En buena parte de la película No te preocupes, querida, dirigida por Olivia Wilde, Alice (Florence Pugh) parece incómoda. Tanto como para que su perfecta vida hogareña sea un espacio irrespirable. Parece hacerse más pequeño, limitado y cristalizado en una especie de estampa impecable. La película, que se estrena en cines el día 23 de septiembre, se esfuerza por dejar claro que el personaje disfruta del privilegio de un hogar amoroso, un futuro radiante y la posibilidad de una vida perfecta.
Pero esta instantánea de la vida doméstica ideal es tan endeble como para tambalearse de forma notoria con rapidez. Wilde muestra un mundo perfecto, aunque lleno de fisuras, y tiene serias dificultades para narrar su premisa. Al menos, para profundizar en ella sin que resulte obvio el secreto que intenta disimular.
Es inevitable que Alice parezca una pieza de utilería, mientras su esposo Jack (Harry Styles) la contempla desde una distancia más que sospechosa. "Tenemos un gran trabajo, hacer felices a nuestros esposos, ayudarles a triunfar", dice Bunny (Olivia Wilde), la radiante vecina de Alice. Otra pieza deslumbrante en el gran escenario de una realidad sin mácula.
No te preocupes, querida
La película no guarda sus secretos con la suficiente habilidad como para ocultarlos en imágenes cada vez más singulares sobre lo cotidiano. Eso, a pesar de que la directora profundiza en la premisa con una habilidad maliciosa. La sobriedad artificial de las casas coloridas de un pueblo de pesadilla se transforma en un escenario malsano. El sol siempre brillante es una presencia constante, inexplicable. Olivia Wilde opta por cierto aire onírico, irreal, que se desliza hacia lo temible.
No te preocupes, querida, un lugar donde la perfección es posible
"Hemos creado la perfección. La simetría, el orden, lo es todo en cada sistema", explica Frank (Chris Pine). El personaje es el artífice de la misteriosa empresa que sostiene a Victory, el pueblo ejemplar y pulcro del que disfrutan los personajes. "Es la única forma de obtener el máximo potencial", añade.
La pequeña población de hombres y mujeres radiantes de No te preocupes, querida, a los que dio trabajo y un lugar en el mundo, le mira con devoción. Están destinados a cambiar el futuro, a mantener la esperanza en un mundo hostil. Por supuesto, solo si mantienen sus enigmas a buen resguardo bajo la impecable apariencia de plácida prosperidad.
Pero la producción carece de la habilidad para explorar los puntos oscuros del thriller psicológico que insinúa. El guion, de Katie Silberman y Carey Van Dykee, no logra suscitar la atmósfera tensa y peligrosa que requiere el rígido apartado visual. La cámara sigue con cuidado a Alice en un día a día en que cada elemento y suceso se sostiene en la perfección.
Los días muy brillantes, una casa lujosa de suelos y muebles impecables. La sensación de que el tiempo atraviesa la narración como una presencia borrosa. ¿Se trata de los amables años cincuenta, una época anterior? ¿O un futuro apenas esbozado que refleja — y la mayoría de las veces, de forma poco eficaz — algo más inquietante? En No te preocupes, querida, las pulcras imágenes dejan entrever una amenaza oculta, pero el argumento convierte la advertencia en un planteamiento directo.
Lo que se esconde tras la belleza
Como directora, Wilde tiene un talento más que evidente para elaborar una historia cuidadosa en el ritmo y tono. A la vez, para utilizar toques siniestros para sugerir lo que ocurre al fondo de las estilizadas escenas de No te preocupes, querida. De hecho, el punto de mayor interés en la producción es cómo la realizadora logra evitar la obviedad del mensaje de fondo del argumento.
Una y otra vez, la casa de Alice y Jack se convierte en un conjunto de espacios claustrofóbicos. Las paredes parecen hacerse enormes o los pasillos interminables. Entre ambas cosas, los personajes son rehenes o, en cualquier caso, figuras casi espectrales que se mueven de un lado a otro con una estricta severidad.
¿Qué es lo que ocurre con exactitud entre este joven matrimonio? Wilde se esfuerza por detallar la incomodidad de los silencios, de los rostros extrañamente sonrientes de sus personajes. La percepción tenebrosa de que todo su brillo juvenil e impecable esconde un elemento amargo. ¿Qué se mueve en los límites de la historia y apenas se deja entrever por momentos?
Un argumento poco refinado
La pregunta surge de inmediato y la respuesta lo hace demasiado pronto. De hecho, se responde, con pistas falsas de una torpeza preocupante, en los primeros veinte minutos. El guion, que intenta desarrollar como puede la noción de paranoia alrededor de lo que parece un drama doméstico, no lo logra.
No te preocupes, querida no guarda sus secretos con la suficiente habilidad como para ocultarlos en imágenes cada vez más singulares sobre lo cotidiano. Eso, a pesar de que la directora profundiza en la premisa con una habilidad maliciosa. La sobriedad artificial de las casas coloridas se transforma en un escenario malsano. El sol siempre brillante es una presencia constante, inexplicable. Wilde opta por cierto aire onírico, irreal, que se desliza hacia lo temible.
Alice comienza a contemplar lo que ocurre a su alrededor con una angustia sofocante. ¿Desvaría? ¿Hay una grieta en ese fluir del tiempo en que cada elemento ocupa un lugar específico? Para Alice, la sensación de miedo se convierte en recelo. ¿Miente Jack? ¿Es posible que todos los que le rodean mientan de una forma u otra? Poco a poco, la premisa de un mundo dentro de otro mundo se desvela con facilidad. De modo tan excesivo que entorpece la capacidad de la película para construir una realidad alternativa. Hacerla creíble, sustancial o con el suficiente impacto para sostener el nudo de la narración.
Un experimento narrativo mal ejecutado
Uno de los puntos más lamentables de No te preocupes, querida es que pierde de inmediato su eficacia como una trampa gigantesca. El relato de Alice, que duda de su mente, de lo que puede ver y tocar, de las conclusiones que obtiene por simple comprobación, se desvirtúa de súbito.
El argumento es incapaz de jugar con las piezas a su disposición y se derrumba en un segundo acto en que toda la atmósfera adquiere un tono de innecesaria urgencia. Wilde se esfuerza para que la película sea una magnífica visión de horrores inquietantes a medio descubrir. Pero el guion falla otra vez al concluir todas las líneas narrativas que sugirió.
La narración no tiene la habilidad suficiente para brindar una percepción creíble de lo irreal, tal y como intenta mostrarlo. En un intento de emular el golpe de realidad descarnada de El Show de Truman, Wilde juega con la idea de un escenario superpuesto a lo cotidiano. Pero el guion es en exceso blando para sostener un giro narrativo de semejante calibre y la película deja sus obsesiones más obvias sin concluir.
Pronto, el largometraje añade un innecesario comentario social mal ejecutado, que hace que la premisa se aleje del centro del misterio. En un intento de crear capas de profundidad, No te preocupes, querida termina por ser un desatino en lo esencial de su relato. La película desvirtúa la atmósfera de la conspiración que construyó con cuidado y se rinde en una conclusión retorcida de revelaciones apresuradas. El supuesto mecanismo macabro que muestra se erosiona hasta perder toda su sustancia en el tercer tramo, cuyas escenas finales rozan lo ridículo.
Finalmente, No te preocupes, querida es un mecanismo que falla por inconsistente. También, una reflexión superficial de temas en los que no tiene interés en escudriñar. Con su brillante apariencia de siniestra trampa, la película es solo un anuncio de un conflicto más complejo que no llega a desarrollarse jamás.