En su variante generativa, la inteligencia artificial alcanza ámbitos que, poco tiempo atrás, le estaban vedados. Uno de ellos es el campo de la literatura. Ahora, escritores y ChatGPT protagonizan una relación tirante, atravesada por conflictos y temores. Aunque también por nuevas oportunidades y debates jugosos en los que vale la pena adentrarse.

La celebración del Día Internacional de los Escritores, este 3 de marzo, es un pretexto válido para revisar de cerca de qué modo las nuevas tecnologías, con la de OpenAI a la cabeza, alteran, amenazan y acompañan el trabajo de los literatos. En el acercamiento, emergen preguntas y disparadores. ¿Acaso las máquinas desplazarán a los escribas de carne hueso? ¿Un modelo sintético puede se creativo? Además, ¿qué ocurre con el entrenamiento de esos sistemas y las leyes de copyright que protegen a los profesionales de las letras? Por lo demás, adentrándonos en un terreno con tufillo de ciencia ficción al estilo Black Mirror, ¿es factible que un futuro Premio Nobel de Literatura se lo lleve un chatbot?

En esta jornada, que desde 1986 homenajea a los creadores de diversos géneros literarios, es nuestra excusa para analizar las conexiones entre los escritores y ChatGPT. Con esa intención, conversamos con escribas de diversos países y géneros, que confiesan sus recelos ante el avance de las tecnologías generativas y, por otra parte, indagan el lado luminoso de este despliegue.

Escritores y ChatGPT, una relación en la que prima la tensión

escritores y ChatGPT
La mecanización ahora participa en el ámbito literario. (Crédito: Pixabay)

El Día Internacional que hoy se celebra fue propuesto en los 80’s durante una de las reuniones del PEN Club, una organización que promueve el apoyo entre los escritores. Uno de los propósitos primarios de aquel grupo es la defensa a los profesionales de ese ámbito. ¿Acaso deba ahora salir a capa y espada, presumiendo que la inteligencia artificial generativa es una amenaza real?

Adentrándonos en la tirantez entre los escritores y ChatGPT aparece una primera preocupación. Es aquella que presiente un posible desplazamiento. Es decir, que más pronto que tarde las máquinas escribirán textos encantadores y que, así, la literatura deje de ser una habilidad exclusivamente humana. Amén de ello, hay un conflicto que ya es latente: ¿es justo que los chatbots sean entrenados con obras protegidas por derechos de propiedad intelectual, sin explicitarlo ni dar el debido reconocimiento?

En septiembre del año pasado, el autor de la saga Canción de Hielo y Fuego en la que se basó la serie Juego de tronos, explicitó ese conflicto. Según contamos en Hipertextual, George R.R. Martin encabezó una demanda contra OpenAI acusando al grupo que lidera Sam Altman de apropiarse de textos sin pagar derechos de autor. En la presentación judicial se habló de un “robo sistemático a gran escala”. En tal contexto, emerge un conflicto adicional: muchas de las obras con las que se entrena ChatGPT serían tomadas de sitios pirata.

Antes de la queja del literato estadounidense, una problemática análoga estalló en la industria hollywoodense, cuando escritores y actores realizaron una huelga por el uso indiscriminado de la inteligencia artificial para la creación de guiones. “Si queremos preservar nuestra literatura, los autores deben tener la capacidad de controlar si la IAs utiliza sus obras y, sobre todo, cómo lo hace”, dijo al respecto Mary Rrasenberger, directora ejecutiva de Authors Guild, que acompañó a los escribas en su protesta.

En las conversaciones que siguen se entrelazan temores y esperanzas en torno al vínculo entre los escritores y ChatGPT. ¿Todo es oscuridad en esa intersección?

“Uno de los peligros es la homogeneización del lenguaje”

Alban Orsini es versátil. De origen francés, es escritor, doctor en química orgánica, consultor científico y crítico de teatro. En el 2014 debutó en la escena literaria con Mis WhatsApp con mamá, una novela que discurre a través de intercambios de un hijo y una madre en la conocida aplicación de mensajería.

¿Has “jugado” con ChatGPT, pidiéndole que escriba un texto?

