En el último capítulo de temporada de She-Hulk: abogada Hulka, de Disney+, Jennifer Walters finalmente conoce la identidad del artífice de todos sus dilemas. Para sorpresa de la audiencia, no se trató del fundador de Inteligencia, la web perniciosa que arruinó su vida, sino de KEVIN. No Feige (aunque la referencia es obvia), sino Knowledge Enhanced Visual Interconnectivity Nexus, un robot de inteligencia artificial. Un mecanismo capaz de traducir algoritmos y, por tanto, responsable de los errores, tramas repetitivas y finales predecibles en la gran saga superheroica. 

En un golpe de efecto, She-Hulk: abogada Hulka logró unir las líneas argumentales de su narración y rendir homenaje a los celebrados cómics de John Byrne. Al menos, fue su intención y la originalidad de su planteamiento llevó a la producción por caminos nuevos. Al romper la cuarta pared de manera total, profundizar en los elementos más específicos de la franquicia y demostrar un desenfado inédito, Marvel cambió. 

Por otro lado, abrió, además, varios escenarios para historias futuras y, casi por accidente, estableció la relación entre She-Hulk y Daredevil. Pero ¿es suficiente todo este esfuerzo de metalenguaje? ¿La gran burla de Marvel contra su propia estructura logró dotar a la historia de Jennifer Walters de personalidad? El dilema sobre la irrelevancia de She Hulk: abogada Hulka en los grandes argumentos de la Casa de las Ideas vuelve a plantear una disyuntiva. ¿Ha llegado Marvel a un punto complicado de su producción en calidad y cantidad de contenido? 

Holden Holliway en She-Hulk abogada hulka de Disney+

Cuando la expectativa supera a la ficción

La respuesta a ambas preguntas son complejas. En especial, porque como narración cápsula de un universo más amplio, She Hulk: abogada Hulka, en realidad, no impacta en el Universo Cinematográfico de Marvel. De nuevo, el estudio juega con la idea de la anticipación, de la promesa de lo que ocurrirá en el futuro. En el trayecto, olvida la integridad de varias de sus licencias y, también, vuelve a jugar su estrategia favorita. La de crear una expectativa mayor a través de un producto de cuestionable calidad.

Una forma de mover piezas narrativas futuras que, antes, utilizó a través de sus escenas poscréditos y que ahora logra con She Hulk: abogada Hulka. El último capítulo de la serie — inconexo, sin sentido, lleno de contradicciones, en apariencia, intencionadas — no fue otra cosa que una gran broma. Un chiste interno destinado tanto a los fanáticos de hueso rojo de Marvel como a los del personaje en el cómic. 

She-Hulk: abogada Hulka, una oportunidad perdida

Con una necesidad caótica de subrayar su objetivo, el guion del final de temporada dejó claro que la producción no era otra cosa que un vehículo de lucimiento para su personaje. ¿Importa su historia? Al parecer, no tanto como deslumbrar a los espectadores con la idea de que Marvel es capaz de burlarse de sus errores y seguir adelante.

Jennifer Walters es una pieza que puede moverse de un lugar a otro para tener el sentido que la necesidad del estudio imponga. Como parte de Marvel y la saga superheroica, el personaje no es tan relevante. Su historia no está para contarse, sino para ser el alivio cómico necesario antes del cierre de una fase concreta.

Pero ¿tiene éxito un experimento narrativo semejante? La cuestión que se plantea es hasta qué punto la producción solo fue un vehículo para algo más. Como suele ocurrir en Marvel, She-Hulk: abogada Hulka fue un anuncio para grandes cosas. En el camino, dejó atrás su personalidad, sustancia e, incluso, su cualidad como obra homenaje de una de las IP más queridas de la editorial.

