A pesar de que la fecha oficial para celebrar el día del orgullo fue el pasado viernes, 28 de junio, al menos en Madrid, se celebra esta en la que estamos. Una fiesta perfectamente integrada entre otras celebraciones populares como las fiestas de San Isidro, que tienen lugar en mayo, o la Verbena de la Paloma, en agosto. Para mayor disgusto de la actual alcaldesa de la capital de España, Ana Botella, y toda la cúpula episcopal liderada por Rouco Varela, cientos de maricas nacionales e internacionales se darán cita en la capital española en una celebración que comienza el 3 de julio, con el pregón que desde la Plaza de Chueca, a cargo esta año de Paloma San Basilio, y que tiene como punto culminante la manifestación estatal que, visto que ya no dejan que pase por la Gran Vía, comienza su itinerario en Atocha, para terminar en la Puerta de Alcalá. Me pregunto si le habrían permitido a la selección española cortar la Gran Vía en caso de que hubieran ganado a la brasileña.

Por muchos avances se hayan logrado en cuestiones legales, y que incluso en el cine y la televisión se ofrezca una situación casi normalizada de los homosexuales en la sociedad, lo cierto es que en la calle todavía estamos lejos de la integración completa. Al menos en lo que a pequeñas comunidades se refiere la integración debe continuar. Por eso, estando en el año de la diversidad afectivo-sexual en la juventud, '¡Jóvenes sin armarios!', proponemos un recorrido por el cine y la televisión, resaltando un ciclo de películas y series de televisión, que seguro disfrutaste sin siquiera ser consciente de que estabas viendo cine gay, al mantener la orientación sexual de sus protagonistas en el armario, haciéndolos visibles sólo a través de metáforas y eufemismos, que no todos fueran capaces de apreciar.

Mutant and proud

Es posible que te sintieras identificado con la lucha de los mutantes en X-Men, cuando reivindicaban el valor de ser diferente. En un principio parecía que se dirigían a todo tipo de comunidades minoritarias, ya fueran grupos étnicos, tribus urbanas o incluso entrañables nerds. Pero varias claves de X2, hicieron evidente que uno de sus principales focos era el homosexual. ¿Recuerdas el momento en que Bobby Drake (Shawn Ashmore) le confiesa a sus padres que tenía algo que decirles? Seguro que si eres gay te has encontrado en esa misma situación con tu familia. Es posible que X-Men: the Last Stand no hiciera tanto hincapié en esta metáfora, pero claramente se volvió a apoderar (y con mucha fuerza) de la saga de mutantes con la precuela, X-Men: First Class, que incluso llegaba parafraseaba el popular lema LGTB en inglés, gay mutant and proud, a parte de que giraba en torno a la preocupación de algunos mutantes de "curarse". Sé que los que vieron la película doblada al español se encontraron con una frase ligeramente diferente, que quizás no llevaba ha sacar la misma conclusión, pero es lo que pasa siempre con el doblaje, que desvirtúa (a veces a conciencia) las intenciones reivindicativas de la película.

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La moralidad de comer ostras o caracoles

El cine de romanos también ha sido muy fértil en subtramas homosexuales. Y si no que se lo digan a Charlton Heston que, sin saberlo interpretaba a un homosexual en Ben-Hur; por gentileza de Gore Vidal y William Wyler. Seguro que ahora entiendes el descomunal enfado de Messala (Stephen Boyd) cuando se entera de que su "gran amigo" pretende dejarle de lado porque se va a casar con una mujer. Comentarle este pequeño detalle al que posteriormente sería presidente de la Asociación Nacional del Rifle podría haber puesto final a su participación en la película, por lo que optaron por no decírselo. A él no, pero a su antagonista sí. Por eso es tan intensa la mirada de Stephen Boyd cuando brindan entrelazando sus brazos. Por eso se pone como se pone cuando compite contra él en las carreras de cuadrigas. Por eso es a quien llama cuando está en su lecho de muerte. Y ¡qué me dicen de lo que disfruta Quintus Arrius viendo a Judah Ben-Hur remar con sus compañeros? ¿O de verdad piensas que le libera sólo porque le ha salvado la vida cuando se hunde el barco?

