La conocida frase que dice que “si en internet algo es gratis, es que el producto eres tú”, parece por fortuna haber calado en los últimos años entre los usuarios. Somos más críticos con las redes sociales o con los portales de información gratuita y el uso de sus anuncios. Pero, desde luego, parece que esa frase no resuena igual cuando hablamos de correo electrónico.

Gmail, el correo electrónico de Google, con 1.700 millones de usuarios, es el proveedor de e-mail más dominante con diferencia. Le siguen la china NetEase, con 458 millones y Microsoft con Outlook, con 385. Curiosamente, hay mayor diversidad en el gigante asiático que en denominado mundo occidental.

La historia de los proveedores gratuitos de correo está de hecho plagada de golpes de efecto que cambiaron internet como entorno y como negocio. Microsoft se hizo con la cuota de mercado con su hoy ya en retroceso Hotmail gracias a ofrecer espacio gratuito en 1996 y su conocido truco de introducir una firma donde se podía leer que desde qué servicio se enviaba. 

En 2004, Google lanzaba sin avisar Gmail, con 1 giga de almacenamiento frente a los 2 MB de Hotmail, cambiando las reglas para siempre. 

El correo, para la inmensa mayoría de usuarios, es igual a gratuito.

La imposibilidad de salirse del oligopolio del e-mail

Carlos Fenollosa es un ingeniero y emprendedor español, CEO de Optimus Price, un software de optimización de precios basado en IA para e-commerce. Carlos también es la persona que hemos encontrado más ha hecho por intentar salir del oligopolio que representan los proveedores de mail actuales. 

Aunque ha tenido que doblegarse ante ellos.

Hace 23 años, Fenollosa comenzó a autoalojar su propio correo. Pensaba que sería sencillo, pero no pararon de surgirle problemas. Primer bloquearon una IP estática desde la que los enviaba. Después, buscó un centro de datos desde el que gestionarlo. Tampoco funcionó. 

Carlos Fenollosa

El ingeniero cuenta que durante años sus mails por defecto no llegaban a las direcciones de correo alojadas por Microsoft debido a un mecanismo anti-SPAM denominado filtrado bayesiano que hace que una parte de los mails recibidos sean borrados de forma aleatoria, y a la inclusión de IPs poco reconocibles (como la de alguien que auto-aloja su mails) directamente en listas negras.

“El correo (o Whatsapp) es mucho más crítico y personal que, por ejemplo, Twitter. Por estos servicios pasa la lista de todo lo que compras, los emails con tu pareja, fotos sensibles, etc. Y cuando pasan cosas de este estilo nos llevamos las manos a la cabeza. Pero es imposible que no suceda. Estas empresas se financian analizando nuestros datos para ofrecérselos a anunciantes. A la gente sencillamente le da igual. Y si está cifrado peer2peer venden los metadatos”, cuenta Fenollosa a Hipertextual.

Ahora sabemos de forma más certera qué entregamos a cambio

Aunque Google tardó en implementarla, cuando respondió a la petición de Apple de incluir de forma sencilla una etiqueta de privacidad que mostrara claramente qué información trataba de sus usuarios y qué permisos requerían, supimos que Google puede compartir varia información sensible, incluida nuestra ubicación aproximada, ID de usuario, un identificador utilizado para rastrearnos de forma anónima, y ​​datos sobre los anuncios que hemos visto en línea. 

Se utilizan más datos para análisis, en palabras de Google, "para crear mejores servicios", incluido el historial de compras, la ubicación, la dirección de correo electrónico, las fotos y el historial de búsqueda.

Aunque Google dejó de escanear el contenido de los correos electrónicos para adaptar los anuncios en 2017, el año pasado la empresa comenzó a mostrar anuncios de compras en Gmail. Y aún analiza los correos electrónicos para facilitar las llamadas funciones inteligentes, como la capacidad de agregar reservas de vacaciones directamente a Google Calendar, o autocompletar sugerencias.

¿Motivos suficientes para pagar por no desnudarnos tanto? Seguramente, pero en el mail la fricción a no gastar dinero se suma a que las alternativas más seguras no son tan útiles.