Claro. He estado siguiendo las herramientas tipo GPT, primero desde la distancia, luego con más interés.

Es innegable la tensión que existen entre los escritores y ChatGPT. ¿Tu percibes a esos chatbots como una amenaza para los profesionales del área?

Bueno, no diría que estas herramientas representan una amenaza real y directa para los autores. Pueden resultar útiles para aclarar determinadas cuestiones, elaborar un plan, detectar repeticiones o incluso condensar un texto demasiado largo. En mi opinión, el principal problema es que si se utiliza demasiado la herramienta, particularmente en la creación literaria, puede conducir a una forma de homogeneización del lenguaje.

La creación literaria exige una cierta dosis de locura y originalidad, que la herramienta de inteligencia artificial corre el riesgo de empobrecer en la medida en que su algoritmo localizará las entradas más populares y, por tanto, las que tienen más probabilidades de repetirse.

Hay otro problema: el de los derechos de autor. ¿Qué piensas al respecto?

Esto es más complicado. Escribir con el “estilo de”, siempre que sea recreativo, no es un inconveniente. Pero sí convierte en tal, si tiene un aspecto comercial. De todos modo, ese fenómeno ya existía antes de la inteligencia artificial en las fanfictions (NdR: textos creados por fans, basados en otros protegidos por copyright). La ley tendrá que adoptar una postura sobre este tipo de cuestiones y considero que será muy complejo.

Alban Orsini. (Crédito: Cortesía) Credit: ORSINI Alban

Escritores y ChatGPT: “La amenaza es para los bestsellers, que son como empresas”

Ariana Harwicz es autora de textos humanísimos, como Matate, amor, Precoz y Degenerado. La escritora argentina, que reside en Francia desde el 2007, además participó en publicaciones como The New Yorker, Paris Review y La Quinzaine Littéraire. Su obra fue traducida al inglés, alemán, árabe, hebreo y al griego, entre otros idiomas.

Ariana Harwicz. (Crédito: Bénédicte Roscot)

Desde que inició el boom de la inteligencia artificial generativa, se habló mucho de la relación entre los escritores y ChatGPT. ¿Percibís a esos sistemas como amenazantes?

No es el terror que me aqueja, a 24 años de comenzar el siglo XXI. Creo que los autores a los que concierne —tal vez en algún momento les concierne a todos— pero a los que les alcanza es a los autores mainstream, generalmente americanos o bestsellers. Esos que son empresas en sí mismos. Estuve viendo la lista de los que hicieron demandas en la justicia en Nueva York, en diferentes lugares de Estados Unidos, Margaret Atwood y muchos otros.

La discusión es célebre: el dilema de si es inspiración o si es plagio. Pero en todo caso se apela a la figura de copiar un modelo de lenguaje para aplicarlo. Obviamente, eso alcanza más a los autores más mainstream. Dicho esto, sucede también por supuesto con las artes gráficas, con la fotografía. Ha habido escándalos y polémicas con premios de fotografías diseñadas y armadas con inteligencia artificial. Entonces también se borraría o se vería amenazada de muerte la figura del autor, del fotógrafo, del pintor o del artista plástico, etcétera, porque alcanza a todas las artes.

¿A qué atribuís esta “muerte de la autoría”?

Me parece que es un destino funesto, que tiene que ver con la falta de inspiración. Otros siglos, todos los anteriores, han dado, en su singularidad, un arte único, una vanguardia única. Han reinventado el arte una y otra vez. Y pareciera que este siglo se está quedando sin aire, sin oxígeno, sin sangre de inspiración humana. Y bueno, recurre a la inteligencia artificial, a la copia de la copia de la copia de la copia hasta el infierno.

Me parece como un derivado, una deriva ideológica que va a tono con la época, que es copiar modelos, utilizar modelos establecidos, pero que no deja de tener una intención infame para el arte. La inteligencia artificial emula o copia los tics de los autores, de los artistas, de Borges, de Margaret Atwood o de Sam Shepard, o de Shakespeare o de quien sea. Que copia en las canciones, en las fotografías, y copia lo más burdo, copia el tic, copia el subrayado, lo más evidente, lo más sobresaliente, copia el exceso, casi hasta la burla. Y sí, obvio, pero eso no es el arte, eso es una copia, un plagio, la copia de la copia, no sé, es la doxa del arte. Obviamente una obra original es otra cosa y es producto de un sinfín de azares que son incalculables, me parece, por la tecnología.

