En la serie Poker Face, Charlie Cale (Natasha Lyonne) sabe de inmediato cuándo alguien miente. Incluso si el responsable no es del todo consciente de que lo hace o solo repite algo falso que considera real. ¿Parece un juego de palabras? Podría serlo, salvo por la habilidad del creador y guionista Rian Johnson de narrar una historia creíble a través de un don sin explicación. Su personaje no entiende cuál es el mecanismo que le permite descifrar las malas intenciones y los dobles sentidos. Lo que sí tiene claro es que es un talento que, involuntariamente, la convierte en la mejor detective imaginable.

Antes de serlo atravesó caminos oscuros. Fue una estrella en torneos de apuestas en Denver. Nada muy grande que llamara la atención, tampoco tan pequeño como para que no valiera la pena el esfuerzo. Pero ganar siempre es sospechoso y terminó por ponerla en riesgo. Eso, al menos, es lo que sugieren sus escasos diálogos explicativos. El argumento no describe demasiado quién era antes de ser solo una empleada en un casino de Las Vegas. 

Apenas insinúa que tuvo dinero — también que lo perdió — y comprobó que su capacidad le da más problemas de los que resuelve. Natasha Lyonne es la actriz perfecta para interpretar a esta perdedora bienintencionada, alguien que acepta las mentiras de los demás con filosofía y que evita juzgar. A la vez, tiene una sagacidad a toda prueba, que usa como un amuleto contra el peligro. 

Poker Face

Poker Face, de Rian Johnson, recupera el típico género de detectives para un público más joven a través de un personaje carismático. Natasha Lyonne interpreta a la que es, quizás, la mejor investigadora posible y lo es por un don inexplicable. Sabe cuando alguien miente. Pero pronto comprobará que la verdad no es lo único que debe demostrarse al cometerse un crimen, sino las múltiples formas que toma un delito. Inteligente y llena de humor negro, la producción demuestra, en cada capítulo, las posibilidades del viejo formato de un misterio a la semana. Triunfa al hacerlo y deja claro, además, que Rian Johnson tiene la habilidad de seguir, de crear grandes misterios, siempre atractivos. Uno de sus puntos más altos.

Puntuación: 4.5 de 5.

Las mentes privilegiadas de Poker Face

Como el Benoit Blanc interpretado por Daniel Craig en la saga de Puñales por la espalda, Charlie descubre pronto el rasgo desagradable de sus capacidades. Sospechar de todos a su alrededor, tener certeza absoluta sobre los pequeños y grandes engaños que cometen las personas que conoce. Al final, la supera la sensación de que cualquiera puede ser mentiroso.

El argumento de Poker Face utiliza con cuidado la premisa del superdotado agobiado por su propio poder. Tanto que, al llegar a ser una camarera en un casino de baja categoría, solo quiera que la dejen en paz. Lo que implica ignorar su infalible intuición. Entonces, debe resolver un crimen.

Su buena amiga Natalie (Dascha Polanco) es asesinada y Charlie descubre de inmediato el motivo y, lo que es más grave, quién lo hizo. Ahora debe tomar las piezas de lo que intuye y acorralar al culpable. El esquema se repetirá en cada episodio de Poker Face, pero esta primera ocasión es el escenario para mostrar el ingenio de la trama.

El personaje lidia con el riesgo de una información explosiva. Asimismo, con su decisión de resolver el crimen. Lo logra en un escenario que se vuelve más retorcido. Rian Johnson lleva su talento de crear misterios a lugares nuevos. De la misma forma que Jessica Fletcher, el teniente Columbo y el mismísimo Sherlock Holmes, Charlie encontrará su método. Lo pondrá en práctica y, al final, logrará lo imposible: empujar a la cárcel a dos intocables. También deberá huir, con las consecuencias de su atrevimiento a cuestas.

Una detective que nace por casualidad

Es evidente que el escritor disfruta con misterios que comienzan por situaciones en apariencia accidentales. Lo que parecía un truco sucio de un mafioso contra una camarera se transforma en un plan de estafa a gran escala. Charlie comprueba, entonces, lo que su habilidad puede lograr—además de hacerla la perfecta jugadora de cartas— y el argumento de Poker Face va en una dirección nueva. Entregar a los asesinos de Natalie a la ley es el primer paso hacia una aparente redención.

