Si a los virólogos les diesen un céntimo cada vez que alguien les ha preguntado por qué se obtuvo tan rápido la vacuna contra la COVID-19, pero seguimos sin vacuna contra el VIH, se acabarían para ellos los contratos precarios y las carreras burocráticas en busca de financiación. Es cierto que resulta chocante, pero la vacuna contra el virus causante del SIDA es uno de los grandes retos de la ciencia por muchos motivos. Por eso, los resultados que acaba de obtener un equipo de científicos del Instituto de Vacunas Humanas de Duke resultan de lo más interesantes.

En sus ensayos clínicos en fase 1, han logrado obtener en humanos lo que se conoce como anticuerpos ampliamente neutralizantes. Estos son anticuerpos capaces de atacar a una amplia gama de cepas virales. Se conoce su existencia para el VIH desde la década de 1990, pero hasta ahora no se había logrado que una vacuna estimulase su producción.

Solo se habían observado en infecciones naturales. El problema es que incluso en esos casos resulta complicado que se generen. Se calcula que solo un 10%-25% de los pacientes llegan a desarrollarlos y para ello invierten más de dos años. ¿Qué le pasa al VIH? ¿Por qué es tan escurridizo para nuestro sistema inmunitario? Antes de empezar a correr, es necesario aprender a andar. Por eso, estos científicos han invertido mucho tiempo en responder esas preguntas y, una vez llegados a ese punto, han comenzado con los prometedores ensayos clínicos de su vacuna contra el VIH.

¿Por qué es tan difícil obtener una vacuna contra el VIH?

A grandes rasgos, la vacuna contra el VIH es un reto porque nuestro sistema inmunitario no está nada preparado para combatirla. Por ejemplo, en el caso de los virus de la gripe y la COVID-19, la supervivencia es muy alta. Muchísimas personas resisten la infección porque nuestros sistemas inmunitarios están preparados para combatirla. Las vacunas brindan una ayuda inmensa, pero al menos nuestras defensas saben por dónde empezar.

Con el VIH no ocurre eso. La inmensa mayoría de personas infectadas terminarían muriendo si no se sometiesen a un tratamiento. Nuestro sistema inmunitario no es capaz de combatirlo y las causas han sido un misterio durante mucho tiempo. Ahora, afortunadamente, se sabe cuáles son.

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Virus del VIH en la sangre. Crédito: CDC

El VIH es todo un escapista. Tiene tres mecanismos con los cuales esquiva al sistema inmunitario. Si uno falla, aún le quedan dos. El primero consiste en ocultar las proteínas de su envuelta que se unen a los receptores. Para que un virus infecte una célula se necesita que algunas proteínas encajen en los receptores celulares, como una llave en una cerradura. Normalmente, las vacunas están diseñadas para atacar esas llaves antes de que lleguen a la puerta de entrada. Sin embargo, el VIH tiene un truco increíble: esconde la llave y solo la saca cuando ya está pegado a la cerradura. Así, al sistema inmunitario no le da tiempo a ponerse en marcha.

Por otro lado, cuenta con escudo de azúcares que bloquea la llegada de anticuerpos. Incluso si les diese tiempo a atacar cuando sale la llave, no podrían, porque esta estaría muy bien protegida. 

Finalmente, el virus muta muchísimo justo en las zonas que pueden ser reconocidas por los anticuerpos. Para cuando estos aprenden a dónde deben dirigirse, el virus ya ha cambiado y deben volver a empezar.

El papel de los anticuerpos ampliamente neutralizantes

Los anticuerpos ampliamente neutralizantes son capaces de atacar al virus, aunque mute muchas veces. Por eso, este último mecanismo de escape estaría cubierto. Además, si se consigue que actúen rápido se podría solventar la primera barrera. Queda la segunda parte, pero parece ser que en las personas que los generan de forma natural llegan a evitar la unión del virus, al menos hasta cierto punto. 

Es por eso por lo que los resultados de esta nueva investigación son tan interesantes. Se trata del final de la fase 1 de un ensayo clínico en el que han participado 24 personas sanas. Cuatro de ellas recibieron un placebo y el resto la vacuna contra el VIH. El objetivo era administrar cuatro dosis, pero el ensayo tuvo que detenerse cuando una persona desarrolló una reacción alérgica al polietilenglicol. Este es un ingrediente que se usa para estabilizar la vacuna. No es indispensable, por lo que se ha logrado desarrollar una nueva vacuna que no lo contiene. Aun así, mientras se desarrollaba, los investigadores aprovecharon para analizar los resultados obtenidos hasta el momento.

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En el punto en el que se detuvo el ensayo, 5 personas habían recibido 3 dosis, mientras que a otras 15 solo se les habían administrado 2. Curiosamente, los mejores resultados se obtuvieron con dos dosis. Estos pacientes fueron los que desarrollaron una mayor cantidad de anticuerpos ampliamente neutralizantes. Uno de ellos, era capaz de atacar entre el 15% y el 35% de las cepas virales y solo se necesitaron unas pocas semanas para generarlo en vez de los dos años habituales. 

¿Qué implica todo esto?

Esto no quiere decir que estemos cerca de la vacuna contra el VIH. Simplemente se ha dado un paso muy prometedor. Sobre todo porque, siguiendo el mismo mecanismo, se espera mejorar la vacuna, de manera que se dirija a otras zonas conservadas de la envoltura del virus y el porcentaje de cepas sea aún mayor. Ha habido otros ensayos que han llegado a fase 3 y justo ahí han debido detenerse, por lo que debemos leer estos resultados con cautela. Pero también con optimismo. El optimismo cauto es esencial en la ciencia. 

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