De lo que fue a lo que es Jennifer Walters

Presentar a Daredevil, dejar establecido que habrá una nueva película de Hulk, la participación de la dupla Abominación y Wong en contenido futuro. She-Hulk: abogada Hulka fue un mecanismo cuidadoso de expectación para los fanáticos de Marvel

¿Es suficiente? Durante siete capítulos, la historia de Jennifer Walters fue de un lado a otro, sin dirección. Y mucho menos un sentido claro. Pero, para Marvel, eso no pareció ser del todo importante. Lo realmente relevante era la capacidad de la serie para reescribir su narración y servir de ejemplo de hasta dónde puede llegar el universo cinematográfico superheroico.

De modo que, para su final de temporada, el homenaje a John Byrne es una excusa perfecta para olvidar el resto de los problemas narrativos. Parece serlo, en cualquier caso. ¿Quién puede criticar los fallos de guion, narración, estructura y consistencia argumental de She-Hulk: abogada Hulka si rompe la cuarta pared? ¿Por qué pedir algo más a una producción destinada a ser únicamente una gran broma? ¿Alguna vez alguien se tomó en serio a Jennifer Walters? 

She-Hulk: abogada Hulka, Jennifer Walters

El último cuestionamiento es, en especial, complicado. El personaje es uno de los más emblemáticos de Marvel, desenfadado y línea de punta de nuevas formas narrativas. Al igual que Deadpool, tiene la capacidad para crear un espacio propio. Pero, también, tanto uno como el otro se han distinguido, en papel, por tener brillantes historias con argumentos sublimes.

De hecho, John Byrne dotó a Jennifer Walters de la potencial capacidad de ser un emblema de la irreverencia, de unir escenarios entre la risa y el sarcasmo. Pero hacerlo a través de historias pulcras, brillantes y divertidas. ¿Ocurrió lo mismo con She-Hulk: abogada Hulka

She-Hulk: abogada Hulka, ¿algo más que una serie cómica?

Pudo ocurrir. La producción tenía todos los elementos para construir la condición de producto elaborado y, a la vez, burlón. Desde una brillante actriz como Tatiana Maslany, hasta un encantador elenco de secundarios de lujo, capaces de sostener la comedia que Marvel necesitaba. 

Incluso la participación de Mark Ruffalo, Tim Roth y Benedict Wong anunciaban un ingenioso mecanismo de doble discurso brillante. Pero la producción prefirió explorar sus escenarios como vínculo para situaciones mayores de cara al futuro. Todo, en el marco de crear contenido que pudiera ser audaz o que, al menos, permitiera al estudio mostrar su lado menos épico y severo. 

Pero ¿para eso tuvo que prescindir de la calidad de la serie como conjunto? Los episodios siete y ocho demostraron qué podía ofrecer Jennifer Walters, su maliciosa versión del mundo de los superhéroes. La forma en que la estructura podía romperse, ser una broma ligera, pero, a la vez, con todos los elementos de un buen guion. 

Una puerta entreabierta hacia escenarios inciertos

Con su capítulo de final de temporada, She-Hulk: abogada Hulka demostró su cualidad de producto secundario, sin importancia. Una jugarreta para dejar claro que Marvel sabe lo que hace y que, esta vez, quiso solo burlarse de su fórmula. A costa de llevar al argumento a recorrer punto a punto los peores problemas de una franquicia cada vez más grande, costosa y exigente. KEVIN, el arriesgado cameo que, de alguna manera, muestra que Feige conoce los problemas que atraviesa la saga, no fue tan burlón como debería. 

Tampoco Jennifer Walters, que, con la bandera de Byrne entre las manos, quiso demostrar que el estudio puede reír cuando quiere. Eso, a costa de sus personajes, argumentos, producciones. “Transfórmate, eres muy costosa”, dice KEVIN en una de las secuencias finales. “Ya estamos trabajando en otro proyecto”, añade. Entonces se escuchan los acordes de Black Panther

Una ironía en apariencia ingeniosa, pero que deja claro que, para Marvel, incluso bromear es cuestión de ser solo un vehículo para futuros prometedores. Con Jennifer Walters sentada a los pies de la pantalla que cuenta su historia, la gran pregunta es inevitable. ¿Se burló Marvel de sí misma o dejó claro que hay un límite en su creatividad? La respuesta, con el final desordenado y blando del capítulo, parece obvia. 

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