El peligro que suponen los plásticos para el océano está cada vez más claro. Por eso, se buscan formas de evitarlos, reutilizarlos y reciclarlos. En el primer grupo no solo está el uso del bambú o el papel como sustitutos del plástico. También contempla la investigación de nuevos plásticos biodegradables y compostables. Uno de los plásticos biodegradables más utilizados es el ácido poliláctico. A bote pronto cumple lo que promete, pero no lo hace en cualquier condición. De hecho, según un estudio que se acaba de publicar, cuando se libera en el mar, podría no ser un plástico biodegradable.

Esto es algo que se debe estudiar con mayor profundidad, pues de poco sirve que sea biodegradable en algunos entornos, pero no lo sea en uno de los que más daños sufren por la contaminación por plásticos.

Si no se encuentra una solución, habría que reducir su uso, al menos en determinados contextos. Esta es una investigación pionera, pues es la primera vez que se estudia la descomposición de plásticos biodegradables directamente en el mar. Pero, aun así, le queda mucho recorrido por delante.

¿Qué diferencia hay entre plásticos biodegradables y compostables?

Los plásticos biodegradables son aquellos que se pueden descomponer en las sustancias químicas que los forman a través de la acción de agentes biológicos, como los microorganismos, en condiciones naturales. Dentro de este grupo, se encuentran los plásticos compostables, que, además, cuando se degradan se convierten en abono.

Todo esto facilita que la descomposición de los plásticos biodegradables sea mucho más rápida que la de aquellos fabricados a partir de petróleo. Según Ecoembes, si una bolsa de plástico convencional tarda entre 300 y 500 años, una biodegradable puede tardar entre unos meses y 6 años, dependiendo del tipo de plástico que se emplee.

plásticos biodegradables
Naja Bertolt (Unsplash)

¿Qué pasa con el ácido poliláctico?

El ácido poliláctico se define como un plástico biodegradable y compostable, compuesto por un polímero del ácido láctico, que se obtiene por la fermentación de ciertos azúcares.

Se ha observado que se reduce rápidamente a ácido láctico de nuevo cuando está en una pila de compost. Estas están a una temperatura muy elevada, que favorece la reacción de descomposición. ¿Pero qué pasa con el agua del mar, mucho más fría que esas pilas?

Para dar respuesta a esta pregunta, los autores del estudio que se acaba de publicar en PLOS One tomaron varias muestras de plásticos, compuestos a base de celulosa, petróleo, mezcla de ambos o ácido poliláctico. Después, las introdujeron en una jaula y, a su vez, sumergieron la jaula en el agua de la costa de La Jolla, en California.

Cada semana, las muestras se sacaban del agua, se examinaban en busca de señales de degradación y se devolvían de nuevo al mar. Así, los científicos pudieron comprobar que los plásticos biodegradables a base de celulosa se descompusieron muy rápido, en menos de un mes. Observaron que la descomposición no se había producido por métodos mecánicos, sino biológicos, pues se había liberado dióxido de carbono en el proceso.

Lógicamente, los plásticos derivados de petróleo y de mezcla no se degradaron en el tiempo que duró la investigación. Pero tampoco el ácido poliláctico. Catorce meses después, seguía intacto.

¿Qué debemos hacer?

La conclusión del estudio es que, para que los plásticos a base de ácido poliláctico puedan usarse como plásticos biodegradables, deberían procesarse primero en instalaciones dispuestas para ello. Si no, podemos pensar que estamos protegiendo los ecosistemas marinos, pero no lo estaremos haciendo del todo.

Los estudios como este son muy necesarios, pues a veces hace falta ver cómo se comportan los materiales en la realidad, antes de considerarlos perfectamente válidos. No es lo mismo la descomposición de un plástico en el laboratorio que directamente en el mar. Es ahí, justo donde hace daño, donde debemos probar. 

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