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Sin ir más lejos, ¿qué le habrías contestado a Crassus (Laurence Olivier) si te hubiera preguntado por la moralidad de comer ostras y caracoles en Spartacus?. Fíjate que el gobierno franquista debió olerse algo raro, porque esa secuencia fue censurada en España. Menos mal que no era cine nacional y se ha podido restaurar la película tal y como era, que no fue así con otros títulos españoles. Lo cierto es que en los Estados Unidos también tenían su censura, por eso escogían hablar de moluscos, en lugar de zonas erógenas.

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La fuerza emocional de estos recursos proporciona una doble lectura mucho más rica que si se mostrase abiertamente la atracción sexual entre dos personas del mismo sexo en una película que, en principio, se vendo como cine de acción. Por eso imagino que en The Eagle tienen tanta importancia las miraditas entre Marcus (Channing Tatum) y Esca (Jamie Bell), que pareciera iban a devorarse en cualquier momento. Particularmente elocuentes eran los momentos en los que Marcus le recordaba a Esca su condición de esclavo, como si lo hubiera en un perfil de Internet. Por mucho que al final todo termine pretendiendo parecer una sencilla amistad, queda clara la intención del director de proporcionar a sus personajes una dimensión más profunda, salvo que sin mostrar la penetración, teniendo que relegar al película a un público minoritario.

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Con la testosterona a flor de piel

El cine de acción siempre ha sido cantera de grandes mocetones que rinden culto al cuerpo y que despiden testosterona por todos sus costados. Luego no les extrañe que entre el público gay tengan tanto éxito las películas de actores como Jason Stathan o incluso las de Jean-Claude Van Damme (sospechoso él mismo de maricón). Caso curioso me parece el de The Expendables, cuyos diálogos rezuman pluma por todas partes, así como el hecho de que su protagonista no entienda que sus compañeros le abandonen por sus respectivas mujeres. Hasta tal punto llega su influencia sobre ellos que consigue que en The Expendables 2, su más apreciado colega abandone a su novia para quedarse siempre a su lado. ¿No terminaba la película con los dos cogidos de la mano? ¿Y qué me dicen del reencuentro con antiguos "amigos", como Chuck Norris al que se refieren como el "lobo solitario"? No es la única vez que Jason Stathan hace de marica porque ya lo había sido en otra película dirigida por Simon West, The Mechanic, aunque en silencio, por supuesto. Y tampoco era la primera vez que asomaban maricas en una película del mismo director, porque ya en Con-Airhabía una marica dispuesta a darlo todo, aunque aquí sí, mostrada en un tono más cómico-despectivo que reivindicativo, por eso estaba fuera del armario.

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Cabalgando entre algo más que colegas

El oeste también ha dado rienda suelta a las relaciones de amistad que se rompen (o unen más) en el momento en que una mujer se mete por medio. Este era el detonante del conflicto en Appaloosa, el western dirigido por Ed Harris —que ya había sido homosexual en The Hours— en el que el elemento femenino, en lugar de separarles, le une todavía más. Mira que se llevaban los tríos en el oeste. Lo mismo sucede en westerns crepusculares como Butch Cassidy and the Sundance Kid (1969, George Roy Hill) —no es de extrañar que nadie entendiera nada de Blackthorne, la absurda secuela que Mateo Gil se sacaba de la manga. En otros casos, como en The Wild Bunch (Sam Peckinpah), las mujeres brillan por su ausencia, prefiriendo todos morir entre amigotes que quedarse en casa con sus parientas. En el polo opuesto estaba Johnny Guitar (1954), dirigida por Nicholas Ray —no sería la única vez que recurría a personajes homosexuales—, sucede lo contrario habiendo construido Vienna (Joan Crawford), una comunidad a prueba de hombres, junto a su amiga Emma Small (Mercedes McCambridge).

