Eva Amaral se ha convertido en uno de los temas más comentados del fin de semana, después de enseñar los pechos en señal de protesta en su concierto del Sonorama Ribera. No es la primera mujer que lo hace, de ahí su reivindicación, pues todas han sido criticadas o vetadas por ello. Sin embargo, cuando vemos a Anthony Kiedis dando un concierto sin camiseta o a Sebastián Yatra abriéndose la camisa en mitad de una actuación, lo aplaudimos como lo que es: un artista haciendo lo que le da la gana. ¿A qué se debe ese doble rasero? Básicamente, a la sexualización de los pechos femeninos, todos lo sabemos. ¿Pero es eso realmente una justificación?
La protesta de Eva Amaral llega en un momento en el que no solo hemos visto a cantantes marchándose obligadas del escenario por enseñar los pechos. También se han prohibido el nudismo y el topless en algunas playas españolas e incluso, desde algunos sectores, sigue habiendo críticas a las madres que dan el pecho a sus bebés en la calle. La sexualización de los pechos femeninos existe desde tiempos inmemoriales, pero en la época reciente parece haber sufrido incluso un retroceso. Está claro que hay una gran influencia política y religiosa, pero vamos a dejar eso a un lado y nos vamos a centrar en la parte científica del asunto.
Durante décadas, muchos científicos han intentado dar una explicación a este fenómeno. Hay varias hipótesis al respecto, que van desde una cuestión hormonal hasta la forma en que caminan hoy en día los seres humanos. Pero lo que está claro es que, más allá de la cuestión científica, lo que prima en la sexualización de los pechos, es una cuestión cultural.
El origen de la sexualización de los pechos femeninos
No está del todo claro cuándo y dónde empezó la sexualización de los pechos femeninos. Ya hay evidencias de mujeres cubriéndose los pechos en el año 3000 antes de Cristo, pero esto pudo ser algo puntual. Está claro que tanto entonces como ahora tenía un componente claramente cultural, pues aún hay muchas culturas, especialmente en grupos indígenas, en las que las mujeres se descubren sin pudor.
Por lo tanto, las investigaciones sobre sexualización de los pechos femeninos se han llevado a cabo preferentemente en occidente. Uno de los primeros científicos en hablar sobre ello fue el zoólogo y etólogo Desmond Morris, en su libro El mono desnundo. La obra, publicada en 1967, compara el comportamiento humano con el de otros primates, con el objetivo de establecer cuáles son las principales características que nos diferencian como especie. Durante décadas, este libro ha sido un gran referente en el tema. Y aún lo sigue siendo, aunque trata ciertos asuntos que han perdido vigencia con el paso de los años.
Uno de los temas que trata es precisamente la sexualización de los pechos femeninos. Y en su caso, aunque no se sabe exactamente su origen, considera que debió comenzar cuando los humanos empezaron a andar erguidos. Anteriormente, estaban mucho más expuestas las nalgas, por lo que debería ser la parte del cuerpo más sexualizada de las mujeres. Después, estarían más expuestos los pechos, por lo que esa percepción se modificaría.
¿Y si es una cuestión de hormonas?
Hoy en día hay una hipótesis mucho más vigente que no establece el origen en el tiempo, pero sí da una explicación a la sexualización de los pechos femeninos. Esta reside en una hormona muy concreta: la oxitocina.
Muchos la conocen como la hormona del amor, por jugar un papel muy importante en el cóctel bioquímico del enamoramiento. No obstante, tiene muchas más funciones. Más que el amor romántico, se podría decir que es una hormona relacionada con el apego.
Su liberación contribuye al apego entre los miembros de una pareja, pero también entre amigos y, sobre todo, entre madres e hijos. Durante el parto se libera una gran cantidad de oxitocina, que contribuye a las contracciones, pero también al apego entre la madre y su hijo recién nacido. Ese es el comienzo de una idílica relación de amor, que continúa durante la lactancia, ya que, cuando el bebé estimula el pezón, se libera aún más oxitocina. De hecho, se ha llegado a estimular los pezones para provocar contracciones de cara al parto.
Y ese, según algunos investigadores, podría ser el verdadero origen de la estimulación de los pechos femeninos. Si no es un bebé el que estimula los pezones, sino otra persona, se contribuye al apego, y también al placer sexual, en el que interviene igualmente la oxitocina.
Por eso, por un simple fenómeno de acción y reacción, con el paso de los años se empezó a dar una connotación sexual a los pechos de las mujeres cis.
Desmitificar el erotismo
¿Cuáles son las zonas erógenas del cuerpo? Con lo que llevamos visto hasta ahora, está claro que los pechos femeninos son una de ellas. Y puede que sí. Sin embargo, todo el cuerpo tiene terminaciones nerviosas y cada persona es un mundo. Es cierto que los pezones, por la cuestión de la oxitocina, tienen un gran poder como zona erógena. Pero hay quien se puede excitar igualmente con la estimulación de los lóbulos de las orejas, la parte trasera de las rodillas o el cuello. Y no por eso nos cubrimos esas zonas del cuerpo.
De hecho, esto es, en cierto modo, contradictorio. Se puede entender muy bien con otra hipótesis sobre la sexualización de los pechos femeninos. David Frederik y Gordon Gallup son dos científicos que han dedicado parte de sus investigaciones al estudio de la ciencia detrás del sex appeal. Por supuesto, también han analizado el papel de los pechos y, según ellos, podrían ser un indicador de la edad reproductiva de una mujer. Ni mucho menos es algo totalmente correlacionado; pero, en el pasado, pudieron ser un indicador del envejecimiento reproductivo de una mujer. Es decir, indicaban si aún ovulaba.
Pero esto es contradictorio; pues, en ese caso, debía ser mucho más útil que fueran descubiertos. Si en la actualidad se han convertido en tabú, es porque hemos convertido lo reproductivo en sexual y lo sexual en algo que se debe esconder.
La protesta de Eva Amaral
La sexualización de los pechos ha llegado a límites tan incómodos como la fabricación de biquinis minúsculos, para niñas cuyos pechos aún no muestran la más mínima diferencia con los de los niños. Se enseña a las mujeres desde que son muy pequeñas que deben taparse. Que sus senos deben tener un fin reproductivo y quizás también sexual, pero dedicado solo a una o unas pocas personas. Cuantas menos mejor, por supuesto.
Esa misma sexualización lleva a que se critique a las mujeres que amamantan a sus hijos en público. Que incluso algunas de ellas sientan pudor por hacerlo. El pecho aquí pierde incluso su papel reproductivo y se reduce solo a su papel erótico.
Esto y mucho más es lo que ha intentado reivindicar Eva Amaral, sobre todo después de que la cantante Rocío Sáiz sufriese la interrupción de un concierto, por parte de la policía, al descubrir sus pechos.
No podemos escudarnos en los fines reproductivos de los pechos para obligar a que vayan siempre cubiertos. Porque, en realidad, eso no tiene sentido. La sexualización de los pechos femeninos es algo cultural. Y, si bien la ciencia a menudo es algo inmutable, contra las obligaciones culturales, como bien ha demostrado Eva Amaral, sí que podemos luchar.