Si tuviésemos que buscar un nombre para la mayor biblioteca del mundo, seguro que se nos ocurrirían muchas posibilidades. Poetas, impresores, dramaturgos, periodistas… Las opciones serían casi infinitas. Pero a nadie se le ocurriría bautizarla en honor a Torquemada. Sí, tuvo relación con los libros, en cierto modo, pero las persecuciones que llevó a cabo como inquisidor no son un motivo de orgullo. Por eso, resulta sorprendente que el James Webb se haya bautizado en honor a alguien que estuvo detrás de la persecución de muchas personas por su orientación sexual.

Precisamente por ese motivo, después de que la NASA decidiera nombrarlo así, parte de la comunidad científica se echó las manos a la cabeza. Astrofísicos de todo el mundo se apresuraron a mostrar su descontento, tanto a través de redes sociales como más directamente, con una carta dirigida a la agencia espacial. En ella se recordaban algunas de las acciones carentes de ética de James Webb y se llamaba a la rectificación del nombre del telescopio espacial.

Sin embargo, la NASA contestó a las críticas asegurando que, tras una investigación del tema, habían concluido que no había motivos ni pruebas suficientes para cambiar su decisión sobre el nombre del James Webb. Una de las científicas firmantes de aquella carta, la astrofísica Lucianne Walkowicz, dimitió como asesora de la agencia y otros muchos científicos se unieron a mostrar su descontento. No sirvió de nada. El telescopio se lanzó el pasado 25 de diciembre con el nombre inicial. Desde entonces, ha llevado a cabo grandes logros. Sin embargo, el descontento por el nombre ha impulsado entre algunos científicos la norma no escrita de mencionarlo como JWST. 

¿Quién fue James Webb?

James E. Webb fue el segundo administrador de la NASA con un puesto no interino. Su mandato llegó tras el del doctor Keith Glennan y se extendió desde 1961 hasta 1968, por lo que estuvo a la cabeza de la agencia durante el grueso del planteamiento de las primeras misiones Apolo, con las que los humanos llegaron por primera vez a la Luna. Este podría ser un buen motivo para nombrar un telescopio espacial en su honor, si no fuese porque la historia es mucho más larga.

Antes de llegar a la NASA, James Webb fue el segundo máximo responsable del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Allí, tuvo un puesto de gran relevancia en un movimiento conocido como terror lila. Este consistió en perseguir y despedir a cualquier funcionario público sospechoso de homosexualidad. Se despidió a al menos 91 empleados por “razones de seguridad”. La razón en la que se escudaron fue que la homosexualidad era un trastorno psiquiátrico y, a su vez, había sectores que acusaban a estas personas de estar relacionadas con el comunismo que previamente había impulsado el terror rojo.

Por si esto no fuese suficiente, tras la llegada de James Webb a la NASA, los despidos a personas LGTBI se trasladaron a la agencia. Una de las personas que perdieron su puesto tras un largo interrogatorio fue el analista de presupuestos Clifford Norton. En el informe de su caso figuraba que fue despedido por “conducta inmoral, indecente y vergonzosa”.

NASA (Wikimedia Commons)

Científicos contra el nombre elegido por la NASA

En marzo de 2021, la propia Wallkovicz, junto a los también astrofísicos Brian Nord, Sara Tuttle y Chanda Prescod-Weinstein, publicaron en Scientific American una carta muy polémica. En ella, mostraban su rechazo al nombre seleccionado por la NASA y solicitaban que se eligiese otro antes de su lanzamiento.

“El nombre de una misión tan importante, que promete vivir en la psique popular y científica durante décadas, debería ser un reflejo de nuestros más altos valores”.

Lucianne Wallkovicz, Brian Nord, Sara Tuttle y Chanda Prescod-Weinstein, astrofísicos

Recuerdan que, a pesar de que su nombre se ha intentado limpiar con los años, en 1950, el subsecretario de Estado Carlisle Humelsine presentó un conjunto de memorandos a James Webb que incluían "objetivos y métodos de operación del Comité del Senado establecido para investigar el problema". Señalan también que el propio Webb compartió esa información en una reunión con el senador Clyde Hoey, de Carolina del Norte. Y también que “los registros muestran claramente que planeó y participó en reuniones durante las cuales entregó material homofóbico”.

Lamentablemente, nada de lo expuesto en la carta sirvió y la NASA siguió adelante con su plan inicial. La decisión generó aún más descontento, puesto que los detalles de la investigación interna sobre James Webb realizada por la NASA no se hicieron públicos. Wallkovicz renunció a su puesto como asesora de la agencia. Mientras, otros científicos decidieron mostrar su rebeldía con esa regla no escrita de no mencionar el telescopio tal como se ha bautizado.

El JWST es el Lord Voldemort de los telescopios y lo cierto es que quienes toman esta decisión tienen razón en hacerlo. Al fin y al cabo, tal y como decían los cuatro astrofísicos en su carta, “el legado de James Webb es la antítesis del sueño y la sensación de libertad inspirada en la exploración del tiempo profundo y el espacio distante”. Mirar al cielo debería evocarnos la libertad. Hacerlo a través de los ojos de un instrumento bautizado como alguien que repudió a tantas personas por amar en libertad no parece ser el mejor de los homenajes.

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