No es sencillo contar una nueva historia de superhéroes después de quince años que el género se volviera uno de los más populares del cine. Mucho más complicado, si el protagonista principal, no pertenece a una saga o a un equipo en específico. Por lo que Blue Beetle, de Ángel Manuel Soto, toma el riesgo de hacerlo con un mínimo de personalidad. Pero llega tarde y, a pesar de su historia sensible, ofrece demasiado poco, lo que la convierte en otro intento fallido para DC Studios. Aunque, aun así, podría ser la mejor película de la agonizante franquicia en los últimos años. Al menos, tiene un guion algo más sólido que las demás y un humor desenfadado que solo busca hacer reír.
La película que adapta al superhéroe creado por Keith Giffen, John Rogers y Cully Hamner es la auténtica despedida a la atmósfera épica de Zack Snyder. De hecho, todo en ella se desarrolla a una escala modesta. Desde la narración familiar que rodea al protagonista principal, hasta su lucha por el bien.
No hay rastro de propósitos universales como salvar el mundo o luchar contra una fuerza imbatible. Su gran enemigo es la ambición de terceros y se enfrenta a ellos con una actitud práctica y simple. Blue Beetle es una transición entre lo planteado por The Flash —y su vistazo al multiverso— y un escenario más modesto. Presumiblemente, el que acogerá la próxima película Superman: Legacy, de James Gunn.
Blue Beetle
La película de Ángel Manuel Soto mezcla una historia de origen con una de transición entre dos estilos narrativos. Pero la combinación resulta fallida por su falta de originalidad. Blue Beetle no tiene nada que ofrecer ni al universo DC —que de nuevo demuestra su debilidad— ni al género de superhéroes. Desordenada y con un argumento predecible, se limita a repetir todos los lugares comunes de un héroe inexperto. El guion es incapaz de proponer algo nuevo o interesante y se diluye entre una sucesión de tópicos visuales y narrativos. Lo que convierte la película en un proyecto fallido en una franquicia cada vez más desgastada.
Una historia floja
La decisión —que impacta tanto en el guion de Gareth Dunnet-Alcocer como en el apartado visual— parece coherente. Blue Beetle es un héroe por accidente, joven e inexperto. Por lo que, como otras tantas historias de origen de las grandes franquicias actuales, el relato se toma el tiempo de presentar a su personaje principal. Jaime Reyes (Xolo Maridueña) es un recién graduado universitario que debe comenzar la vida adulta sin tener mucha idea de cómo hacerlo. De modo que, regresa a su ciudad, Palmera City, mientras toma una decisión sobre qué paso dar a continuación.
El preámbulo resulta innecesario, porque, más adelante, la película olvidará la información previa en beneficio de la acción. Lo que sí conservará es la identidad étnica de su protagonista. Blue Beetle insiste en que la familia es central y muestra las costumbres, tradiciones y conexión emocional latinas. De hecho, uno de sus puntos más relevantes y el motivo por el que posiblemente será recordada, es por su homenaje cariñoso a la cultura mexicana. Tanto, como para que varios de sus mejores momentos, tengan referencias directas a héroes televisivos, personajes e incluso, la situación política de Latinoamérica. Los hermanos, los padres y el interés amoroso de Jaime forman parte del panorama del héroe y de su crecimiento.
Pero a pesar de que ese entorno amoroso y solidario le brinda a la película una forma de narrar diferente a cualquier otra producción de DC, no es suficiente. En general, Blue Beetle es un experimento, que no llega a ser del bueno, al carecer de un verdadero propósito. Su guion quiere presentar a su héroe, pero no hace mucho por narrar su posible futuro. Si es que tiene alguno.
Un héroe intrascendente
Blue Beetle repite la fórmula que podría haber tenido algo de interés hace diez años. No obstante, ahora parece anacrónica, tan repetida que no hay nada que contar que no sea obvio. A partir del momento en que Jaime se convierte en el anfitrión involuntario de un artefacto biotecnológico alienígena, todo transcurre en una sucesión de eventos predecibles. El joven primero sentirá terror y después la emoción del poder recién descubierto. Sufrirá accidentes, aprenderá a volar e incluso les contará a sus allegados el secreto.
También deberá interactuar con Khaji-Da (Becky G), la entidad que habita al traje espacial y que tiene conciencia propia. La relación entre la voz —en ocasiones, una especie de guía explícita para el héroe— y Jaime es disfuncional. No obstante, no resulta intrigante ni supone un obstáculo real. En la trama, los conflictos se revuelven rápido, sin mayores inconvenientes, y avanza sin ningún tropiezo para demostrar que una nueva figura enmascarada ha llegado al mundo de DC.
El guion de Blue Beetle no solo carece por completo de originalidad, sino que, además, gradualmente se hace tediosa debido a la acumulación de clichés. Jaime descubre entre accidentes la variedad de cosas que su traje —que se presta a comparaciones con el de Iron Man de Marvel— puede hacer. Velocidad, fuerza y armas sofisticadas a las que apenas se les da importancia. Los efectos digitales, más precisos y mejor acabados que los de The Flash, sostienen parte de las escenas de acción. Pero el director carece de la pericia para hacerlas emocionantes o darles el suficiente interés para que no sean un lugar común.
Blue Beetle resulta aventura del montón
Vemos las típicas persecuciones por aire y grandes explosiones que se elevan a la espalda de los personajes. Blue Beetle tiene un aire de déjà vu, como si fuera la versión inacabada y desordenada de una propuesta más firme. Tampoco ayuda que las esasas menciones al Universo DC sean genéricas y parezcan forzadas. Parece que la trama no tiene una verdadera relación con un universo mayor, que menciona de pasada.
Incluso los secundarios y villanos tienen problemas para ser algo más que figuras de relleno. Desde Jenny Kord (Bruna Marquezine), el estereotipo de la chica con conflictos y lealtades divididas, hasta la familia Reyes, personajes tan encantadores como prescindibles. Blue Beetle no pone demasiado interés en demostrar el motivo por el que es importante la interacción de Jaime y los suyos.
Peor suerte corre Carapax (Raoul Trujillo), un mercenario cuyo concepto de la maldad es casi ridículo. También Victoria Kord (Susan Sarandon), una villana con conciencia social —que encarna una especie de Lex Luthor femenina— que decae cuando debe sostener su discurso sobre la avaricia y el poder. Tan poco consistente que decepciona desde el primer inevitable monólogo.
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Blue Beetle no solo no cumple las ya de por sí bajas expectativas, sino que se convierte en otro fracaso más para una franquicia llena de ellos. Uno que llega, además, en un momento especialmente complicado y que apunta a que la saga cinematográfica se encuentra más débil que nunca.