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Filósofos guerreros, pederastas griegos

Siempre he pensado que Zack Snyder se resiste a salir del armario. Desde mi punto de vista, es evidente su inclinación sexual sólo con echar un vistazo a Man of Steel, pero antes ya se le vio la pluma en otros títulos, como Watchmen (2009) —cuyo reparto respondía a un criterio claramente marica—, pero sobre todo en 300 (2006), por razones obvias. Que él decidiera rebajar el cariz pederasta del ejército de espartanos que luchaba la batalla de las Termópilas, no libera su película de ser, en el fondo, una auténtica película megamarica. Sobre todo en el momento en que Xerxes (Rodrigo Santoro), hace su dramática aparición tal cual dragqueen en el carnaval de Tenerife. No se asusten, en la antigua Grecia se llamaba pederastia a la relación natural que surgía entre guerreros y los alumnos que acogían. El ciclo natural establecía que una vez el maestro terminaba con su alumno, pasaba a formar una familia con una mujer, mientras que el alumno se convertía en maestro de la siguiente generación. Así pasaban por todas las fases, de pasivo a versátil y por último activo. Tan sólo queda un secuencia en la película que sugiere este ciclo, pero es más que suficiente para incluiría en esta lista de películas de homosexuales en el armario.

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En la misma onda está Troy (2004), la adaptación que Wolfgang Petersen dirigía del poema de Homero. Y no piensen que me refiero tanto aa que Brad Pitt luciera como una nenita con su selenita, sino a que cualquiera que haya leído La ilíada, entenderá su profundo dolor ante la muerte de Patroclus (Garrett Hedlund). El mismo año Oliver Stone estrenaba Alexander, una película que no por mostrar alguna que otra marica alrededor de Colin Farrel reivindicaba la condición homosexual del héroe macedonio. Temeroso, probablemente, de escandalizar con mostrar la imagen de dos hombres fornicando, recurría al improbable estereotipo afeminado. Que no dudo que habrá muchos hombretones que les ponga esa onda, pero dado que daba la impresión de que Alejandor Magno se había pasado por la piedra a todos y cada no de los integrantes de su ejército, habría molado mucho más verle enrollándose con Val Kilmer, Jared Leto o Jonathan Rhys Meyers, por ejemplo.

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Mira mi pecho tatuado

Declaraba Johnny Depp en una entrevista para Vanity Fair que los altos ejecutivos de Disney mostraron abiertamente su preocupación porque su interpretación del pirata Jack Sparrow transmitía una imagen excesivamente gay. A lo que el actor les contestaba: "no sabíais que todos mis personajes son gays". Y esa es ciertamente toda la impresión que me dio cuando le vi en Pirates of the Caribbean: The Curse of the Black Pearl (2003) y en todas sus secuelas. De la misma manera, me preparo ya para recibir The Lone Ranger, como otra nueva película marica en la que encima sale con parejita ¿o no es eso lo que será John Reid (Armie Hammer)? Si tenemos en cuenta que ambas están dirigidas por Gore Verbinski, y que el personaje de Tonto sigue en la misma línea que el de Sparrow, me parece que vamos a presenciar las mismas aventuras, pero ahora en el Oeste. Y ya hemos visto que dos amigos en el oeste dan para mucho que pensar...

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Japoneses que lo viven como si fueran griegos

¿Es posible que casi todos los personajes que haya interpretado Takeshi Kitano sean homosexuales? Si todos no lo son, su cine está lleno de personajes gays. Desde Violent Cop (1989) hasta Zatoichi (2003), pasando por Gonin (1995, Takashi Ishii) o la delirante Gohatto (1999, Nagisa Ôshima) y Merry Christman, Mr Lawrence (1983, Nagisa Ôshima) , su cine deja perfectamente evidente que en la sociedad nipona la homosexualidad está admitida, eso sí, siempre que sea una fase que te sirva para evolucionar hasta formar una familia. Visto que, con toda seguridad, muchos no compartirán mi punto de vista con respecto a la orientación sexual de algunos de los títulos aquí señalados, quisiera que prestaran atención sobre la clara diferencia que marca sobre una relación de amistad y una sentimental en una película como Brother (2000). Sólo tendrás que fijare en cómo se relaciona con Denny (Omar Epps), un amigo de los de verdad, y en cómo lo hace con Kato (Susumu Terajima), un amante de los de siempre, que además se suicida por amor. La sutilidad de ambas relaciones deja claro que se puede mostrar dos relaciones de amistad masculina en una misma película siendo una platónica y la otra en perfecta sintonía con Aristóteles.

