En una de las escenas finales de la serie Succession, de HBO, Shiv (Sarah Snooke) mira la mano extendida de Tom (Matthew Macfadyen). No está claro si acaba de traicionar a sus hermanos Kendall (Jeremy Strong) y Roman (Kieran Culkin). Mucho menos, si ha actuado para asegurar el futuro del hijo que aún no ha nacido. Lo cierto es que el personaje, tras atravesar una dura travesía emocional a lo largo del último capítulo de la serie, toma una decisión en apariencia inexplicable. 

Al cambiar su voto en la junta directiva de Waystar Royco en el último instante, da un golpe de efecto que desmorona el precario equilibrio de poder del argumento. No solo permite que el siniestro Lukas Matsson (Alexander Skarsgård) se apropie de la empresa.

También aparta a sus hermanos del control y logra obtener una cuota de influencia a través de su esposo. Nunca llega a revelarse si la extraña determinación de Shiv se debe a una represalia tardía o una consciente pretención de evitar que Kendall lidere la corporación familiar. De modo que Succession se despide con una nota amarga, realista y cruda. 

Succesion solo está disponible en HBO Max

La caída de un gigante

El imperio de Logan (Brian Cox) se derrumba y se aparta de las manos de sus herederos. Después de que el consorcio lograra cambiar la corriente política e instaurara a Jeryd Mencken (Justin Kirk) como presidente de Norteamérica. Un giro que permitió al Republicano de ultraderecha imponerse sobre un resultado estrecho.

Greg y Tom, personajes de Succession, de HBO

Al final, la maniobra de Roman en el capítulo anterior de Succession tuvo poco valor en comparación con los hilos que se mueven dentro de Waystar Royco. La serie termina con un duro primer plano de Kendall, que rozó la cumbre de la ambición, pero se derrumbó al dar paso en falso. ¿Confiar en Shiv? ¿Asumir su lealtad de inmediato? Succession no responde las preguntas e insiste en lo que ha sido el punto central de su argumento: la dura relación entre la familia Roy.

La derrota final en Succession

Durante las cuatro temporadas de Succession, el creador Jesse Armstrong explora los vicios del poder. También propone personajes que se alejan de los modelos de conducta o las aspiraciones a la redención. Una excepción notable a múltiples argumentos en los que la degradación moral siempre conduce a un castigo aleccionador.

Pero la producción da un paso adelante y construye un escenario en el que la codicia se convierte en la fuerza impulsora de todo tipo de comportamientos mezquinos. Además, profundiza en un grupo de protagonistas sin ética, amparados en los privilegios de su fortuna o influencia política. Todos ellos conscientes de esa capacidad y sin temor a usarla en beneficio propio. 

Kendall, Shiv, Roman y, en menor medida, Connor (Alan Ruck) luchan constantemente entre sí para lograr el control de Waystar Royco. La empresa familiar, bajo el férreo puño del patriarca Logan Roy, se convierte en centro de intrigas y manipulaciones. Pero, más allá de eso, es también un legado que cada uno de los hermanos considera como suyo y que buscan obtener a toda costa.

Una familia desintegrada

Los hermanos Roy negociando por teléfono en Succession

En su cuarta entrega, Succession ha ido más allá. Tras la muerte de Roy, la batalla de sus hijos por heredar el enorme consorcio se vuelve despiadada. También, una perspectiva acerca de sus traumas, dolores y heridas por resolver entre vínculos emocionales corrosivos y perniciosos. Cada uno de los protagonistas descubre de manera distinta que la pérdida súbita de la cabeza visible de la familia es más que un golpe financiero y de reputación pública. 

Por singular que parezca, la última temporada de Succession se basa, más que en dilemas financieros, en explorar el sufrimiento y el desarraigo. Ninguno de los herederos Roy tiene finalmente la capacidad suficiente para vencer al otro. Tampoco para tomar un camino independiente de su ilustre apellido.

De forma que, la necesidad de reconocimiento en medio de una historia de nepotismo se transforma en una lucha sin cuartel contra la pérdida de la identidad. Kendall, que dependía de la búsqueda de la aprobación paterna, se encuentra en un escenario desolado y que pone a prueba su pobre capacidad de estrategia.

Al otro lado, Roman encarna una versión torpe de Logan. Connor mueve con poca habilidad sus escasas piezas en un tablero mayor que, de nuevo, cercena sus ambiciones. Shiv lidia con la pérdida de su padre enfrentándose a la ruptura de su matrimonio con Tom. En paralelo, intenta sobrevivir a la desintegración probable de la corporación familiar en medio de inminentes y peligrosos cambios políticos.

La corrupción en el corazón de Succession

El último capítulo de Succession, de hecho, hace hincapié en la naturaleza de los vínculos de los hermanos Roy. En una de las secuencias más singulares del argumento, Kendall, Shiv y Roman ríen en la cocina de la casa de su madre. Lo que sucede después de lidiar con sus mutuas diferencias y lograr un precario acuerdo de emergencia para evitar que Mattson tomara por asalto la corporación familiar. Se trata de un momento íntimo, casi tierno. Uno que cambia el tono de la relación de los protagonistas en lo que parece un peculiar oasis de calma.

Lo cual provoca que la traición de Shiv sea incluso más dura de aceptar y comprender. ¿El personaje tomó la decisión cuando sus hermanos depositaron su completa confianza en ella? ¿Fue una maniobra de real desconfianza hacia Kendall? Con el último apretón de mano entre la hija de Roy Logan y su esposo, lo que queda claro es que ambos son un equipo a regañadientes que actúa en concordancia. Algo que otorga un sentido lúgubre a la recapitulación final que termina por cambiar la historia de Succession.

Una decisión cuestionable que cambia todo

Shiv y Tom en Succession, de HBO

Para su despedida, Succession enfoca toda la burlona y satírica atención de su guion en la subtrama del opulento mundo que muestra. Más allá de las cuestionables —y a veces ilegales— decisiones de sus personajes, la serie también brinda interés a su ruptura interna. Cada uno de los hijos Roy se aleja de una redención esperanzadora o de un castigo ejemplarizante. Sus respectivos posicionamientos les conducen a la debacle moral. Asimismo, a sucumbir a las fisuras de una realidad que no termina de soportar el peso del fracaso y la derrota final.

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Con la empresa perdida, el sentido del propósito roto y los hermanos huérfanos de padre y patrimonio, el final de Succession es desolador. También, coherente con la forma en que la producción siempre ha planteado el sentido de la traición y la manipulación despiadada. Al final, Roy Logan se convierte en un espectro, su empresa en un recuerdo y sus hijos en personas alejadas de las esferas del poder. Una última pieza en un rompecabezas retorcido que pasará a la historia del entretenimiento por su dureza y turbio sentido del privilegio.