Desde el 31 diciembre, el sector delivery estaba preparando para que se diese el visto bueno a la operación del año. La del 2021, al menos. Glovo, que venía con rumores de venta desde hacía tiempo, anunciaba que Delivery Hero – su par alemán y dueño de gran parte de su capital– compraba la mayor parte del capital restante del unicornio español, un 94% dejando el 6% restante para el fundador Oscar Pierre–. Ahora, y ya en pleno verano, la compra tiene el visto bueno de las partes. No sin ciertos descalabros: desde que se anunciase la compra, hasta ahora, el mercado del delivery ha cambiado y sufrido una desplome en sus valoraciones. Glovo, la insignia de los unicornios patrios, no se ha librado de esta situación.

La operación, a minutos de las campanadas, valoraba a Glovo en 2.300 millones de euros. Todo un récord para la industria emprendedora española y para los exits nacionales; aún pendientes de despegar en el ecosistema. Glovo era un doble unicornio, que dirían algunos. El problema es que ahora, 7 meses después, la valoración de Glovo se ha desplomado hasta los 800 millones de euros. Ya no es, sobre el papel, un unicornio. Tampoco 100 % español en el momento del cierre oficial de la operación.

¿Por qué esta caída de casi un 64% del valor de uno de los iconos del emprendimiento español? La realidad es que el global del sector delivery no pasa por su mejor momento. Esto, por supuesto, no se intuía hace algunos meses con la, aún presente, resaca de la pandemia. Momento en el que, no solo Glovo, también su competencia directa vivía su época dorada. Just Eat, Uber Eats –que además posicionaba el reparto de comida como tabla salvavidas de su inactivo negocio de pasajeros– e, incluso, los modelos de entrega rápida de última milla materializados en Gorillas, Getir o Gopuff.

Si bien es cierto que a finales de 2021, el delivery empezaba a mostrar ciertos problemas estructurales, lo peor estaba por llegar. Y muchos ponen un punto de partida para esta caída: la aprobación, y posterior entrada en vigor de la llamada Ley Rider. Una que carga directamente contra los costes estructurales del sector ante la obligación de contratar a su fuerza laboral más numerosa: los repartidores. Deliveroo apuntó a esta medida del Ministerio de Trabajo de Yolanda Díaz como su sentencia de muerte en España. La realidad es que el negocio de la enseña británica nunca fue rentable en el país y no pudo con la competencia de la versión local y estadounidense de Glovo y Uber Eats.

2022, el año en el que todo puede ir a peor y no solo para Glovo

La llegada de 2022 tampoco ha traído nada bueno para el sector. A una Ley Rider –de la que Glovo, por cierto, ha hecho una lectura paralela y sobre la que mantiene una guerra abierta con Uber Eats–, hay que sumarle la coyuntura económica del país. Una tasa de inflación que no para de subir y unos costes de explotación que no paran de aumentar. El incremento de la luz, el gas y combustible repercuten directamente sobre empresas y consumidores, menos animados al gasto.

Los inversores, como consecuencia, están reteniendo el gasto ante una crisis a la vuelta de la esquina. Esto ya se ha cobrado sus primeras víctimas. De momento en el nuevo sector delivery y heredero de los problemas y virtudes del viejo delivery. Gorillas, hace solo unas semanas, anunciaba el cierre de mercados y despidos en masivos. España, a pesar de las negativas iniciales, era uno de ellos. Getir también anunciaba reajustes en su plantilla internacional.

Y es que esta situación ya la avisaba HSBC hace unos meses con un informe en el que directamente apuntaba a que no entendía la compra de Glovo por parte de Delivery Hero. Funcionando, para la entidad financiera, más como un rescate que como una compra. Ahora, y ante la caída de las acciones de forma masiva, la realidad es que los inversores de Glovo poco o nada pueden hacer ante el desplome del sector. El valor de las acciones y stock options repartidas entre los empleados es mejor, de hecho, que todo el capital levantado por la tecnológica en su historia. Con todo, y aunque Glovo oficialmente pierde el título de unicornio, seguirá siendo el mayor icono –junto a Cabify– de las tecnológicas locales.