Hablar de peras con manzanas

Apelando a su especial sensibilidad, cineastas como George Cukor o Pedro Almodóvar, se han quedado con la etiqueta de ser los mejores 'directores de mujeres'. Y no digo que no hayan contribuido a sacar el mejor rendimiento de las actrices con las que han trabajado, pero de ahí a que realmente hayan encontrado la manera de mostrar la sensibilidad femenina con mayor acierto que, por ejemplo, Jane Campion, me parece que hay un largo trecho. Ni me da la impresión de que Women (1939) sea una película sobre mujeres, ni tampoco Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988). Películas espléndidas las dos, pero que se acercan más a la sensibilidad homosexual que a la femenina. Y lo mismo pienso de una serie como Sex and the City (1998-2004), creada por Darren Star, mismo autor de Beverly Hills, 90210 (1999-2000) y Melrose Palce (1992-2000). ¿Qué pasaría si en lugar de ver a Carrie (Sarah Jessica Parker), Samantha (Kim Cattrall), Charlotte (Kristin Davis) y Miranda (Cynthia Nixon) como cuatro mujeres neoyorquinas que comen cupcakes nos imaginamos a cuatro maricas que disfrutan de bukakes? Que la serie no cambia en nada en absoluto.

Uniformes para levantar la líbido

Uno de los grandes fetiches del mundo homosexual son los uniformes y, tal y como explicaba Quentin Tarantino en Sleep with Me (1994, Rory Kelly) con respecto a Top Gun (1986, Tony Scott), que según él no giraba en torno a un montón de pilotos marchitos que se medían la polla constantemente, sino que era la historia de un heterosexual luchando contra su propia homosexualidad —vamos, lo que lleva haciendo toda su vida el propio Tom Cruise casándose con mujeres para disimular, llegando el extremo de comerse (o de vender que iba a hacerlo) la placenta en la que venía envuelta su hija.

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Tampoco era la primera vez que Tony Scott se marcaba una película de corte LGTB, puesto que con The Hunger (1983) había subido la libido de lesbianas y heterosexuales con fantasías lesbias. Un ejercicio en el que su hermanito, Ridley Scott, tampoco se quedaría corto en títulos como Thelma & Louis (1991), cuya amistad fue objeto de varias lecturas, como también lo fueran las encantadoras amigas de Bagdad Cafe (1987, Percy Adlon). Volviendo sobre Scott, lo cierto es que un poco bollo si resultaba G.I. Jane, una película de tono claramente a favor de la integración de las lesbianas en el ejército (que no de la mujer), que volvía a reincidir en territorios militares. Por otro lado, justo es decir que un poco marimacho han sido casi siempre todas y cada una de las interpretaciones con las que nos ha torturado Demi Moore.

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Aunque una de mis películas favoritas de índole militar es ¡Harka! (1941, Carlos Arévalo), una película española sobre los tiempos del Protectorado Español en Marruecos. Un aristócrata se alista en el ejército para conocer mundo antes de casarse, pero allí entabla amistad con un capitán —interpretado por Alfredo Mayo, perfecto de alter ego español de Charlton Heston—, entablándose entre ellos una amistad que se revela como otra cosa cuando, después de todo lo que han vivido juntos, el aristócrata anuncia que se va para casarse. Memorable el final con el teniente, que rechaza finalmente la boda, ocupando el lugar que antes ocupaba el otro, ahora muerto en acto de servicio, con su foto encima de la mesa. Y no piensen que es el único momento marica de la película, porque está llena de insinuaciones visuales y frases con doble sentido.

