Dentro de la mente de un biólogo hay una (gran) parte amante de analizarlo todo. Desde el cómo al porqué, desmenuzar, contar, mirar y sorprenderse es una especie de manía, un vicio nada oculto del cerebro científico. Pero hacerlo con algo tan efímero como lo es el amor parece casi un sacrilegio. O no. Al fin y al cabo, ¿no somos solo un manojo de hormonas, carne y fluidos? ¿O, acaso, somos más que la suma de sus partes? De todas maneras, hay quienes se han planteado esto seriamente y han diseccionado el amor.
El amor no está en el corazón
Si hay algo a lo que podemos asociar al amor, por encima de cualquier otra cosa, es a las hormonas. Las hormonas son las responsables (y culpables) de que sintamos lo que sentimos cuando vemos a una posible pareja. ¿Solo las hormonas? En realidad, lo que siente es nuestro cerebro, eso es obvio.
Pero en la base de todo ello, las que están son estas sustancias. Incluso cuando queremos llevar la cuestión amorosa un poco más allá, al plano más emocional, hay alguna hormona relacionada con lo que estamos sintiendo. Por supuesto, esto afecta a nuestro corazón, que se desboca o, incluso, a nuestras tripas, que se revuelven.
Pero solo son consecuencias de las emociones. ¿Y quienes están detrás de estos efectos? Efectivamente, las hormonas. Segregadas en alguna remota glándula, fruto de un estímulo (normalmente agradable), son las causantes de tanta inquietud "amoril". Así que, ¿dónde está el amor?
Podríamos decir que está en el cerebro, sin duda. Pero este es el interpretador último. Porque el amor, señoras y señores, está en el conjunto: en ese manojo hormonal lleno de fluidos y sustancias que conectan todo el cuerpo humano. Una mezcla que es mucho más que la suma de sus partes. Y sin estos mensajeros, ni el cerebro, ni el corazón, ni el estómago "sentirían" nada.
Diseccionando las hormonas del amor
Tradicionalmente se conoce como "hormona del amor" a la oxitocina. Pero esto es ser simplista, de nuevo. El juego de hormonas que compone esto que llamamos amor es mucho más grande de lo que cabría pensar. Y cada una se dedica a una cuestión única y muy importante. ¿Cuáles son?
La testosterona
Esta archiconocida hormona está presente en gran parte del mundo animal, lo que incluye a los seres humanos. Y a pesar de que muchos se piensan que es una hormona puramente masculina, en realidad está también presente en las mujeres. Su función principal es formar los órganos de reproducción masculinos y controlar el desarrollo corporal.
Pero volviendo al amor, la testosterona juega un papel fundamental en el deseo sexual. Sus niveles están directamente relacionados con este y su inhibición puede terminar en un descenso del apetito sexual. Por otro lado, tras el orgasmo recibimos un chute de esta hormona, entre otras. Su rol en el cuerpo es terriblemente complejo, pero su responsabilidad en cuanto al deseo es básica.
Los estrógenos
De naturaleza eminentemente femenina, los estrógenos se encargan principalmente de muchas funciones relacionadas con el ciclo menstrual y la fertilidad. También controlan los caracteres sexuales secundarios, por no hablar del corazón, el músculo y otros aspectos físicos importantes.
Aunque existen varios debates al respecto, tradicionalmente se ha considerado que los estrógenos influyen en las emociones femeninas según su nivel, creando cierta inestabilidad en el humor. También hay indicios de que un alto nivel de estrógenos induce a una mayor competitividad y un comportamiento más seguro. Pero, como en el amor, esto son solo partes muy pequeñas de un todo muy complejo.
La progesterona
Como ocurre con los estrógenos, esta hormona está muy involucrada en el ciclo menstrual de la mujer y en la maternidad. Esta hormona se produce en las glándulas suprarrenales así como en el cuerpo lúteo. Pero además de jugar un papel importante en el parto, también tiene otra responsabilidad.
La progesterona se encarga de modular los canales catiónicos de los espermatozoides. Creemos que está relacionada con la quimiotaxis, es decir, la dirección de estas células germinales hacia el óvulo. Por lo que sin ella no podría ocurrir el "fruto" de una relación amorosa.
La prolactina
Como su nombre indica, la prolactina se encarga de la producción de leche para el bebé. Pero, además de esto, en el amor también tiene un papel especial: produce la inhibición sexual, especialmente en varones. Según se ha identificado, la prolactina sería la responsable del periodo refractario sexual, participando en el momento de absentismo mental reconocido en los machos.
La dopamina
Este neurotransmisor es uno de los más importantes en el aprendizaje, en el placer, en la curiosidad y en muchos otros factores humanos. Esto incluye al sexual y al emocional. Sabemos que la líbido está relacionada con este neurotransmisor, además de que cumple con una importante función social. Sin duda, sin dopamina no habría amor.
Las endorfinas
Estos opioides son los responsables últimos del placer. Si hay "gustito" hay endorfinas. En todos los sentidos. ¿Cómo no van a estar relacionados con el amor? La cuestión no es de qué manera, sino de cuántas. Las endorfinas aparecen como respuesta al deporte, a las caricias, a las sensaciones agradables, al sexo... Y su función es etológica, es decir, ayudan a controlar nuestro comportamiento, entre muchas otras cosas.
No todo va a ser químico
Sin duda, el componente hormonal y químico es indiscutible. Pero reducirlo todo a esto también sería falso. Al final, nuestro cerebro es bastante más que una masa de neuronas, y nuestro cuerpo no solo es un procesador, sino también un emisor de mensajes.
El conjunto completo produce un cuadro mucho más magnífico, bonito o como queráis llamarlo, que la propia disección. Esta puede parecer demasiado reduccionista. Como cualquier biólogo sabe, cuando hablamos de seres vivos, reducirlo todo a sus partes no te permite ver las consecuencias del conjunto.
En otras palabras, que el árbol, a veces, no te deja ver el bosque. Está claro, hay mucho más que simples moléculas y glándulas. Hay un gran factor psicológico y emocional que debemos atribuir única y exclusivamente a niveles más elevados que las propias hormonas. Pero conociéndolas, al menos, también conoceremos la base del amor.