Hoy, 5 de junio, es el Día Mundial del Medio Ambiente. Un buen momento para recordar la importancia de buscar medidas contra el cambio climático y la contaminación. Pero medidas que funcionen de verdad. A veces con buena fe, y otras veces con intereses ocultos, como ocurre con el greenwashing, se emplean herramientas que no ayudan y, por si fuese poco, pueden llegar a perjudicar. Por ejemplo, recientemente se ha visto que el plástico de caña de azúcar supone una amenaza para el medio ambiente.
Curiosamente, este bioplástico, fabricado a base de ácido poliláctico (PLA), fue noticia recientemente por no degradarse adecuadamente en el mar. Tiene una gran facilidad para descomponerse en montones de compost, donde las temperaturas son muy elevadas. Sin embargo, cuando los científicos indagaron sobre su capacidad para degradarse en el agua del mar, observaron que quizás se hubiesen precipitado al considerarlo biodegradable.
Ahora, por si fuese poco, se ha visto que este plástico también puede afectar al comportamiento de los peces. Bueno, al menos afecta al de las percas de río (Perca fluviatilis), pues es la especie con la que se han hecho los experimentos. Pero podría ser extrapolable a más peces. Todo esto supone un grave problema para el medio ambiente al que, desde luego, no le estamos prestando la atención que merece.
¿Por qué es tan peligroso el plástico?
Conocemos bien los efectos del plástico convencional sobre el medio ambiente. Cuando nos deshacemos de ellos pueden tardar cientos de años en descomponerse. Hasta mil años en algunos casos. Por lo tanto, las sustancias químicas que contienen pueden contaminar el suelo y, lo que es peor, llegar a los ambientes acuáticos. Allí, en los ríos y los océanos, suponen un peligro para su fauna a niveles muy variados. Por ejemplo, pueden provocar atragantamientos y obstrucciones estomacales cuando estos animales ingieren pedazos grandes. En otros casos se trata de pedazos muy pequeños, incluso tanto que se les conoce como microplásticos. Si es este el caso, no causan atragantamientos, pero a la larga sí pueden ser tóxicos.
Sobre todo son un peligro para las especies filtradoras, pues se pueden concentrar grandes concentraciones de plástico en su organismo. Además, dado que estas especies suelen estar muy presentes en la cadena alimenticia de los peces y, directa o indirectamente, formar parte de nuestra alimentación, esos microplásticos que liberamos también nos afectan a nosotros. Por eso no es raro encontrarlos en nuestro estómago. Aunque no es el único lugar de nuestro organismo en el que se han encontrado. También se han visto casos de microplásticos en la sangre, la leche materna e incluso los pulmones.
Podríamos pensar que la solución está en quemar esos plásticos, pero esto provoca un problema aún mayor. El plástico convencional está fabricado a base de petróleo, de modo que su incineración puede liberar gran cantidad de gases de efecto invernadero, echando más leña al fuego del cambio climático.
La solución que también puede ser un problema para el medio ambiente
Para evitar todos los problemas mencionados anteriormente, en los últimos años se han investigado todo tipo de bioplásticos. Se trata de plásticos que normalmente se fabrican a base de ingredientes vegetales y, por lo tanto, se descomponen más fácilmente al liberarse al medio ambiente. Por otro lado, no suelen ser tóxicos, por lo que resultan inocuos para la flora y fauna de los entornos acuáticos. O eso es lo que se creía, pues puede que no todos sean tan inocuos.
Un estudio publicado recientemente en Science of the Total Environment demuestra que el plástico obtenido del ácido poliláctico de la caña de azúcar puede afectar al comportamiento de las percas de río.
Se llegó a esta conclusión tras añadir esta sustancia a la comida con la que se alimentó a los peces durante seis meses.
Pasado este tiempo, se observaron varios comportamientos extraños en los peces. Por un lado, reaccionaban más intensamente cuando conocían a un nuevo compañero, por lo que podrían incluso llegar a tener dificultades para el apareamiento. Además, se vio una capacidad de movimiento reducida y una alteración de su comportamiento a la hora de hacer bancos o reaccionar ante el peligro. Vamos, que ni se reproducen bien, ni se mueven bien, ni huyen ni se agrupan adecuadamente. Esto es un claro problema para la especie y, por ende, para el medio ambiente.
Para intentar solucionar este problema, los autores del estudio también probaron a añadir a la comida de los peces otras sustancias susceptibles de formar parte del plástico. Por ejemplo, el caolín. Con este no se afectó tanto el comportamiento de los peces. No obstante, sí que hubo problemas con una hormona sexual masculina y se alteró la expresión de los genes del estrés. Esto significa que los genes que provocan respuestas útiles frente a situaciones estresantes no se encendían adecuadamente, lo cual, de nuevo, es un problema para los peces y el medio ambiente.
El greenwashing y el cambio climático
Este problema con el bioplástico demuestra que no todo lo que lleva delante el prefijo bio- es más amigable con el medio ambiente.
En el caso del plástico es algo inesperado, pues los objetivos sí eran buenos. No obstante, algunas compañías que solo buscan aumentar sus ventas pueden utilizar estos prefijos para fingir que les preocupa el medioambiente. Incluso pueden implementar pequeñas medidas que sí supongan algún beneficio para combatir el cambio climático, pero que no compensen ni de lejos todos los daños que realmente causan. Esto es lo que se conoce como greenwashing y es algo a lo que debemos prestar mucha atención
Porque el Día Mundial del Medio Ambiente es un buen momento para recordar que son los grandes capitales y los grandes empresarios los que tienen más poder para combatir el cambio climático. Los demás podemos realizar pequeños cambios de hábitos, pero no tenemos poder para obtener grandes resultados. Si para solucionar los problemas de los plásticos necesitamos a la ciencia, con estudios como el que demuestra los efectos sobre los peces, para combatir del todo el cambio climático necesitamos que los peces gordos, esos cuyo comportamiento no cambia con el plástico de la caña de azúcar, empiecen a actuar como es debido. Esa es la mejor forma de cuidar el medio ambiente.