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En un tono muy diferente, pero entregado con discreción a la causa marica, David Lean utilizaba en Lawrence of Arabia un eufemismo como 'rarito', cada vez que alguien mentaba al protagonista de su película. Nos encontramos igualmente inmersos en un ambiente militar y en el desierto, alejados de toda costumbre europea. No sé si Lawrence (Peter O'Toole) disfruta más comprobando cómo le queda la chilaba y el turbante, que entre sus amigotes árabes. Quizás le gusten menos los turcos, pero está claro que al turco le gusta la piel rosada y fina de los británicos.

No siempre este tipo de conflictos habían terminado mal en el cine por que en 1926, Flesh and the devil fue pionera en plantear el conflicto de amigos militares que discuten porque uno de ellos decide casarse con una mujer. Para colmo, acaban batiéndose en duelo y al contrario de lo que sucedería después, ambos amigos acaban enfundados en un reconciliador abrazo mientras la prometida perece ahogada cuando intentaba evitar, no sé si tanto el duelo, como que ambos hombres acabaran juntos de nuevo. La heroína no era otra que Greta Garbo, actriz curtida en esto de la confusión sexual que, precisamente, volvería a coincidir con John Gilbert en Queen Christina (1933), donde seduce a Antonio (John Gilbert) cuando va vestida de hombre. Entre la divina y Marlene Dietrich, no me extraña que las ordas de puritanas estadounidenses pusieran cada dos por tres el grito en el cielo.

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Locazas que desatan una guerra por nada

Esto no me lo invento. Lo leí hace mucho tiempo en un artículo publicado en la revista Vanidad. Fue muy revelador y me sirvió para entender por qué Mazinger Z (1972), el manga creado por Gō Nagai, uno de los más polémicos e influyentes autores manga, es un icono gay en Asia. Parémonos a pensar un momento en la perfecta anatomía del magnífico robot gigante que da nombre a la serie o, lo que es mejor, en algunas de sus armas, como los puños fuera —qué sugerente para los practicantes habituales de fist fucking— o ese misil que dispara de la parte del abdomen con el que fulmina al monstruo de tres cabezas cuando lo tiene postrado a cuatro patas delante de él... ¿Hace falta explicar algo más? Por otro lado, qué curioso que el único arma de la que disponía el (inservible) robot femenino, Afrodita A, le sirviera para poco más que para despojarse de la única seña visible que delataba su género: sus pechos. ¿Y quien tendría un ejército ataviado con mallas y falditas, obligando a sus soldados a llevar siempre la cara cubierta por una máscara sino una gran reinona como el doctor Infierno (dr. Hell por algunos lares)? Si es que además tiene como "mano derecha" a un ser mitad hombre mitad mujer que, o bien representa un travesti, bien un hermafrodita, luego la confusión sobre la identidad sexual está servida. No se extrañen si muchos piensan que el maléfico doctor de melena cardada se puso como se puso debido al rechazo del abuelo de Koji Kabuto, que por cierto, lo dejaron cuando estaban "de vacaciones" por las islas griegas y una vez le contara "su secreto". Me pregunto si Guillermo del Toro hará alguna alusión a este tipo de referencias en Pacific Rim.

Un pavo con doce novios (y una amiga puta)

La iglesia católica se precipitó cuando decidió conceder a la adaptación que Pier Paolo Pasolini hacía de uno de los evangelios. O no la habían visto, o no se reconocieron en primera instancia. Porque, independientemente de lo que un servidor piense sobre la religión y las sagradas escrituras, hay una secuencia de Il vangelo secondo Matteo (1964) que habla por sí misma. Es aquel momento en el que Jesús se acerca a los pescadores y les invitar a seguirle, porque el les hará pesacdores de hombres. Visto así, ¿no sería María Magdalena la mariliendre original? El Vaticano acabaría repudiando la película, ¿con el partido que le sacaría la iglesia a aquello de "dejad que los niños se acerquen a mi"?

