Aún no hemos terminado de desenredar las telarañas de Halloween de las ventanas cuando los catálogos de las plataformas de televisión se llenan de nuevos títulos de películas de Navidad. No importa si normalmente no solemos ver historias de ese estilo. Los filmes navideños de repente se presentan como un trámite casi necesario para pasar los días previos a la Nochebuena. Y también los días posteriores, todo hay que decirlo. ¿Pero por qué nos gustan tanto?

En realidad, las películas de Navidad pueden tener tramas muy diferentes, pero la inmensa mayoría de ellas son comedias románticas. Una joven con un trabajo exitoso vuelve a su pueblo en Navidad, se encuentra a su novio de la adolescencia y descubre que nunca decidieron separarse. Lo deja todo en la gran ciudad y abre un pequeño negocio en el pueblo, para empezar una nueva vida junto a él. Súmale a eso una buena dosis de nieve y quizás algún recuerdo dramático, pero no mucho, y ya tienes la fórmula perfecta de una película navideña.

Las comedias románticas son un arma de doble filo. Algunas pueden perpetuar ciertos comportamientos tóxicos. De hecho, en Love Actually, la reina de las películas de Navidad, tenemos un buen ejemplo de ello, con el personaje interpretado por Andrew Lincoln, quien, enamorado de la novia de su mejor amigo, la graba compulsivamente durante su boda. Tanto esto como la famosa escena de los carteles, en la que se le declara, se muestran como unas de las escenas más románticas del cine, a pesar de que, si eso ocurriese en la vida real, seríamos conscientes de que conlleva bastante toxicidad. Pero las comedias románticas también tienen cosas buenas. Y, por supuesto, eso también incluye las películas de Navidad.

La importancia del principio de familiaridad en las películas de Navidad

Uno de los grandes atractivos de las películas de Navidad es que, a pesar de que cada año sacan títulos nuevos, algunas, como la mencionada Love Actually, o la divertida Solo en Casa, las solemos ver año tras año.

Eso cumple algo muy importante, conocido como principio de familiaridad. Las sorpresas, salvo excepciones, son agradables, pues ponen en marcha los sistemas de recompensa cerebrales. De hecho, siguiendo con la temática de la Navidad, es la razón por la que nos gustan tanto los calendarios de adviento. Sin embargo, para nuestro cerebro también es reconfortante no tener que procesar nada nuevo. 

Incluso si es una historia que vemos por primera vez, las películas de Navidad siguen todas una estructura muy similar, por lo que nos resultarán igualmente familiares.

árbol de Navidad
La nostalgia es uno de los ingredientes fundamentales de las películas de Navidad. Crédito: Jonathan Borba (Unsplash)

El importante papel de la nostalgia

En realidad, las historias de las películas de Navidad son bastante rocambolescas. ¿Quién se ha visto en la tesitura de reenamorarse de su amor de la adolescencia en Navidad y que encima salga bien? Sin embargo, lo tienen todo para que sintamos nostalgia.

Las cenas en familia, los villancicos, los exageradísimos adornos navideños… Con ello, llaman a la nostalgia. Incluso si seguimos teniendo unas Navidades felices, esa representación de la Navidad suele llevarnos a las fiestas pasadas. Cuando, según nuestros sesgos, todo era mejor. Eso, según explican desde la Fielding Graduate University, nos hace sentir psicológicamente bien.

Además, las películas de Navidad representan escenas tranquilas, en las que el estrés de las ciudades nunca existe. Los personajes viven con calma, disfrutan de sus familiares, comen dulces, disfrutan del patinaje sobre hielo… Todo son clichés con los que se presenta una imperante calma que, en cierto modo, se nos contagia. 

Ideales para verlas solos o en familia

Wildschut & Sedikides, en su libro sobre la Psicología de la Nostalgia, indican que compartir una película puede mejorar la intimidad y las relaciones sociales. Si a eso se suma que estas son películas fáciles de seguir y con finales felices, lo tienen todo para crear un ambiente agradable. Por eso, es magnífico ver las películas de Navidad en familia, con pareja o amigos.

Pero, por supuesto, tampoco hay nada de malo en verlas en soledad. Al fin y al cabo, es una forma de autocuidado. Exponernos a una historia relajante, sin sobresaltos, que sabemos que acabará bien. 

De hecho, esos finales felices y emociones positivas de las películas de Navidad son muy beneficiosos para nosotros. Lo explica en declaraciones al Daily Mail la psicóloga Pamela Rutledge.  “Los finales felices, las emociones de alegría, la risa y las lágrimas felices desencadenan nuestros centros de recompensas neuronales, cambiando la química de nuestro cuerpo y haciéndonos sentir físicamente bien, así como levantando el ánimo”.

Esos centros de recompensa son los mismos que se activan cuando nos sometemos a estímulos como el sexo o comer chocolate. Lo primero perpetúa la especie y lo segundo nos da energía. Ambos estímulos son beneficiosos evolutivamente, por lo que nuestro cerebro nos recompensa con un placentero chute de dopamina, para que nos quedemos con ganas de más. Ocurre lo mismo con las películas de Navidad. Por lo tanto, si conseguimos verlas solo como ficción y obviar la representación tóxica que hacen a veces del amor, son un complemento perfecto para estas fiestas. 

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