Últimamente se están viralizando en Instagram algunos vídeos en los que se explica la relación entre el cáncer y el azúcar de una forma totalmente errónea. Se cita como ejemplo una técnica diagnóstica llamada tomografía por emisión de positrones (PET), cuyo objetivo es medir la actividad metabólica en el organismo, en busca de un diagnóstico concreto. Se pueden diagnosticar muchas enfermedades, pero lo más habitual es emplear el PET para detectar tumores, sobre todo en sus etapas más tempranas, ya que su metabolismo es diferente al de las células no cancerosas. Para ello se usan moléculas de glucosa radiactivas que, según se explica en el vídeo viral, se unen a los tumores.
Por lo tanto, se dice que “el cáncer ama el azúcar”. Si hacemos una reducción al absurdo de todo esto, podríamos pensar que, si no hay azúcar, no hay cáncer. Esto es lo que intentan transmitir estos vídeos virales, pero es un mensaje muy peligroso a muchos niveles.
Por un lado, porque se anima a los pacientes de cáncer con una solución que, por desgracia, no es tan sencilla. Y, por otro lado, porque se demoniza la glucosa, una molécula sin la cual no podríamos mantenernos vivos.
¿Cómo funciona el PET?
La tomografía por emisión de positrones se basa en la detección de la radiación liberada por unas sustancias conocidas como radiofármacos, que se inyectan por vía intravenosa.
Se elige una sustancia u otra según cuál sea el diagnóstico que se pretende realizar. En el caso de sospecha de cáncer o para ver cómo evoluciona un tratamiento antitumoral, se suele elegir la fluorodesoxiglucosa, formada por la unión entre un derivado análogo de la glucosa y un isótopo radiactivo del flúor.
El isótopo será el que emite la radiación, pero lo que interesa en estos casos es la glucosa, pues será la que ayude a realizar el diagnóstico.
Azúcar y cáncer: ¿qué tienen que ver?
Todas las células necesitan glucosa para obtener energía, tanto si son cancerosas como si no. Pero hay una diferencia: las células tumorales tienen un metabolismo más activo, de modo que utilizan la glucosa más deprisa. Al procesarla más deprisa, gastan más, de modo que se puede diferenciar una célula tumoral de una normal, porque habrá una mayor emisión de radiación procedente del isótopo.
Ahora bien, ¿significa eso que se pueda matar de hambre al tumor eliminando la glucosa? Posiblemente sí, pero moriría también el paciente, porque la glucosa es esencial para todas las células.
No confundamos glucosa con azúcar de mesa
El término “azúcar” hace referencia, de una forma coloquial, a muchas sustancias, conocidas como glúcidos. En el caso del azúcar de mesa, se trata de sacarosa, un disacárido formado por la unión de una molécula de glucosa y otra de fructosa. Cuando lo consumimos, ambas moléculas se separan y se metabolizan independientemente. Por lo tanto, no es lo mismo hablar de glucosa que hablar de azúcar.
Por otro lado, se debe tener en cuenta que el azúcar no solo se consume añadido al café o en croissant industrial. Muchos alimentos tienen glucosa u otros glúcidos, como la fructosa, la sacarosa o la lactosa. No obstante, no es lo mismo tomar azúcar con el café que comerse una naranja. Como tampoco es lo mismo tomarse una naranja entera que beberse un zumo de naranja recién exprimido.
Lo importante es que la glucosa se absorba despacio. Así, la insulina, que es la hormona que ayuda a que las células la absorban, se libera poco a poco. Si se absorbe mucha glucosa de golpe, se generan picos de insulina, haciendo que las células necesiten cada vez más y finalmente se vuelvan resistentes, provocando la acumulación de glucosa en sangre. Es así como surgen ciertas enfermedades metabólicas, como la diabetes tipo 2. Además, también tiene mucha relación con la obesidad.
El azúcar de mesa tiene este problema y también lo tienen los zumos de frutas, ya que los azúcares no tienen la matriz de fibra de la fruta entera. Esta matriz ayuda a que se absorban más despacio; pero, si se retira, genera esos indeseados picos de insulina.
Por lo tanto, lo malo no es comer azúcar. La glucosa es muy necesaria. Lo importante es tener un equilibrio e intentar que, en su mayoría, se consuma rodeada de una matriz que evite los picos de insulina.
Entonces, ¿el cáncer ama el azúcar?
El cáncer necesita el azúcar porque nosotros lo necesitamos. El consumo excesivo de esos azúcares libres causantes de picos de glucosa puede causar inflamación. Y también otros efectos que sí que se relacionan a la larga con el cáncer. Pero no es la glucosa, directamente, la que causa la enfermedad.
Por lo tanto, los vídeos virales de Instagram sacan muchísimo de contexto el funcionamiento del PET para establecer una relación que no es real. Antes que demonizar el azúcar, deberíamos demonizar a los gurús que prohíben alimentos completos con relaciones demasiado sencillas. Porque, en realidad, nuestro organismo es mucho más complejo que todo eso. Si algo es excesivamente sencillo, quizás deberíamos darle una vuelta.