Desde hace casi dos décadas, Will Smith se propuso ganar un Oscar. O esa parece ser su intención con una serie de papeles enfocados en el drama y que se alejaban de su habitual imagen como héroe de la comedia. No obstante, la estrategia tuvo resultados mixtos. El actor ha pasado buena parte de los últimos años en medio de desastres de taquilla y de crítica. 

A pesar que varias de sus actuaciones le valieron reconocimiento, Will Smith todavía se encuentra en un punto incómodo de su carrera; todavía no ha logrado la definitiva consagración que aspira y, no obstante su popularidad, varios de sus desastres taquilleros han puesto en entredicho su carrera. Uno lo suficientemente incierto como para que King Richard, de Reinaldo Marcus Green, sea una apuesta arriesgada. 

No obstante, Will Smith demuestra (de nuevo) que puede enfrentarse a papeles complejos y que lo puede hacer con soltura. En esta ocasión, la encarnación de Richard Williams, padre de las tenistas Serena y Venus, ha supuesto un reto que logra enfrentar con soltura. En especial cuando debe enfrentarse detrás de cámara al casi completo control del verdadero Richard Williams en producción. ¿Puede un biopic cinematográfico retratar un personaje que además, puede influir sobre lo que se mostrará en pantalla?¿Cuánta libertad tuvo Smith para crear un retrato realista de un personaje controvertido? 

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King Richard, que mezcla de manera un tanto irregular el género deportivo y el biopic en estado puro, se enfrenta además a un guion desigual. Uno que resalta el comportamiento casi tiránico de William y que a la vez le justifica. Will Smith parece dividido entre la posibilidad de mostrar una actuación intuitiva o solo obedecer las restricciones de un papel hecho a su medida. Pero aun así logra una actuación impecable de varias dimensiones y una cuidada percepción sobre un mundo interior complejo.

Entre ambas cosas, es evidente que el actor logra superar la barrera de lo obvio. Richard Williams es un personaje con una conducta complicada y que, de hecho, se encuentra en mitad de un constante cuestionamiento público. Pero la película y la actuación de Will Smith está más interesada en reflexionar sobre su comportamiento que en mostrar su reverso oscuro. Aun así, Smith es un Williams enfurecido, pendenciero y obsesionado con el triunfo. Y el actor lo muestra con una crudeza que roza lo incómodo más de una vez. 

Will Smith o la estrella que lucha por ser actor

Will Smith, con dos nominaciones al Oscar a cuesta, tiene un amplio espectro para el drama. También ha brindado una curiosa percepción sobre personajes con mundos interiores cuestionables. Su Ali en la película del mismo nombre de Michael Mann es una extraordinaria desconstrucción del ídolo. 

En King Richard, el actor tiene la oportunidad de hacer algo parecido. Incluso, llevarlo a un nuevo extremo y profundizar en el cariz de un hombre afroamericano triunfador y señalado. Will Smith, que suele lidiar con agilidad e inteligencia contra el racismo, transforma a William en un conciencia bravucona. También en un hombre iracundo que no tiene verdadero sentido sobre su extraña visión del triunfo. Para su último tramo — el más emocionante y también amargo — la película debe de toda la potencia de Smith. También, de su habilidad de relatar una historia de interés sobre una figura actual y controvertida. 

Williams, que admitió haber decidido la vida de sus hijas antes de su nacimiento, parece haber hecho lo mismo con la actuación Will Smith en el film. A pesar de eso, el actor logra por momentos liberarse de la presión y crear algo brillante. Y son esos momentos lo que quizás le brinden el anhelado reconocimiento que busca. Una vuelta de tuerca mucho más interesante que la película que protagoniza. 

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