Fenollosa lo tiene claro: “Al consumidor no le gusta pagar, y se ha demostrado en múltiples ocasiones que ciertos modelos de negocio solo triunfan si son gratis y financiados con anuncios. El 99% de los usuarios no van a pagar por usar Twitter. Todos los clones de RRSS que eran de pago han fracasado. Dios mío, pero si la gente no quería pagar siquiera 1€/año por usar Whatsapp. ¡Por Whatsapp! La gente se cambiaba su Nokia para comprarse un smartphone de 400€ "por tener Whatsapp" y luego no querían pagar el euro. Increíble. Pero así somos”.

Cómo funciona el oligopolio de los proveedores de mails

Él también nos explica cómo se puede distinguir entre los proveedores de correo y sus prácticas, y cómo también compañías que apuestas por la seguridad y la privacidad como Protonmail, Fastmail o Hey en realidad están supeditadas a que los grandes no les ahoguen demasiado.

En realidad hay tres "tiers" de proveedores de correo.

1. El Oligopolio, donde todo vale. Si envías un mail desde alguno de estos servidores va a llegar al 100% aunque sea spam o phishing obvio (Google, Yahoo!, Microsoft, Apple)

2. Los proveedores de segunda fila que funcionan bien y están integrados en el ecosistema. Tienen gente dedicada full-time a gestionar las blacklists y pagan al cártel a través de estas blacklists (Fastmail, Protonmail, y también incluyo APIs o proveedores de envío tipo Twilio o Mailchimp)

3. El resto del mundo

En mi experiencia no hay una discriminación activa para los servidores del grupo 3. Los filtros discriminan a todos por igual; aunque menudo consuelo

Carlos Fenollosa

Nos pone como ejemplo extremo el bloqueo que Gmail ejerció durante la última campaña electoral norteamericana sobre envíos electorales… debido de nuevo a que se enviaban desde servidores propios. En ese caso, Gmail salió al paso añadiendo un listado de sus IPs a una whitelist para solucionarlo.

Tras claudicar después de pelear durante 23 años, no podemos evitar preguntar a Carlos qué proveedor ha escogido usar: 

Migré a iCloud y el motivo es muy sencillo: ya lo estoy pagando igualmente porque tengo una cuenta iCloud de pago, confío en Apple más que en otros proveedores del Oligopolio, y en mi experiencia no es especialmente agresivo con sus blacklists, así que no me perderé demasiados emails de servidores del grupo 3.

Los proveedores de tier 2 lo enfocan de la forma correcta, pero están atados de pies y manos, y dependen de la benevolencia del oligopolio. Me parece valiente y legítimo lo que hacen, y me planteé pagar a Fastmail, por ejemplo. Pero en mi caso, quiero que mis mails lleguen a destino, y la única solución es pasar por el aro.

Personalmente, dudo que servicios como Fastmail ya vayan a tener problemas de envío, pero he decidido no arriesgarme.

Carlos Fenollosa

En busca de una solución

Pero, ¿cómo se podría atajar algo así? A Fenollosa sus dos décadas de intentos le han dado también para pensar en posibles soluciones. Él propone eliminar las blacklists permanentes e implementar una ley de "segunda oportunidad" en el e-mail.

"Se trataría de un sistema de bloqueo por IP progresivo en función de la reincidencia de SPAM (1 spam, 1 minuto bloqueado, 2 spam, 10 minutos, 3 spam, una hora...) que además permita que las IPs se limpien pasado el tiempo y que elimine los bloqueos por rango de IP. En el sistema actual, un servidor mal configurado o un "vecino de IP" que espamea provoca el bloqueo de todo el rango de IPs vecinas", explica, señalando el factor (el del vecino) que tanto le afectó en sus intentos.

Además, cree que "si los proveedores no se autorregulan les regulará el legislador. A raíz de mi hilo me contactaron varios implicados del sector y tuve una llamada muy interesante con el regulador de EEUU. Básicamente, me vino a decir que su prioridad es regular las Big Tech, pero que no se habían olvidado del mail. Así que sucederá tarde o temprano. Y en mi opinión una solución impuesta políticamente será peor que una respuesta técnica del sector", concluye.