Italia y España comparten algo más que unas siglas en el acrónimo de los PIGS. Además de una cultura profundamente mediterránea, y un abismo entre las políticas y costumbres de los socios del norte de Europa, tienen un camino similar en lo que a ecosistemas emprendedores se refiere. Son dos mundos de startups que, pese a compartir historia, no resuenan en uno de sus países vecinos más próximos. Más allá de la expansión de Glovo al cercano territorio o de la compra de un competidor por parte de Colvin, las startups de Italia son por completo desconocidas para muchos fuera del país.

"Mucha gente habla de Alemania, Francia, Reino Unido, Estonia o incluso España, pero nadie dice 'me voy a ir a Italia a emprender'", analizan algunos emprendedores internacionales conocedores del panorama italiano. Es precisamente lo que quieren buscar en Italia en este momento. Uno que, pese a lo convulso de la situación política, sigue su camino. La elección de un candidato de extrema derecha, Giorgia Meloni, no parece que vaya a cambiar el camino que Italia lleva gestando desde 2012.

La celebración de su primer evento internacional de startups en el país, TechChill Milano, es una de las primeras semillas para hacer crecer un ecosistema del que poco se sabe fuera de sus fronteras. De hecho, el encuentro tiene origen en su par de Letonia, donde el objetivo es el mismo: poner al país en el mapa de las startups europeas y atraer talento y financiación. "Necesitamos una plataforma, un espacio para que la gente pueda crear un ecosistema, y eso es lo que estamos haciendo en Italia", apunta Annija Mezgaile, CEO de TechChill.

Las startups de Italia, con un inicio similar al español

Pese al desconocimiento, el historial de crecimiento de España e Italia es prácticamente parejo en el tiempo. Sobre el año 2012, y con la crisis instalada en Europa y más concretamente en los países del sur, la innovación y el emprendimiento eran la respuesta a problemas con un calado mucho más profundo. De hecho, si hay algo que reconocerle al país vecino es la creación de una Ley de Startups mucho antes que España. Una que, ahora, cumple 10 años de vida. La llamada Startup Act era un modelo de rebaja fiscal para los emprendedores que, a grandes rasgos, tenía el objetivo de atraer el dinero para la inversión. "Al final, mejoró la situación, pero no atrajo tanto dinero como se esperaba", explica a Hipertextual Emil Abirascid, experto en el ecosistema italiano emprendedor. Y eso se nota, las startups no son tan grandes, tampoco hay tanta oferta como en otros encuentros innovadores. Pero, explican desde el ecosistema, ganas hay.

Al final, cuenta, el modelo de normativa era ventajoso para los inversores italianos. Y aunque se esperaba un efecto mariposa, no fue tan grande como el ecosistema estaba buscando. "Fue demasiado lento", apunta. Y eso dejó a Italia por detrás de ecosistemas como el español. El espíritu de los inversores, aún viendo el crecimiento de países vecinos, tampoco ayudó en exceso. "Para ellos seguía siendo un mundo extraño, invertir en nuevas empresas les era muy arriesgado", añade. Hoy en día, nos comentan desde el encuentro de TechChill, es algo que está cambiando.

Con más de 5.000 millones de euros invertidos en el ecosistema italiano, de los cuales 1.000 millones corresponden al último año, el país ha marcado un récord en su historia emprendedora. En el proceso, un cambio esencial: la creación de un fondo público –similar al ENISA en España– que incentivase un ecosistema aún aletargado.

Las startups de Italia, aún con sedes en el extranjero

El ecosistema emprendedor italiano acusa de uno los problemas que también ha tenido su réplica en España. Compañías de creación y base local que, para poder acceder a capital extranjero, han tenido que abrir sede fiscal en Delaware, California o Cambridge. Cabify en su origen, Travelperk, Domestika o Fever hicieron sus maletas fiscales a otras regiones por demanda accionarial. Lo mismo con Italia.