En función de ello, ¿entonces la cuerda en relación entre los escritores y ChatGPT no estaría tan tensada? Digo, si se trata de copias burdas, entonces la amenaza no es fuerte.

No me da miedo que esto amenace verdaderamente al arte, porque toma otros caminos. En todo caso, serán los tics de los autores con estilo, pero eso nunca es el arte, el arte va por el lado opuesto, ¿no? Y por otro lado hay autores mainstream o bestseller que ya hacen eso sin necesidad de la inteligencia artificial. Que ya planifican su obra bajo estandartes convencionales, y de copia, y de estudios en marketing. Así que, en el caso ya existen autores que, sin necesidad de la tecnología, son ellos mismos inteligencias artificiales.

¿Qué vislumbras de aquí en adelante?

Yo no voy a estar viva, así que egoístamente no me importa cuando esto ya sea un escándalo a nivel que haya alcanzado a todas las artes y que las reemplace. Es un tema filosófico, ¿no? Reemplazar el alma humana, reemplazar la mente humana. Voy a decir una obviedad: escribir una obra es todo menos un cálculo, ¿no? Entonces es incalculable, por más de que se sofistiquen la tecnología, es incalculable. Imaginate qué se necesita para escribir una novela, ¿no? Haber vivido, haber viajado, haber visto, una cantidad de azares realmente incalculables.


“Es una pena que se desprecie el talento humano”

Héctor Lozano es guionista. El trabajo más reconocido del autor español es la serie Merlí, que cuenta la profunda relación que un profesor de filosofía entabla con sus alumnos. También escribió y dirigió Locos por Moliere y Las invisibles, esta última en colaboración con Eva Baeza.

Como escritor, ¿has tenido curiosidad sobre el funcionamiento de ChatGPT y afines? ¿Has echado mano a esos generadores?

Nunca. Ni lo haré. 

¿Por qué?

Simplemente es algo que no me interesa. Soy del siglo XX. De hecho, a mí el siglo XXI no me está gustando nada. A pesar de lo horrible que fue el anterior siglo, me quedo con el XX. Soy muy clásico. Para escribir, lápiz y papel. O un ordenador. Y la herramienta más eficaz y única: el cerebro. 

Amén de que no hayas usado esos sistemas, ¿consideras que pueden “poner en riesgo” el espacio que, hasta ahora, ocuparon los escritores de carne y hueso?

Está claro que la amenaza está ahí. Sobre todo porque lo que quiere la industria es ahorrar dinero y sacar el máximo rendimiento. Es una pena que se desprecie el talento humano y se intente sacar partido de una máquina. Pero creo que la IA se basará en fórmulas o conceptos inventados por escritores, por tanto, ¿a quién pertenece esa inteligencia? 

Esos sistemas se han entrenado con obras ya escritas, de muchos autores. ¿Qué crees que sentirías si, eventualmente, una máquina redacta un texto con el estilo de Héctor Lozano, reflejando que se emplearon tus textos para robustecer al modelo?

Pues si eso acaba ocurriendo conmigo o con cualquier otro autor, hay que pagar derechos, que es la lucha que tenemos todos una vez se publican nuestras obras. 

Héctor Lozano. (Crédito: Cortesía)

“Las nuevas tecnologías generan recelos y hay que superarlos”

Sergio Olguín es escritor, galardonado con el Premio Tusquets de Novela por Oscura monótona sangre, publicada en el 2010. En su labor de periodista, ha escrito en medios como La Nación y Página/12 de Argentina, y El País de Uruguay. Además, es fundador de la revista V de Vian y fue jefe de redacción de la publicación literaria La mujer de mi vida. Su novela La fragilidad de los cuerpos fue llevada a televisión.

Sergio Olguín. (Crédito: Alejandra López)

¿Alguna vez has usado ChatGPT?

