Viktor Belenko es una figura muy conocida entre los entusiastas de la aviación y de los desarrollos tecnológicos de la Guerra Fría. Su nombre se volvió famoso a nivel mundial cuando el 6 de septiembre de 1976 aterrizó en Japón con un caza interceptor MiG-25 Foxbat, tras desertar de la Unión Soviética. Un evento que cambió su vida y el curso de la puja por el poder global. Según se conoció en los últimos días, el expiloto de las Tropas de Defensa Aérea de la URSS falleció a los 76 años.

La muerte de Viktor Belenko pasó prácticamente desapercibida ante la prensa internacional. De hecho, recién se conoció la semana pasada tras la publicación de un artículo de The New York Times; sin embargo, el deceso se produjo el pasado 24 de septiembre. El otrora oficial soviético pasó sus últimos días en un centro para personas mayores, debido a una enfermedad.

La noticia de su fallecimiento se mantuvo en secreto durante largas semanas. Su familia no reveló qué problemas de salud sufría, ni tampoco lo despidió con un funeral. Paul Schmidt, uno de sus hijos, dijo que estas decisiones fueron un reflejo del tipo de vida que su padre eligió una vez que llegó a Norteamérica. El perfil bajo era su prioridad número 1. "Vivió la vida más privada. Voló por debajo del radar, literal y figurativamente", aseveró.

Vivir lejos de las luces y de la atención fue, antes que todo, una necesidad para Viktor Belenko. Después de desertar de la Unión Soviética, fue víctima de una brutal campaña de desprestigio en su país de origen. Los medios de comunicación, bajo control estatal, solían publicar historias falsas para desacreditarlo. Una noticia que recorrió el mundo fue que el piloto supuestamente abandonó a su esposa e hijo cuando escapó a bordo del MiG-25 con destino a Japón. Algo que el propio Belenko desmintió durante años.

Incluso en Estados Unidos, el expiloto soviético habría vivido con miedo permanente a las represalias de la URSS. Temía que agentes encubiertos de la KGB lo asesinaran, pese a la protección que podría brindarle el gobierno norteamericano. Una mochila muy pesada para Viktor Belenko, quien tras recibir la ciudadanía estadounidense en 1980 abandonó su apellido verdadero y cambió su nombre a Viktor Schmidt.

Viktor Belenko y el día que desertó a bordo de un MiG-25

Las circunstancias en torno a la deserción de Viktor Belenko son dignas de una película. El día de su escape, el piloto se encontraba junto a otros integrantes de un escuadrón de MiG-25 que debían realizar ejercicios, partiendo desde la base aérea de Chuguyevka. Ninguna de las aeronaves cargaba armamento, y esto fue un punto crucial para el éxito de su misión.

Viktor Belenko y el día que desertó a bordo de un MiG-25

Ojo, no es que a Belenko se le ocurrió desertar en el momento. Había preparado su plan durante meses, calculando la distancia que debía recorrer para llegar hasta Japón y el combustible necesario para lograrlo. Así mismo, debía ejecutar su obra en un momento en el que sus compañeros no dispusieran de misiles para derribarlo cuando se dieran cuenta de que estaba escapando.

De acuerdo con algunas reconstrucciones históricas del evento, Viktor Belenko voló su MiG-25 a no más de 30 metros sobre el mar para evitar la detección de los radares. Sin embargo, una vez que se aproximó a territorio nipón sí elevó su aeronave con el objetivo de ser interceptado por aviones japoneses y escoltado a la base aérea de Chitose.

Pero los aviones de la Fuerza Aérea japonesa que despegaron en su búsqueda no lograron hallarlo debido a la espesa niebla. Ya con poco combustible, al soviético no le quedó más remedio que aterrizar en el aeropuerto de Hakodate, donde su MiG-25 no logró detenerse antes del final de la pista y casi termina estrellado contra una antena.

Con el correr de los años, salieron a la luz algunas fotografías que vecinos de Hakodate tomaron al interceptor soviético mientras realizaba vuelos rasantes sobre la ciudad tratando de hallar dónde aterrizar. Postales alucinantes de una historia con ribetes increíbles.

Estados Unidos consiguió mucho más que inteligencia

Viktor Belenko, en vuelo rasante sobre Hakodate, el día de su deserción.

Hasta la deserción de Viktor Belenko, Estados Unidos y los demás países de la OTAN conocían poco y nada sobre el MiG-25 Foxbat. Pero le temían mucho. Que la Unión Soviética contara con un interceptor supersónico capaz de volar a velocidades cercanas a Mach 3, le quitaba el sueño a más de uno.

El 6 de septiembre de 1976, a la CIA y la Casa Blanca les cayó un auténtico regalo del cielo. Belenko quería asilo en EE. UU., y no le importaba demasiado lo que los norteamericanos quisieran saber sobre su aeronave. Es más, estaba dispuesto a contarlo todo, si eso le garantizaba una oportunidad. Volver a la Unión Soviética no era una opción: sabía que tenía la muerte asegurada, y seguro de una manera muy dolorosa.

Expertos estadounidenses estudiaron el MiG-25 Foxbat a fondo. Lo cortaron en pedacitos, literalmente, para entender cómo funcionaba y cuáles eran sus virtudes y sus defectos. Así, corroboraron que los soviéticos no mentían en algunas de las capacidades, pero también descartaron algunas de las teorías más locas que hacían de este caza un arma tan temida. El avión era avanzado, pero no tanto como se creía.

Una vez en Estados Unidos, Viktor Belenko fue interrogado en múltiples oportunidades. Pero no solo sobre las capacidades de su avión o del MiG-31, sino sobre cómo era ser un piloto de las Tropas de Defensa Aérea. Norteamérica conoció, con su relato, la lamentable realidad de los militares soviéticos, que era la misma de todo el pueblo de la URSS, en realidad. La mala alimentación y las paupérrimas condiciones de vida eran los puntos más visibles.

La inteligencia estadounidense aprovechó su análisis a fondo del MiG-25 para potenciar el desarrollo del F-15 Eagle, que había entrado en servicio ese mismo año. Belenko se instaló en el Medio Oeste norteamericano, se casó y tuvo dos hijos. Pese a su bajo perfil, se convirtió en consultor aeronáutico para empresas y agencias gubernamentales. Usó el apellido Schmidt hasta que finalizó la Guerra Fría, y luego volvió a su identidad original.

Eso sí, pese al paso de los años, los ataques de Rusia contra su reputación no cesaron. Los medios de ese país publicaron un sinfín de historias falsas que lo tuvieron como protagonista. Llegaron a decir que había sido capturado y torturado, que había fallecido en un accidente automovilístico, y hasta que había abandonado Estados Unidos para regresar a su querido suelo ruso. Viktor Belenko hizo oídos sordos y siguió "volando por debajo del radar", una postura que su familia mantuvo incluso después de su muerte.