"Los empresarios aquí en Italia son tan buenos como en cualquier otro lugar, pero el marco legal y burocrático no es muy bueno", apunta Abirascid. Eso, pese a la Startup Act que buscaba la promoción de la inversión en el país. Con todo, se están creando dos bandos muy diferenciados. Que el capital extranjero vaya de la mano con alguna figura local que les quite de problemas y gestiones. O que, por contrario, se pida sacar la sede fiscal de Italia. Hasta la fecha, este último es más popular en este momento para el experto en el ecosistema local.

¿Es malo para Italia? Abirascid apunta a que el pensamiento local es algo que habría que eliminar de la conciencia italiana. "Las empresas con sede fiscal fuera del país tienen a sus empleados en Italia y todos sus activos, por lo que no es un problema tan grave", analiza. "Necesitamos un cambio de mentalidad en ese sentido", culmina.

Al igual que España –que aun así mantiene un ecosistema mucho más grande que el italiano–, la región tiene la necesidad de tener una vocación internacional. A diferencia de Francia, que resiste como una potencia dentro de sus fronteras, el resto de regiones han de buscar la expansión a otros mercados. Junto a los países bálticos –que ofrecen un posicionamiento común al emprendimiento– los PIGS deberían seguir ese camino.

Un ecosistema fuera de la capital

Si España mantiene la eterna lucha Madrid vs. Barcelona, con Valencia y Málaga pugnando por un puesto en la carrera, en Italia lo tienen claro: Milán es el centro de los negocios. Es indiscutible. Roma quedaría para los Gobiernos Centrales y el turismo. Por posición estratégica, además, la cercanía al resto de Europa viene con las mismas reglas que Cataluña en el caso de España.

"Es donde se encuentra el dinero", apunta el experto. También donde está la bolsa de valores y los encuentros internacionales. "Puedes crear una startup en cualquier punto del país, pero si quieres conectar con los inversores, tienes que venir aquí".

La movilidad es, como en resto de países de la región europea, uno de sus untos fuertes. Aehra es la compañía de factura italiana, por supuesto, de Milán, que tiene el objetivo de competir contra Tesla con un modelo de SUV 100 % eléctrico que, ahora también, está intentando conquistar Estados Unidos. Pero también los negocios vinculados a la ciencia, farmacia, biotecnología y salud. Como guinda final al ecosistema italiano, el sector aeroespacial también ha tenido un gran impacto en la región. D-Orbit, fundada en 2011 también en Milán, trabaja con el negocio de las estructuras de lanzamiento.

Con todo, son pocos los unicornios italianos en la lista nacional. El país sigue a la cola en volumen de empresas de valoración de 1.000 millones. Yoox –startup de Milán dedicada, por supuesto, a la moda–, Depop –una suerte de Wallapop local– y las más reciente Scalapay –fintech del sector de pagos– son las únicas que pueden decir que están en ese grupo. El motivo de este número tan bajo son, por supuesto, las políticas fiscales.

La cuestión de la política italiana de extrema izquierda

El mundo vive un momento complicado. Mientras en Brasil, la balanza parece inclinarse a políticas de izquierda de Lula, ligeramente por encima de Bolsonaro, Europa sigue su camino en el sector conservador. Y, en esto, España e Italia mantienen un recorrido parejo. Al menos así lo demostraron las últimas y recientes elecciones nacionales italianas. Giorgia Meloni fue la ganadora indiscutible de las elecciones de hace algo más de una semana. Con propuestas políticas conservadoras en inmigración o conceptos de familia, la perspectiva económica ha sido la parte más suave de la campaña presidencial.

Como el resto de los países de la zona Euro, la crisis inflacionista se ha instalado en el país. Por ese motivo, todos los partidos se han limitado a posiciones sutiles a este respecto. En el caso de Meloni, con una visión ciertamente negativa respecto a la inversión extranjera en el país, no se ha alzado la voz en exceso sobre los planes para el territorio emprendedor nacional.

Para Abirascid, "aún es pronto para hacer pronósticos, pero en los planes de gobierno debería estar fomentar la innovación". Principalmente con la cuestión de los fondos públicos y el rápido crecimiento del sector tecnológico en la relación con China.

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