Sí, primero haciéndole preguntas tontas como “¿la inteligencia artificial quiere dominar el mundo?”, “¿matarán a todos los humanos?”. Después le pedí que escribiera un poema como Borges (bastante bien) y un tuit como lo haría yo (pésimo). Lo volví a usar como una forma más elaborada de Google, buscando información que necesitaba, o para despejar dudas. En algunos casos los resultados fueron muy buenos y en otros muy malos, porque no reconoce cuando no sabe determinada información y manda fruta (NdR: expresión habitual en Argentina para referir a cuando alguien hace algo sin tener demasiados conocimientos en la materia).

Siendo cuidadosos, creo que puede ayudar mucho como un buscador. No lo he usado para escribir textos, pero me imagino que ChatGPT puede hacerlo con un tono medio, algo desabrido y poco original. Si lo que se necesita es un texto así seguramente puede ser útil. 

El trato entre los escritores y ChatGPT es tenso. ¿Percibes a esos chatbots como amenazantes? 

No lo creo. Tampoco me preocupa. En el caso de ficciones, hay dos posibilidades. O escribe novelas malas, o sin vida, y entonces no hay por qué preocuparse. O escribe novelas geniales, y entonces tampoco habría que preocuparse. Considerando cómo han sido los avances tecnológicos desde la rueda para acá, podemos imaginar que tarde o temprano podrá escribir grandes libros. En este punto consideraría dos cuestiones. Supongamos que ChatGPT se hubiera creado en 1900 y escribiera grandes novelas a partir de la literatura disponible en esa época. Seguramente sería una mezcla de Dostoievski, Flaubert, Dickens. O sea, una literatura epigónica, nunca vanguardista o renovadora. De la literatura del siglo XIX no se desprende lógicamente las vanguardias de comienzos del siglo XX. Dicho de otra manera: la inteligencia digital podría imitar los poemas de César Vallejo, pero no podría escribir como Vallejo antes de que él existiera.

El otro punto a considerar es que una obra literaria es la obra, más el autor y su contexto. No es lo mismo el Quijote que escribió Cervantes, que el que escribió Pierre Menard y el que podría escribir la Señora Inteligencia Artificial. Y de las tres, la menos atractiva sería la de IA. ¿A quién le puede interesar un libro que no dialoga con la existencia de un autor, con una época determinada, con otras circunstancias que condicionan su lectura? Podemos pensar que también hay novelas que no importan quiénes las escriba; importa más el género, o la editorial, o colección que las publica, pero eso siempre es una parte menor de los libros que se leen.

Has mencionado la imitación, ¿es algo que preocupa a los autores?

Bueno, hay muchos mitadores de Borges que escriben peor que el poema que elaboró ChatGPT, a mi pedido. George Martin no escribió desde la nada, o desde la originalidad absoluta y debe haber algunos autores contemporáneos a sus libros que sienten que les robó sutilmente determinados elementos. La elaboración de un personaje, cierta forma de armar los diálogos, el manejo de las escenas de sexo. Y, sin embargo, ese uso que hizo Martin es tan sutil que difícilmente pudiera ser llevado a juicio por plagio o robo. Si un programa de inteligencia artificial puede hacer lo mismo, ¿por qué no lo haría? ¿Respetando qué? Las nuevas tecnologías siempre despiertan recelos y temores. Hay que superarlos.

Dicho esto, ¿encuentras, tal vez, algún beneficio para la tarea de escribir, vinculado a la disponibilidad de estas nuevas herramientas?

Pasar de la máquina de escribir al Word, con corrector ortográfico, indudablemente significó un gran paso adelante para los escritores. No dudo de que puede haber nuevas mejores y sería tonto negarse a usarlas. Mi primera novela la escribí a mano, la pasé a máquina, algunas hojas las tipeé varias veces para que quedaran prolijas. Que alguien me diga que las nuevas tecnologías no sirven o atentan contra la calidad artística. No creo que en el corto y mediano plazo, la inteligencia artificial escriba por los escritores libros de calidad. Tal vez reemplace a los que escriben malos libros, reiterativos, inocuos, sin personalidad o —lo que es peor— con múltiples personalidades. Si la inteligencia artificial reemplaza a los autores de mala literatura no me parece tan grave. El genio siempre encontrará una nueva forma para manifestarse. Solo habrá que estar atentos.

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