Nos encanta que nos cuenten historias. Y, hasta el momento, el cine es el arte que ha logrado sumergirnos en ellas con mayor eficacia. Pero, mucho antes de que existiese la grabación de imágenes en movimiento, ya la literatura había dejado de ofrecer al público relatos incuestionablemente originales. Por ese motivo, unos se parecen a otros, y lo que los diferencia es su combinación y, quizá, el punto de vista de los autores. Por eso, recordamos a Agatha Christie al ver Bullet Train.

No de una forma obvia, desde luego. El estilo indiscutible de la película realizada por David Leitch, así como sus potentes coreografías de lucha cuerpo a cuerpo, nunca nos harían pensar en la obra de la autora. Y, tratándose de una propuesta del cineasta estadounidense, que pasó de trabajar como especialista y doble del género a dirigir largometrajes como Atómica o Deadpool 2, no hay nada más lejano a las costumbres y sabores de la reina del misterio británico.

No obstante, tampoco os dejéis engañar por el tono ligero y desfachatado, el humor negro y las secuencias de enfrentamiento espectaculares. Pese a todo ello, lo que esconde la intriga de Bullet Train es, en esencia, semejante a las que imaginó Agatha Christie. No en vano, su origen también se encuentra en las páginas de un libro. Las de Maria Beetle, escritas por Kôtarô Isaka en 2010, narrador japonés muy exitoso. Al que, por otra parte, ya han adaptado textos al cine otras trece veces en su país.

La premisa de Bullet Train es, de hecho, muy de Agatha Christie

Sucede algo curioso si comparamos esta película de David Leitch con las últimas adaptaciones de la obra de Agatha Christie al cine. Los momentos de acción puntuales durante Asesinato en el Orient Express y Muerte en el Nilo resultan prescindibles. También inadecuados entre las investigaciones para resolver los enigmas criminales de la saga. Pero los del cóctel de Bullet Train no parecen metidos con calzador.

Encajan sin problemas con la premisa y las incógnitas que podemos reconocer de Agatha Christie. Para empezar, cierto número de personajes están reunidos en un mismo escenario, del que cuesta escapar, por otro personaje que quiere vengarse de ellos. Y van siendo liquidados uno a uno en diferentes circunstancias. Algo con lo que ya contaba el que mueve los hilos. Por supuesto, al final, hay supervivientes.

La Muerte Blanca, el líder mafioso interpretado por Michael Shannon en Bullet Train, se quiere librar de lastres y enemigos. Y que Carver, al que sustituye en esta misión el Ladybug de Brad Pitt, pague por haber matado a su esposa, interpretada por Johanna Watts. Pero, por ejemplo, el Príncipe y el Anciano, a los les dan vida Joey King y Hiroyuki Sanada, pretenden que el otro acabe de la misma manera.

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Entre Diez negritos y Asesinato en el Orient Express

La concurrencia de los personajes en un lugar del que no pueden huir para exterminarlos de uno en uno apunta a Diez negritos, la fantástica novela que Agatha Christie publicó en 1939. Es algo que también hemos podido ver en Bullet Train, donde los personajes van cayendo uno a uno.

Además, que David Leitch nos muestre poco a poco quién es cada pasajero relevante de Bullet Train, su pasado y lo que pretende a bordo sigue la dinámica de lo que van revelando las pesquisas de un Hercule Poirot o una Jane Marple. Pero, muy especialmente, las del primero en los capítulos de Asesinato en el Orient Express. Esa novela de 1931 en la que no era ninguna casualidad que todos aquellos viajeros hubiesen elegido ese tren para desplazarse.

Ni la frescura, las situaciones y los diálogos absurdos y desternillantes de Bullet Train, en la que Brad Pitt vuelve a aprovechar su agradecida vis cómica tras Quemar después de leer, puede hacernos ignorar su sustento literario al margen de Kôtarô Isaka. Al que, probablemente, debamos considerar el verdadero responsable de que la sombra de Agatha Christie sea tan alargada.

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