuestro cerebro que fije los recuerdos a largo plazo
impidiendo que nuestros recuerdos a corto plazo **pasen a nuestro sistema de almacenamiento a largo plazo. Esto se traduce en lagunas de memoria al día siguiente. No porque no nos acordáramos en su momento, sino porque se desactivó el sistema de guardado antes de tiempo.
Por otro lado, esa capacidad de actuar sobre los receptores del cerebro trastoca todo el sistema nervioso. Por ejemplo impide una correcta conexión entre el sistema visual y los músculos motores. Esta es una conexión bastante compleja y delicada. Al estropearla se traduce en una clara falta de comunicación. Por otro lado, también provoca "cortocircuitos" en otras zonas tales como el área de Wernicke, que controla el habla o en las zonas cerebrales que controlan nuestro comportamiento**. Aunque en estos casos la forma de actuar es muy complicada, los resultados son evidentes: la lengua se nos traba y pronto nos sentimos capaces de hacer cualquier cosa sin que nuestra personalidad sobria nos lo impida.
Gordo como un pato
En las dietas hipocalóricas (para adelgazar) el alcohol está completamente prohibido. Esto tiene una razón: el alcohol en sí (no sólo el refresco que lo acompaña) guarda una cantidad increíble de energía. El proceso metabólico es complejo y extenso. Pero el resultado sí es fácil de comprender. El alcohol es transformado por la enzima alcohol deshidrogenasa en acetato. Esta sustancia, a su vez, se convierte en Acetil CoA, la misma que produce el azúcar al degradarse en la respiración celular. Como en el cuerpo todo funciona por balances, al final un exceso de esta última molécula provoca que se consuma menos grasas y menos azúcares, guardándose. Aunque los efectos del alcohol provocan una pérdida inmediata de azúcares, lo cierto es que es todo el conjunto termina en un almacenamiento mayor de grasas y glucógeno. Esto acaba por ponernos gordos.
Una de las consecuencias más desagradables de la ingesta regular de alcohol es el crecimiento graso de este órgano. El hígado es el principal encargado de procesar el alcohol, para lo que necesita, entre otras cosas, vitamina B1. Pero el hígado solo está preparado para tratar una cantidad muy pequeña de alcohol. En su limpieza genera grandes cantidades de acetato, como explicábamos, lo que provoca una toxicidad celular que mata parte del tejido. Al beber constantemente, el hígado trata de recuperarse creciendo de más. La grasa se acumula en el órgano y este va creciendo siendo cada vez más inútil. Básicamente es el mismo proceso que se usa con las ocas y patos para hacer foie-gras.
Y mucho más...
Estos efectos son solo un pequeño ejemplo de las complejas interacciones metabólicas y los efectos del alcohol en nuestro cuerpo. Pues hay muchísimo más. Otra cuestión importante es el tema de las resacas. Ya os hablamos muy extensamente de los mitos y verdades extendidos en este tema, que son muchos. Ante todo, es importantísimo saber que consumir regularmente una cantidad sustanciosa de alcohol es muy, pero muy, malo. Los descensos de vitamina B1 pueden provocar fallos severos en todo el cuerpo. El hígado dejará de hacer su trabajo (y no, no tenemos dos hígados). El intestino corre el riesgo de sufrir un cáncer grave. Nuestra fisiología va deteriorándose por vías inimaginables y nos volvemos adictos debido a que la alteración neuronal nos ha trastocado tanto que ya no se activa con nada. El efecto sobre el cerebro puede provocar una parada completa del sistema, provocando la muerte. Si consumimos alcohol con moderación y responsabilidad, los únicos efectos que notaremos serán los descritos más arriba. Pero si no tenemos cuidado esto puede convertirse en algo mucho más grave. Así que no está de más disfrutar de una cerveza o dos en buena compañía. Eso sí, mejor no perder de vista los posibles efectos del alcohol en nuestro cuerpo.