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Armas de doble filo

Siempre he pensado que si al agente 007 fuera bisexual, tendría muchas más ventajas para culminar con éxito sus misiones, y seguro les sacaría mayor partido y rendimiento. Mira tu por dónde que, quizás, la época de Sean Connery fuera más prolífica en cuanto a ambigüedad sexual. Ya en 1963, la que fuera segunda película de la franquicia, From Russia with Love (1963, Terence Young), se marcaba una mala Rosa Klebb (Lotte Lenya), que no tenía ningún reparo en emplear el látigo sobre una mujer o posar accidentalmente su mano en la rodilla de sus subordinadas. Yendo todavía más lejos, Guy Hamilton, que dirigía Diamonds Are Forever (1971), revolucionaba la platea con una pareja de asesinos, Mr Wint y Mr. Kidd, que después de culminar sus misiones se alejaban cogidos de la mano. ¡Qué tiernos! Algunos pondrían el grito en el cielo con representaciones tan exageradas de la condición sexual homosexual, pero a un servidor le parecen sencillamente encantadores.

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No menos que toda la colección de anécdotas camp que poblaban una serie como Charlie's Angels (1976-1981, Ivan Goff & Ben Roberts), poblada de chascarrillos lésbicos que alcanzaron su mayor esplendor en un episodio que contaba con la intervención de una jovencísima Kim Bassinger que estaba en una cárcel de mujeres. No recuerdo cual de ellas era, pero uno de los ángeles de Charlie se hacía pasar por reclusa, teniendo que desnudarse delante de la penetrante mirada de su carcelera, que no desaprovechó la ocasión de regodearse. Esta es la anécdota que recuerdo, pero había más, muchas más. Si McG no se cortó un pelo en su versión cinematográfica, para la secuela incluso se trajo a Demi Moore, ¿que más se puede pedir?

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Una esposa para el escaparate

Ser marica y casarte con una mujer siempre ayuda a que seas aceptado por la sociedad, sobre todo por la ultracatólica derecha. Y si no que se lo pregunten a Alaska y Mario Vaquerizo. Muchas veces el cine ha terminado casando a su marica protagonista para superar los problemas con la censura. Así sucedía en My Fair Lady (1964, George Cukor) o en Tea and sympathy (1956, Vincente Minelli), cuyos protagonistas, maricas perdidos, acababan contrayendo matrimonio para librarse cualquier comentario inoportuno. De entre este tipo de películas destaca The Leather Boys (1964, Sidney J. Furie), en la que visto que su matrimonio no funcionaba, un joven motero se va a vivir con su amigo marinero. Y claro, pasa lo que pasa, aunque no se muestre y luego el motero se ponga hecho un basilisco con su compañero y le abandone. Más que nada porque sus tendencias sexuales sí eran vox populi, y no debía gustarle que le vieran con marica conocida.

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Evitando la censura entre armarios

Indirectamente, la censura ha resultado muy nutritiva para el universo homosexual. Cineastas como John Huston, Howard Hawks y Alfred Hitchcock le sacaron buen partido en todo tipo de películas. El primero se empeñaba en vestir de mujer a Cary Grant a la primera de cambio en películas como Bringing Up Baby (1938) o I Was a Male War Bride (1949) —particularmente en este última después de un largo proceso de feminización—, así como relegaba a mujeres al ostracismo en Gentlemen Prefer Blondes (1953), cuando una de ellas trataba de llamar la atención de musculosos hombres haciendo pesas en un gimnasio, que no reparaban en absoluto en sus vertiginosas curvas y estaban mucho más preocupados mirándose a sí mismos en los espejos. Quizás más interesantes resultan sus incursiones homosexuales en el mundo del western, primero a través de Red River, con frases míticas como la tuya es más grande de la mía o ¿la puedo coger? —nuevamente, me encanta la ironía de que John Wayne acabara en una película gay—, pero todavía mucho mejor después con The Big Sky (1952), en la que nos encontramos con un vaquero leyeron que se pone echo un basilisco cuando su compañero se echa novia. Cómo son estos hombres cuando les quitan su juguetito.

