El MiG-25 fue, sin duda, uno de los grandes iconos de la Guerra Fría. Con capacidades de caza de reconocimiento e interceptor, era capaz de alcanzar una velocidad máxima continua de Mach 2,83 (3200 km/h), lo que supuso que se convirtiera en uno de los signos del poderío de la URSS. Para los países de la OTAN, era un misterio. Un caza multi capacidades del que se sabía muy poco, pero si se tenía la certeza que era peligroso. Muy peligroso.

De hecho, el MiG-25 es uno de los aviones interceptores más rápidos y más temibles de todos los producidos en serie, marca que incluso ostenta a día de hoy. Además tiene el honor de ser el caza más rápido más allá de los experimentales, solo seguido por el avión de reconocimiento SR-71. La diferencia principal era que el SR-71 era solo de reconocimiento, mientras que el MiG-25 tenía capacidad de ataque e intercepción.

Apodado como Foxbat, durante los años que estuvo en servicio fue un auténtico misterio. Los datos que los países occidentales tenían de él durante la Guerra Fría eran bastante limitados, y dadas sus capacidades, causó tal conmoción sobre sus capacidades que fue el germen para desarrollar el F-15 Eagle. El caza americano era su contrapartida, pero las capacidades del MiG-25 siempre han sorprendido a propios y extraños.

MiG-25: el caza más impresionante de la Guerra Fría

Durante los años más importantes de la Guerra Fría, el MiG-25 era tan asombroso como desconocido. Pero sucedió algo que cambió para siempre el curso de la guerra y desveló todas las cartas ocultas que tenía la URSS con el temible MiG.

En mitad de la Guerra Fría, sucedió algo inesperado. Si bien para los países occidentales el MiG-25 seguía siendo un misterio 10 años después de su primer vuelo, el interés por el caza interceptor de la URSS siempre estuvo al alza. Por eso fue una sorpresa para toda la industria de aviación militar cuando el 6 de septiembre de 1976,  un piloto a los mandos de un MiG-25 Foxbat del 513 Regimiento de Caza del Comando de Defensa Aérea Soviética, desertó con su avión hasta el aeropuerto de Hakodate al norte del Japón.

Su nombre, Viktor Ivanovich Belenko, se quedó para siempre marcado en el curso de la Guerra Fría. ¿La razón? Era la primera vez que occidente veía de cerca un MiG-25. Y lo más importante: tenía en su poder el caza más impresionante que ha había diseñado hasta el momento. Esto permitía a los países occidentales algo vital para el curso de la Guerra Fría: analizar a fondo el MiG-25 y poder diseñar cazas para dominar su superioridad aérea.

Belenko llevaba consigo algo más que el MiG-25 que pilotaba

Pero Belenko no solo desertó con el caza. En su poder también llevaba consigo el manual de piloto del MiG-25, cuyo análisis y traducción permitió a los ingenieros aeronáuticos y a los pilotos de caza norteamericanos conocer a fondo las capacidades del MiG y poder contrarrestar su poder. Además algunos de sus innovaciones fueron la pista de salida para el diseño de los futuros cazas interceptores.

No obstante, el piloto y su caza habían desertado a Japón, y no a Estados Unidos. Pese a que los servicios de inteligencia interrogaron a Belenko, el gobierno japonés no permitió a los ingenieros norteamericanos realizar pruebas en tierra sobre el caza, tan solo analizar sus motores y los sistemas de radar y contramedidas.

El caza se examinó a fondo, y acabó siendo totalmente desarmado para analizar cada uno de sus componentes, su configuración interna y los sistemas de aviónica, pero no se voló y se hicieron pruebas de campo con el caza en vuelo. No obstante, los occidentales subestimaron el caza.

Si bien se determinaron algunos de sus componentes claves, como el sistemas de motores Tumansky R-15 (B), tremendamente avanzados para la época, o su fabricación en aleación de níquel y no de titano (tal como se creía por los escasos que se tenían antes del caso Belenko), los occidentales siempre pensaban que los datos que tenían sobre el caza eran incorrectos, y que no era capaz de alcanzar Mach 2,83, sino que su velocidad máxima era de 2600 km/h, algo que era totalmente falso. El MiG-25 era uno de los cazas más rápidos de la historia, y muchas de sus marcas siguen a día de hoy siendo imbatibles.

Cuando terminaron de analizar el MiG-25, totalmente desmontado, se embarcó en varios contenedores y se devolvió a la Unión Soviética, pero cuando eso sucedió, los países occidentales ya tenían todos los datos del caza. Y el Foxbat, que así se apodó, pasó de ser una leyenda y un misterio a convertirse en el caza más examinado, analizado y conocido de los aliados de la OTAN.

La deserción de Belenko tuvo consecuencias directas para las operaciones de la URSS durante la Guerra Fría: no solo ofreció a sus enemigos los datos de uno de los secretos mejores guardados de la Unión Soviética, también obligó a repensar las capacidades de sus cazas para que esto no volviera a pasar. A partir de ese momento, se limitó la cantidad de combustible que llevaban muchos de sus cazas para evitar que pudieran desertar a zonas fuera de sus operaciones.

Si bien Belenko no fue el primer piloto soviético en desertar con un caza, si fue el primero en hacerlo con un MiG-25. Y lo cambió todo.