De ser una resignada pesimista pasa a tener un propósito. También, una forma de encausar su combinación de sentido común, inteligencia e incluso torpeza en encontrar una aplicación práctica a su curioso don. Esta investigadora accidental, que no desea serlo, pero que tiene los atributos para ser la mejor, es una criatura televisiva extraña.

Natasha Lyonne le brinda a su papel en Poker Face un aire informal: descubre los indicios que le llevan al siguiente casi por casualidad. Al menos, eso parece. Charlie es más compleja de lo que admite ante el espejo o el guion muestra de inmediato. Tiene un conocimiento rudimentario sobre la psicología humana, que va más allá de saber lo que oculta cualquiera.

La historia profundiza en cómo también es capaz de escuchar, deducir y sacar conclusiones, en apariencia disparatadas, que resultan ser ciertas. Al final, la necesaria ronda de preguntas al sospechoso no es más que la confirmación de sus teorías.

Se trata de un mecanismo frecuente en la literatura y el género de detectives en general. Como una encarnación más joven y singular de los preferidos de décadas anteriores, demuestra sus deducciones con soltura. Señalar al que miente no es suficiente. Alcanzar conclusiones siguiendo un largo hilo de conjeturas resulta para ella apasionante, aunque no lo admita.

Un autor que encuentra su estilo
y crea otra figura carismática

Para la mitad de su primera temporada, Poker Face definió su ritmo. Uno que recuerda a una generación de producciones semejantes de más de cuarenta años de antigüedad. Con Charlie en un interminable viaje por carretera en el que solo se detiene al resolver crímenes, Rian Johnson halla un giro nuevo en su manera de contar historias. 

Los episodios de Poker Face empiezan por mostrar un delito. La trama no deja dudas de quién lo hizo y de todas las precauciones que tomó para no ser implicado. El misterio, esta vez, es un hecho que debe ser confirmado. A través de una mujer que sabe, sin género de dudas, cuándo los acusados mienten, el escritor logra crear la sensación de que el delito de turno está teóricamente resuelto. Solo es necesario encontrar cómo llegar a la inevitable conclusión.

Charlie, de la serie Poker Face

La producción de Poke Face alcanza sus momentos más interesantes y mejor narrados cuando Rian Johnson complica el escenario todo lo que puede. Testimonios que resultan convincentes. Indicios que demuestran que el acusado, en apariencia, no miente y solo tergiversa la realidad. ¿Cómo desmontar algo semejante?

La protagonista puede, pero el método varía y se convierte en el principal atractivo de un guion pensado para ser un enigma que incluya al público. Una vez que se muestra el motivo y el hecho sangriento que ocurre, la historia avanza hacia Charlie, que deberá dejar en evidencia al culpable.

El detective accidental de Rian Johnson, con su voz ronca, sentido del humor sarcástico y brillante capacidad deductiva, no ignora que depende de hechos. De modo que, los investiga a la manera de las grandes figuras, con fino olfato criminal que antaño siguieron caminos parecidos. Pregunta, busca contradicciones, logra que, lentamente, las circunstancias verifiquen su certeza. Mientras tanto, Poke Face explora lo que mejor hace: crear misterios que crecen en complejidad a la par que sus figuras emblemáticas.

Poker Face es un regalo para nostálgicos

Poker Face, serie de peacock

El guion es uno de los pocos que, en la actualidad, logra sacar provecho de las situaciones autoconclusivas. Gracias a que su premisa resume los mejores puntos de la habilidad de su creador al narrar enigmas. El formato episódico le permite relatar casos de corta duración, pero siempre nuevos y más emocionantes cada vez.

La Charlie de Natasha Lyonne es no solo uno de los mejores personajes recientes surgidos de las plataformas streaming. También es un homenaje a un tipo de televisión paciente, ingeniosa y, al final, construida para retar al público a participar en la trama. Mientras atraviesa el largo camino que le permitirá sacar a la luz los peores secretos de Poke Face, la audiencia la acompaña. Una complicidad que Rian Johnson probó con buenos resultados en cine y que ahora, en el mundo de las series, encuentra su mejor lugar. 

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