Tal día como hoy, en 1986, tuvo lugar el que se considera el mayor accidente nuclear de la historia. Un fallo humano llevó a la explosión de la Central Nuclear de Chernobyl, acabando con la vida de 50 personas en el acto, y varios miles más en los años posteriores. Se considera que fue un suceso nuclear de nivel 7. Durante mucho tiempo el único con esta calificación en la escala INES. En 2011, el desastre de Fukushima se unió a Chernobyl en el pico de la pirámide. ¿Pero cómo se mide ese nivel de gravedad?
Lo cierto es que no es sencillo. La Escala Internacional de Sucesos Nucleares (INES por sus siglas en inglés) se puede comparar en cierto modo con la escala de magnitud de los terremotos. También sigue una progresión logarítmica, de modo que cada nivel representa el aumento de un accidente aproximadamente diez veces más grave que el nivel anterior. Pero hay una diferencia. Los terremotos se pueden medir de una forma cuantitativa, gracias a aparatos como los sismógrafos. Sin embargo, con los accidentes nucleares es todo mucho más subjetivo.
Como consecuencia, la medición se hace a posteriori y no es muy útil para el despliegue de ayuda. Por ejemplo, en el caso de Fukushima, aunque el suceso tuvo lugar el 11 de marzo, la clasificación INES se produjo justo un mes después, el 11 de abril.
¿Por qué está Chernobyl en lo más alto de la escala INES?
En cierto modo, la escala INES se puede comparar también con la escala Fujita, que se usa para medir la intensidad de los tornados. Esta se basa en el nivel de destrucción que ocasionan. Y, en realidad, algo así es lo que ocurre con la INES.
Tiene siete niveles, de manera que del 1 al 3 se consideran incidentes y, del 4 al 7, accidentes. Dentro de los accidentes, se clasifican en nivel 4 aquellos que tienen consecuencias locales y municipales. En estos casos, la cantidad de material radiactivo es suficientemente baja como para no tener consecuencias a largas distancias, pero tan elevada como para causar al menos una muerte.
Después, en nivel 5, se encuentran los accidentes con consecuencias algo más amplias. Se libera algo más de material radiactivo, tienen lugar varias muertes y el reactor queda dañado, exponiéndose a una explosión peligrosa.
Por encima, en el nivel 6, la situación es más seria. Se libera mucho más material radiactivo, por lo que siempre es necesario establecer medidas de contraposición.
Y, para terminar, en nivel 7, la cantidad de material radiactivo que se libera es mucho más elevada, de modo que se pone en peligro la salud de las personas y el medioambiente a distancias mucho mayores. También son necesarias medidas de contraposición y las consecuencias son muy graves. Solo Chernobyl y Fukushima se consideran en este nivel, aunque lo cierto es que en el caso de la central japonesa algunos reactores se clasificaron en un nivel más bajo.
La importancia de las medidas de seguridad
Chernobyl explotó por un fallo humano. Pero también por no tener las medidas de seguridad adecuadas. Hoy en día se presta mucha más atención a estas medidas. Además, se elige concienzudamente dónde se construyen las centrales nucleares. Lógicamente, no es seguro hacerlas en puntos con una gran actividad sísmica, por lo que aquellos que albergan fallas muy amplias deben ser desechados como opción.
Es por eso por lo que, a día de hoy, solo hay dos accidentes en nivel 7. Del último hace ya más de 12 años y las consecuencias para las personas no fueron tan graves como en Chernobyl. Por eso, podemos ver que se están mejorando las medidas de seguridad. Es importante hacerlo, pues los últimos estudios señalan que, al menos de momento, no nos queda más remedio que seguir confiando en la energía nuclear, si queremos combatir el cambio climático. La escala INES seguirá ahí para evaluar cada situación; pero, con suerte, solo será necesario utilizar las cifras más bajas.