Solo 50 personas murieron directamente como consecuencia del accidente de Chernobyl. Sin embargo, entre habitantes de las ciudades cercanas y personal de limpieza, otras muchas fallecieron en los años posteriores. Generalmente, la causa de la muerte solía ser por tumores resultantes de la radiactividad a la que se expusieron. Pero también hubo mutaciones en cierto modo ventajosas.

Las personas fueron evacuadas, pero muchos animales, domésticos o silvestres, se quedaron allí, y con los años se ha podido ver cómo han cambiado. Además, ha habido cambios en las plantas. Desde las plantas que cambiaron de color, dando lugar al famoso bosque rojo, hasta los perros que se pueden distinguir claramente de cualquier otro perro del mundo, son muchas las especies que han cambiado tras el accidente de Chernobyl.

Algunas se deben a mutaciones que se han ido seleccionando con el paso de los años. Otras a cambios directos de la radiación. El caso es que, de un modo u otro, la vida se ha abierto paso en las ruinas de la mayor catástrofe nuclear de todos los tiempos.

Superpájaros adaptados a la radiación

Chernobyl
Hans Veth (Unsplash)

Solemos entender la palabra “mutación” como algo malo. Sin embargo, no lo es necesariamente. Se trata de cambios en la secuencia del ADN, que pueden ser peligrosos, ocasionando enfermedades, pero también beneficiosos. Por ejemplo, algunas mutaciones nos pueden proteger de determinadas patologías. 

Además, puede que determinadas mutaciones resulten ser tan beneficiosas que los individuos que las portan se seleccionen naturalmente, de manera que finalmente haya una mayor población que las contenga. Esto es lo que posiblemente ocurrió con algunos pájaros de Chernobyl.

Y es que, según un estudio publicado en 2014, hay varias especies de aves que han conseguido hacerse resistentes a la radiación. Con un español como autor principal, este estudio analiza las plumas y la sangre de 16 especies de aves cuyo hábitat se encuentra alrededor de la zona de exclusión de Chernobyl. Tras el análisis, se vio que algunas de estas aves, especialmente las que viven en áreas más contaminadas, tienen niveles más altos de antioxidantes. Estas son moléculas capaces de combatir los radicales libres, responsables de los daños al ADN que ocasiona la radiación. Por lo tanto, se puede decir que con el tiempo las aves de Chernobyl se han convertido en superpájaros. 

Los perros de Chernobyl son únicos

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Overture creations

Muchas de las personas que fueron evacuadas pensaron que volverían pronto a casa, por lo que dejaron a sus mascotas atrás. En otros casos fue a propósito. Por eso, cuando el área de exclusión quedó desierta de seres humanos, muchos perros circulaban por sus calles. Se enviaron patrullas para sacrificarlos, por miedo a que pudiesen extender la radiación. Sin embargo, algunos escaparon y continuaron reproduciéndose.

Ninguno de ellos vive ya, pero sí sus descendientes. Por suerte, han dejado de intentar sacrificarlos. De hecho, las personas que todavía trabajan en Chernobyl controlando los niveles de radiación, les alimentan y cada cierto tiempo son atendidos por veterinarios que los vacunan y examinan su salud. 

Son, sin duda, una población interesante para analizar posibles mutaciones resultantes de la radiación de la catástrofe. Por eso, recientemente se llevó a cabo un estudio dirigido a analizar su material genético. Se tomaron muestras de 302 perros y se secuenció su ADN. Así, pudieron ver que el perfil genético de los canes de Chernobyl era diferente al de cualquier otro perro de otro lugar del mundo. Simplemente observando un ADN al azar se podía saber si era de uno de los animales descendientes de la catástrofe. No llegan a ser otra especie, pero son totalmente diferentes. Eso sí, no parece que en esta ocasión los cambios hayan sido tampoco a peor, puesto que la mayoría gozan de un buen estado de salud.

Plantas que resisten las mutaciones

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Kazuend (Unsplash)

Inmediatamente después del accidente de Chernobyl, las elevadísimas cantidades de radiación que se liberaron fulminaron los árboles ubicados cerca de la Central Nuclear. Primero se volvieron de un color anaranjado intenso y después murieron. Ese cambio de color llevó a que se bautizara como el bosque rojo. Era un terreno baldío, que se enterró con el objetivo de intentar contener la radiación. Sin embargo, con el paso del tiempo, buena parte de los árboles del bosque rojo han vuelto a crecer.

Y no solo eso. Otras muchas plantas han nacido en los alrededores. Eso no quiere decir que no hayan sufrido mutaciones por la radiación. La diferencia con los animales, incluyendo a los humanos, es que no se ven tan afectadas. Las células vegetales resisten mucho mejor a los cambios, de modo que, aunque se produzcan tumores, estos no se diseminan y las células dañadas pueden sustituirse. 

Como consecuencia, la vegetación de Chernobyl apenas se ha visto afectada en los años posteriores al accidente.

Hongos que se alimentan de radiación

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Asprgillus niger. Wikimedia Commons

Más allá de los seres vivos seleccionados por sus mutaciones, están los que, al perder competencia, pudieron proliferar sin problema.

Es el caso de los hongos negros que crecieron ni más ni menos que en las paredes del reactor que explotó. Las cantidades de radiación allí hacían la vida prácticamente imposible. Sin embargo, los científicos que los descubrieron observaron que no solo no parecían estar afectados por la radiación. También se veían atraídos por ella.

Su análisis permitió comprobar que tienen grandes cantidades de melanina. Este pigmento se encuentra en la piel y el pelo de muchos animales, como los propios humanos. Nos protege de las radiaciones ultravioleta, de ahí que aumenten sus niveles y nos pongamos más morenos al ponernos al sol. Pero, en el caso de los hongos, no solo les da un color negro. También les ayuda a transformar la radiación de la central nuclear en energía. Puede decirse que, prácticamente, se alimentan de ella.

Otros hongos de la zona desaparecieron, por motivos lógicos, por lo que estos hongos tenían mucho más espacio para su propia proliferación. De hecho, no es la primera vez que ocurre algo así. Se han encontrado fósiles de hongos similares procedentes del periodo del Cretácico en el que la Tierra perdió su escudo contra la radiación cósmica. Muchos seres vivos sucumbieron, pero estos se encontraron con un escenario perfecto para ellos.

No todo son mutaciones

En realidad, el accidente de Chernobyl puede ayudar a que nos hagamos una idea de lo dañinos que podemos ser los seres humanos para los ecosistemas. Y no por los daños que ocasionó la explosión en sí. También por cómo el hecho de que ya no haya personas viviendo en los alrededores ha convertido la zona en un paraíso para muchos animales salvajes.

Muchos de los científicos que se han desplazado a los alrededores de Chernobyl a investigar su flora y su fauna han llegado a esa conclusión. En general no se detectan animales con mutaciones, porque la mayoría vienen de otros lugares. Pero sí que han podido aumentar sus poblaciones gracias a que no hay competencia con el ser humano. Además, incluso los que sí tienen mutaciones por la radiación, puede que vivan menos; pero, aun así, lo hacen con una mejor calidad de vida. Esto es algo que da mucho que pensar. ¿Cómo puede ser que el mayor desastre nuclear de todos los tiempos haya resultado ser tan beneficioso para los animales salvajes? Quizás, porque, en muchos sentidos, los humanos somos más dañinos que el peor de los desastres. 

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