Tras la explosión de la central nuclear de Chernobyl, ocurrida en abril de 1986, los habitantes de las poblaciones cercanas fueron evacuados, dejando muchas de sus pertenencias atrás. La salida fue tan rápida que algunos dejaron allí incluso a sus mascotas. Algunos se sacrificaron, pero otros lograron escapar. Por eso, desde entonces se ha instalado en la zona una población de canes, conocidos como los perros de Chernobyl, que ahora, según un nuevo estudio, son genéticamente diferentes a los que viven en otras partes del mundo.
No se trata de los perros que sufrieron el desastre nuclear, sino de sus descendientes. Algunos viven en la propia central, otros en poblaciones fantasma cercanas, como Pripyat. Pero todos tienen algo en común: las radiaciones ionizantes a las que se han expuesto durante años han hecho mella en su ADN.
Y esto, a bote pronto, podría ser bueno. Contra todo pronóstico, la mayoría de perros de Chernobyl gozan de buena salud. Por eso, cabe la posibilidad de que los perros, en general, sean resistentes a la radiación. Pero también es posible que hayan sufrido mutaciones que les han otorgado esa resistencia. El siguiente paso de estos científicos, cuyos datos se han publicado en Science Advances, será precisamente analizar cómo influyen en su salud estos cambios en el ADN.
El ADN de los perros de Chernobyl
Para la realización de este estudio, los investigadores tomaron muestras de 302 perros, entre 2017 y 2019. Algunos vivían en la propia central y otros hasta 45 kilómetros de distancia.
Cabe decir que estos perros viven en estado semisalvaje. Es decir, no están totalmente abandonados. Aunque la central nuclear ya no está en uso, aún hay personas que trabajan en ella. Por ejemplo, científicos que regularmente toman medidas de los niveles de radiación y sus efectos sobre el medioambiente. Todas estas personas se encargan de llevar comida a los perros de Chernobyl.
Además, cada cierto tiempo acuden veterinarios que les vacunan y revisan su estado de salud. Por eso precisamente podemos saber que este no se ha visto muy resentido por la radiación. También sabemos que puede que algunos de estos animales se hayan relacionado con perros de zonas pobladas. Sin embargo, lo esperable es que la mayoría de ellos se hayan reproducido entre sí.
Por eso, estos científicos querían ver si había cambios en su ADN con respecto al de perros habitantes en otros lugares del mundo. Y sí que los había. De hecho, tenían un perfil genético tan evidente que era posible diferenciar de otros perros solo con ver los resultados de la secuenciación.
No son especies distintas
Hay muchas definiciones de especie. Pero, a grandes rasgos, se considera que son aquellas cuya divergencia genética es tal que no pueden reproducirse entre sí o, si lo hacen, no dan lugar a descendencia fértil.
Generalmente esto ocurre cuando una población se aísla y evoluciona por separado del resto. En este caso, podríamos pensar que ha pasado algo así. Los perros de Chernobyl están separados de otros canes y, además, tienen diferencias genéticas importantes.
No obstante, se necesita mucho tiempo para que dos poblaciones diverjan hasta convertirse en especies diferentes. Allí no ha pasado tanto. Además, ya hemos visto que no están tan aislados y, de hecho, se siguen cruzando con perros de zonas habitadas y teniendo descendencia fértil.
Por lo tanto, aunque los perros de Chernobyl sean tan diferentes genéticamente, siguen siendo perros. Pero, quizás, perros con una serie de ventajas que vale la pena investigar.