Considerada por muchos la aplicación reina en lo que a buscar parejas se refiere, Tinder ha transformado completamente los chats de las páginas de contactos. No exenta de polémicas muchos catalogan a Tinder como el mercado de la carne o el sexo, la mayor parte de la gente no las usa —sus cifras dicen lo contrario—, y han conseguido, incluso, llegar a bolsa.
Universitarios, de sus hormonas a un negocio
Algo raro debe suceder en las aulas de las universidades de Estados Unidos. A la iniciativa propia de los centros educativos superiores del país de fomentar la fundación de nuevos negocios, se une una interesante afición por crear conexiones sentimentales. O lo que es lo mismo: ligar. Recordemos que Facebook nació con la vocación de clasificar a las chicas del campus: guapas o feas. Sin embargo, esta red social evolucionó por otros derroteros dejando un nicho libre en lo que a conexiones "amorosas" se refiere; intentó mantener ese mercado con la opción de elegir el estado sentimental, pero no era suficiente.
Al igual que Facebook, Tinder nació en la universidad y usó a los estudiantes como primeros betatesters
Las páginas de contactos, que desde los inicios de internet habían estado creciendo como la espuma, ofrecían una experiencia de usuario pésima. En palabras de uno de los miembros de Tinder, con esos arcaicos sistemas "las mujeres a menudo se sentían abrumadas, ya que los hombres podían contactar con cualquier de ellas". Por lo que la introducción de un papel dominante para las féminas era un punto clave. Y de aquí nació la idea; al igual que otras muchas aplicaciones, Tinder vino a revolucionar un sector muy tradicional hasta la fecha "haciendo algo divertido y sencillo. Porque ligar se ha ligado siempre, y eso ya estaba inventado.
No fue hasta agosto de 2012, cuando Sean Rad, Justin Mateen, Jonathan Badeen y Ramón Denia empezaron a explorar ese negocio dentro de los muros de la Universidad del Sur de California. Los estudiantes siguen siendo los mejores conejillos de indias después de todo. Pero estas cosas, si gustan, corren como la pólvora, y de una a otra facultad la aplicación para buscar pareja empezó a traspasar aulas, escuelas y universidades. En palabras de uno de los miembros de Tinder a Hipertextual, ellos sólo han aportado la tecnología:
>"Tinder emula cómo las personas se encuentran en el mundo real, pero en una aplicación móvil que hace que la experiencia más divertida y fácil. Deslizar el dedo a la derecha es el equivalente digital a hacer contacto visual con alguien al otro lado de la habitación."
Y haciendo esto de ligar un proceso fácil, en poco tiempo la aplicación pasó a ser lo que hoy conocemos como Tinder.
Como sucede en cualquier startup, empresa, aplicación o proyecto, el éxito se busca pero no se espera. Y como nos confirman los portavoces de Tinder, a ellos "el éxito les ha pillado desprevenidos, pero es una forma de mantenerse motivados para seguir innovando".
¿Financiación? El amor cotiza en bolsa
Al contrario que pueda suceder con otras aplicaciones que cuenten con una afamada startup detrás, en el caso de Tinder el tema de las financiaciones no ha sido noticia. Y no porque no las pregonen a los cuatro vientos, como puede ser el caso de Wallapop. Simplemente es que no hay rondas de financiación ya que se han mantenido con fondos propios, y aunque las hubiese tampoco podríamos saber mucho de ellas puesto que los fundadores de la aplicación no han querido hacer comentarios de las mismas.
Pese a varios éxitos en la competencia, Match Group controla la mayor parte de las aplicaciones de éxito relacionadas con la búsqueda de pareja
Desde el primer momento, Match Group, empresa creada para agrupar el grueso de todas las aplicaciones para ligar que los fundadores de Tinder se iban sacando de la manga, fue capaz de subsistir con las ganancias de todas sus aplicaciones. Esta empresa es la orgullosa madre de Tinder, Match, OkCupid o Meetic entre otras, y es que, la estrategia es muy simple: tener una aplicación diferente para todas las edades y mantener al público enganchado.
Con este plan de negocio, la matriz de Tinder logró conquistar los mercados públicos en diciembre de 2015. Su estreno en el Nasdaq se anunciaba por todo lo alto, y el amor comenzaba a cotizar en bolsa. Nunca la frase de "el amor tiene un precio" había cobrado más sentido. Su estreno en los mercados puso a la venta el 14% de la compañía, a través de lo cual consiguió unos 400 millones de dólares; haciendo que la compañía de aplicaciones para ligar estuviese valorada en unos 3.100 millones de dólares. El amor tenía un precio sí, pero nadie dijo que fuese barato.
Ni fácil tampoco. Son cientos las aplicaciones que nacen, crecen y mueren a lo largo y ancho del mundo. Algunas sobreviven, como Adopta un Tío o Happn, y otras no pueden afrontar el poderío que Tinder y sus hermanas de guerra ejercen sobre todas aquellas menores. La publicidad, los usuarios y, en definitiva, las atenciones, van a parar a ellos. O como comentan desde Tinder: "muchas aplicaciones se han inspirado en nosotros, pero desde Tinder somos capaces de ofrecer una variedad de características muy diferentes gracias a nuestra escala global.
Sin embargo, y siguiendo la estela de los rumores que tanto gustan en el mundo emprendedor, antes de su cotización en bolsa, la sombra de las valoraciones sobrevolaba las oficinas de Tinder. En una de sus últimas estimaciones, los analistas determinaban que esta valía por sí misma unos 1.000 millones de dólares, haciéndola así la joya de la corona de Match Group.
