Si algo sorprende de inmediato en Black Adam, de Jaume Coltte Serra, es su increíble parecido con el llamado Snyderverse. Algo inesperado, si se toma en cuenta la insistencia de Warner Bros por desechar lo creado por Zack Snyder. No obstante, durante las primeras secuencias de la película, es notorio el parecido con el tono y el ritmo que brindó el director a su versión de DC. La historia de Teth Adam, origen del antihéroe titular, llega a los cines el 21 de octubre y se narra desde la concepción de lo épico

Con un apego más que formal al cómic del cual procede, la historia comienza con un flashback de tonos lóbregos y de baja saturación. Un evidente intento de brindar cierta noción de grandeza a la narración. Más aún, cuando el relato comienza con una mirada a un reino ficticio y opulento que un grupo de esclavos lleva sobre sus hombros. 

Con una crueldad en el detalle que sorprende, la cámara y el guion muestran cómo el trabajo esforzado y obligatorio es una forma de violencia. Poco a poco, Black Adam descubre que no es tan inofensiva — no en apariencia — como podría serlo solo por pertenecer al género de superhéroes.

Black Adam

Si algo sorprende de inmediato en Black Adam, de Jaume Coltte Serra, es su increíble parecido con el llamado Snyderverse. Algo inesperado, si se toma en cuenta la insistencia de Warner Bros por desechar lo creado por Zack Snyder. No obstante, durante las primeras secuencias de la película, es notorio el parecido con el tono y el ritmo que brindó el director a su versión de DC. La historia de Teth Adam, origen del antihéroe titular, se narra desde la concepción de lo épico. Con un apego más que formal al cómic del cual procede, la historia comienza con un flashback de tonos lóbregos y de baja saturación. Un evidente intento de brindar cierta noción de lo épico a la narración. Más aún, cuando el relato comienza con una mirada a un reino ficticio y opulento que un grupo de esclavos lleva sobre sus hombros.

Puntuación: 4 de 5.

Black Adam, un villano que no lo es tanto

De hecho, la tensión aumenta de forma gradual a medida que la brutalidad sobre los esclavos es más evidente. Finalmente, de esa presión latente, dolorosa y bien construida por el guion, nace un antihéroe. Black Adam, como personaje, es mucho más una consecuencia de sus errores que una celebración de las virtudes que ostenta

No solamente por ser un antihéroe — algo que Black Adam enfatiza de forma recurrente — sino por su cualidad imprevisible. Uno de los puntos más altos de la película es la exploración de un tipo de personaje que permite experimentar en tono y forma. 

Este niño, que estuvo a punto de ser ejecutado para luego transformarse en casi una deidad, tiene mucho de humano. Tanto como para que la ira sea el motor de sus decisiones y, en ocasiones, de su forma de avanzar hacia estratos más profundos. Black Adam se aleja de la concepción del villano unidimensional como puede, y es algo de agradecer. 

A pesar de la publicidad alrededor de la película, que insistía en que “la época de los héroes acabó”, el personaje tiene más profundidad empática de lo que podría suponerse. De modo que, su condición de antihéroe queda clara de inmediato. Más que eso, es un vínculo esencial para comprender su forma de comportarse, una vez que la narración avanza hacia el futuro.

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El poder de todos los dioses en Black Adam

Una vez establecido que al personaje titular lo mueve una muy comprensible ira, la acción avanza a milenios en el futuro. La película no otorga pistas — no demasiadas — sobre lo que ocurrió con Black Adam o qué podemos esperar de él. Lo que si deja claro es que, al contrario de la bondad virtuosa de Superman o la torturada conciencia de Batman, el antihéroe de turno es una mezcla poco clara. 

Black Adam juega con la posibilidad de que su personaje sea, al menos parcialmente, incomprensible, lo que logra con ingenio, aunque no en todas las ocasiones. El guion plantea la idea de que este no es un personaje que se descifra con facilidad. Un punto que permite que Dwayne Johnson tenga toda la libertad para brindar al papel los matices necesarios para hacerlo creíble. 

Pero, a pesar de su enorme carisma, el actor no tiene el registro suficiente para dar tridimensionalidad a su complicado Black Adam. En más de una ocasión, el intérprete tiene verdaderas dificultades para expresar algo más que ira, la emoción principal que mueve al antihéroe. 

De este modo, la película atraviesa terreno irregular. Por momentos, esta figura antipática, malhumorada y perpetuamente, agobiada por pensamientos inquietos, es más cercana. Otras veces solo es músculo al servicio de un apartado visual digital que, otra vez, vuelve a fallar. 

Un superhombre en medio de problemas mundanos

Con todo, Black Adam aprovecha de manera adecuada sus escasos recursos. Su guion es fluido, rápido y ágil, a pesar de las capas de sobriedad que se muestran en situaciones atípicas. El argumento trata de mostrar una singular madurez y, de vez en cuando, se desvía de la historia de su personaje con extrañas reflexiones geopolíticas. Pero, con todo, jamás pierde el ritmo y Johnson le aporta la suficiente vitalidad como para que sea la mayor parte del tiempo entretenida

La primera gran aparición de Black Adam es casi una casualidad afortunada y sostiene la idea de su cualidad divina. Resucitado por obra del azar, la primera gran misión involuntaria del personaje es salvar la vida de Adrianna (Sarah Shahi). Poco a poco, la película estructura la relación de Black Adam con el mundo moderno a través de pequeños trozos de información. Amon (Bodhi Sabongui), el hijo de Adrianna, acaba por convertirse en su mentor sobre el conocimiento de la actualidad. 

La trama imita entonces, y casi de forma involuntaria, la relación entre el jovencísimo John Connor de Edward Furlong y el Terminator de Arnold Schwarzenegger. Y lo hace al permitir el contraste entre la visión de Amon sobre el mundo y la cuestión de la violencia, un tema álgido para Black Adam. Poco a poco, este hombre, con el poder de los dioses, se cuestiona, crece, se hace más consciente de su lugar y su poder. 

Black Adam, el superhombre en un mundo nuevo

Pero, para su segundo tramo, perdida la novedad del descubrimiento de un personaje atípico, la efectividad de Black Adam se tambalea. En especial, cuando Hawkman (Aldis Hodge) y Doctor Fate (Pierce Brosnan) hacen su aparición. Hay una cualidad artificial en la intervención de héroes innecesarios y detalles sobre el mundo del cómic de DC que no aportan nada especialmente relevante al guion. Algo que se repetirá una y otra vez. Tanto como para que el subrayado del argumento en ciertos temas parezca gratuito. 

Aún más, cuando Black Adam intenta explorar, incluso, cuestiones de geopolítica o agregar una capa adulta a un guion mucho más sencillo. Con todo, la película supera sus peores momentos y logra una aventura entretenida. Lo suficiente, al menos, para presentar a este supuesto villano de cuestionable moral, pero motivos fundados para evolucionar. Incluso, para añadir una aparición sorpresa que brinda a la película uno de sus mejores momentos.

Como puerta abierta para un nuevo escenario para DC, Black Adam cumple su cometido. Un nuevo rostro llegó al poblado mundo de superhéroes actual. ¿Villano? ¿Antihéroe? ¿Algo entre ambas cosas? La película le deja al público la respuesta.