Por otro lado, en la filmografía de Alfred Hitchcock siempre han abundado las alusiones homosexuales, como la !intuición femenina" que ayuda a Leonard (Martin Landau) a anticiparse a los planes de Eve Kendall (Eva Marie Saint) en North by Northwest (1959), el complejo de Edipo que arrastra uno de los protagonistas de Strangers in a train (1951), la relación que une a los protagonistas criminales de Rope (1948) o la relación que unía tanto a la señora Danvers (Judith anderson) con Rebecca (1940). Aunque quizás la pareja homosexual más divertida de su filmografía fuera la que aparecía en una película tan entrañable como The Lady Vanishes (1938), rodada en el Reino Unido, lo que le permitió evidenciar mediante sentido del humor la relación de dos de los pasajeros del tren que no tienen ningún inconveniente en dormir juntos. Curiosamente, un año antes, Frank Capra había retratado una pareja similar en Lost Horizon, su adaptación de la novela de James Hilton que al estar rodada en Hollywood, sí necesitaba tirar de metáforas y metonimias para que se entendiera la verdadera naturaleza de la amistad que surgía entre Lovett (Edward Everett Horton) y Barnard (Thomas Mitchell) cuando se conocen en el avión —saltando las chispas inmediatamente—, que se consolida cuando el segundo se propone enseñarle al primero a hacer solitarios...

En menor medida, John Huston utilizó alguna que otra metonimia para evidenciar la tendencia sexual de alguno de los personajes que pueblan su filmografía, como Joel Cairo (Peter Lorre), que siendo presentado como un tipo peculiar que usa perfume, deja clara su condición sexual en The Maltese Falcon* (1941). He aquí el ejemplo de un cineasta que sí supo diferenciar con claridad lo que era una relación de amistad masculina con otro tipo de relación, porque nadie pensó que hubiera gays entre los buscadores de oro de The Treasure of the Sierra Madre (1948), entre los marineros de Moby Dick (1956), los vaqueros de The Misfits (1961), o la profunda amistad que unía a David (Sean Connery) y Peachy (Michael Caine) en The Man Who Would Be King (1975). Donde también los hubo fue en la atracción que Weldon Penderton (Marlon Brando) sentía por Williams (Robert Forster) en *Reflections in a Golden Eye* (1967). Está visto que Elizabeth Taylor se las ingeniaba para acabar siempre entre maricas.

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La ley del deseo

Es posible que Hollywood no aceptara la homosexualidad, pero cuando se trataba de adaptar obras de Tenesse Williams, no se podía pretender borrar la verdadera naturaleza de sus personajes que siempre eran homosexuales. Sucedía en Suddenly, Last Summer (1961, Joseph L. Makiewicz), cuando Violet Venable (Katharine Hepburn) fue sustituida por su encantadora sobrina Catherine Holly (Elizabeth Taylor), que servía como reclamo de jóvenes para su sensible primo que acababa siendo salvajemente atacado pro los mismos jóvenes de los que trataba de sacar provecho sexual. Algo parecido pasaba también en Cat on a Hot Tin Roof (1958, Richard Brooks) en la que Maggie (Elizabeth Taylor) no sabe lo que hacer para que su marido reaccione después de haberle servido de tapadera y ahora que su gran rival ha fallecido, sumiendo a Brick (Paul Newman), en una profunda depresión. Y también la homosexualidad se escondía detrás de los traumas de Blanche (Vivien Leigh) en A Streetcar named Desire (1951, Elia Kazan). Siendo así, no resulta nada extraño que Pedro Almodóvar le rinda culto en Todo sobre mi madre.

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Más alla del arco iris

Aunque la obra quizás más camp de todas, mira tu por dónde, va a ser una película creada originalmente para un público familiar, como The Wizard of Oz. ¿O de dónde pensabas que salía que la bandera gay fuera un arco iris? ¿Acaso no sabías que el eufemismo característico estadounidense para referirse a un homosexual sin decir que es gay es aludir a el como que "he's a friend of Dorothy"? Curiosamente en España algunos dicen aquello de que es "diferente", exactamente igual que aquella película, ya de culto, dirigida por Luis María Delgado en 1962, Diferente, que conseguía pasar la censura a pesar de girar claramente en torno a un joven rechazado por su familia porque en lugar de seguir la tradición familiar, prefiere el teatro, la música, bailar y estar con sus amigos…

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