¿Juegos Olímpicos? Vamos a ganar, pero también a ligar
Por norma general, "los grandes eventos culturales, celebraciones o grandes reuniones de personas hacen subir como la espuma las descargas y matchs de Tinder", y ellos lo saben lo promocionan. El pasado San Valentín, día de los enamorados, fue uno de esos días. Duarante esas veinticuatro horas en las que se celebra el amor, más personas quieren encontrarlo. Y por tanto se alcanzó el mayor pico de descargas de la aplicación y matchs de la historia. Curioso.
Sin embargo, hay algunos eventos que llaman mucho más la atención. Los Juegos Olímpicos de Sochi de 2014 marcaron un antes y un después en la aplicación de ligar. La histeria se desató cuando la snowboarder Jamie Anderson anunció que en la Villa Olímpica se usaba la aplicación entre los deportistas de los diferentes países. La opinión pública se volcó con la noticia, e incluso las descargas de los que no eran deportistas, pero sí estaban en las zonas cercanas a Sochi, se dispararon con la intención de poder hacerse con alguna medalla entre los campeones. Poniéndonos en situación, un grupo de jóvenes -casi 3.000-, fuera de su país, repletos de hormonas, seguramente, guapos y en condiciones físicas privilegiadas proponían el lugar perfecto para usar Tinder, y lograr un "amor de invierno". Llegar a hacerse con la medalla olímpica no era, desde luego, su único objetivo.
El algoritmo del amor
La clave de Tinder, y realmente de cualquier aplicación para ligar, es la de su algoritmo. Unos funcionan mejor, otros peor, pero algo hacen. Y la usabilidad:
>Los usuarios no tienen que llenar una encuesta de cincuenta preguntas sobre lo que están buscando, una tarea aburrida y estresante. Sólo tienen que registrarse y vincular el perfil de Facebook."
La red social de Zuckerberg pone el grueso de los gustos y aficiones del nuevo perfil de Tinder; cuestión que en próximas actualizaciones podrá mejorarse con GIFs y vídeos, según nos confirman desde la sede central de la app. A esto le añadimos un foto resultona, y una descripción que marque los principios de nuestras intenciones -reales o ficticias-, y a disfrutar.
A ese algoritmo del demonio le interesa que sigas conectado, y que no te hundas. Sobre todo mantenerte contento. Una vez hecho el primer like se sucede una larga lista de nuevas opciones vinculadas a la primera acción. Además de poner a la cola a aquellos que te vieron en primer lugar, -ganando así más tiempo en la app pero permitiéndote iniciar chats privados lo en un relativo corto espacio de tiempo. Si la lista de opciones que presenta no son del todo apetecibles, y sabiendo de antemano que Tinder sabe de nuestras "condiciones físicas", nos presentará ante nuestros ojos a alguien que "sabe" será de nuestro gusto. Es decir, al chico o chica perfecto.
Su objetivo es que el usuario nunca se aburra al usar la app, y mantenga el interés ante el mercado de carne que surge ante sus ojos.
Y ese algoritmo del amor funciona igual en cualquier país del mundo. Se podría decir, incluso, que está vivo. "La experiencia de Tinder universal, son las personas las que la hacen única. En cada ciudad de cada país se utiliza de forma diferente, pero con las mismas bases". En Europa o Estados Unidos se puede emplear para buscar un ligue de turno, o pareja formal, pero en Corea del Sur está enfocado a la amistad.
Una sencilla y cruel usabilidad
La pregunta del millón, la que todos quieren saber y la que nunca nadie sabrá, ¿cuántos usuarios tiene Tinder y en qué proporción se encuentran? ¿cuántas chicas y chicos hay? Tinder sigue una política muy estricta de "no revelar datos de sus números".
Sólo podemos conocer que ahora mismo se encuentra en 196 países y en treinta idiomas. Y que cada día se hacen casi 26 millones de conexiones, lo que hacen un total de 11.000 millones desde que la plataforma viese la luz en California.
El uso de Tinder se basa en descartar foto tras foto sin ir más allá. Pura frialdad
Sin embargo no hay ninguna estadística que diga cuántos de esos "likes" terminan en pareja, cuántos solo buscan sexo o cuantos quedan en nada. Y aquí es donde se encuentra el verdadero debate de Tinder, y de tantas otras aplicaciones. Algunos lo definen como el lugar perfecto para no encontrar nada serio, el paraíso de la ausencia de criterio y como una forma de evitar el rechazo. Pero pese a esto son miles las historias que hablan de parejas que han nacido de Tinder y gente normal usa la aplicación cada día. ¿Son todos feos y buscan lo fácil? Pues, como en botica, hay de todo. De hecho, muchos de esos "Adonis" rehúsan afirmar que utilizan Tinder, porque después de todo, sigue existiendo cierto miedo social a este tipo de aplicaciones. En definitiva, no hay estadística que mida eso.
Algunos estudios defienden que uno de cada tres hombres le da like a cualquier cosa, pero es que el éxito de la aplicación reside en esa sencilla y cruel usabilidad: descartar foto tras foto, sin pestañear, sin temblar, fríamente. Pasar de una foto a otra, basándose en esas odiadas primeras impresiones, ha lastrado la imagen de Tinder. Pero después llega la "segunda base": hablar a través del chat privado. Y aquí viene el trabajo duro y más tradicional, que de ese no se puede prescindir nunca.
En definitiva, pese a la tecnología esto del "amor" sigue siendo algo muy artesanal y la pereza no tiene hueco para los usuarios de Tinder.